El sueño y el esfuerzo de todos
Por JULIO GIRALDO
Periodista
La ciudad de Barranquilla lentamente se ha ido extendiendo hacía el norte, buscando siempre las cercanías del mar. Años atrás, los terrenos en donde hoy existe la urbanización Villa Santos pertenecían a Cementos del Caribe; eran terrenos enmontados, llenos de piedra caliza, material propio para la fabricación del cemento, había además una gran hacienda llamada "Villa Santos".
Corrieron los años y los terrenos fueron ampliamente explotados por Cementos del Caribe; cuando ya toda la piedra caliza se terminó, la empresa optó por venderlos aprovechando que para la época, hablamos del año 1977, ya se pensaba en urbanizaciones desde la 96 hasta Puerto Colombia. Surgió entonces la idea de una gran urbanización con todos los servicios públicos, amplias avenidas, lujosas casas y conjuntos residenciales. Monseñor Víctor Tamayo, a quien le debemos la construcción de no menos de 25 iglesias en Barranquilla, al tener conocimiento de la nueva urbanización Villa Santos, se presentó a Cementos del Caribe -y con su característico estilo convincente para solicitar terrenos, ayudas económicas y todo lo demás- en muy poco tiempo consiguió que la empresa le donara el terreno para la construcción de una iglesia.
La nueva urbanización comenzó a ser realidad y lentamente se fue poblando el sector. Pasaron aproximadamente unos 10 años para que se concretara de forma definitiva la construcción de la iglesia, que en un principio se pensó sólo sería una pequeña capilla, pero al notarse el crecimiento de la urbanización y la importancia que adquiría el sector, se pensó entonces en grande. No podía ser una capillita, debería ser un hermoso templo. Este anhelo de la comunidad que ya venía dando pasos en firme, se hace realidad cuando Monseñor Félix María Torres Parra, en el año 1997, nombra al padre Gabriel Héctor Muñoz Bolívar para que se encargue de liderar la construcción de la nueva iglesia y de la atención pastoral de la naciente comunidad.
De inmediato el padre Luís Eduardo Gómez se presentó en la casa de la familia Palacio llevando al padre Muñoz, y con credenciales de párroco lo presenta a la comunidad. La casa de la familia Palacio era el centro de actividades en donde se había gestado la idea de tener un templo en su urbanización, se habían realizado algunas reuniones y se habían dado también pasos muy en firme para el proyecto; era esta casa, entonces, considerada como la casa cural provisional.
El padre Muñoz, que tenía una gran experiencia pastoral en inicios de comunidades, asume su nuevo cargo. Va de casa en casa, de apartamento en apartamento, habla con todo el mundo, escucha, propone y nombra la primera junta, que sería la que en adelante trabajaría sin descansó hasta conseguir el objetivo. La junta la integraron las siguientes personas: Napoleón Ricardo, Dagoberto Carvajal y su esposa, Omar Domínguez y su esposa, Álvaro Rodríguez y su esposa, Henry Yudis, Magali Pinilla, Enrique Barros, Elida Castro, Alicia de Barros, Arturo Aparicio, Alicia Gutiérrez, Fernando Bedoya y su esposa, Elizabeth Salazar, Aníbal Janna y su esposa, Juan Fernández y su esposa, Henry Forero, Enrique Palacio y su esposa. Más delante otras personas se unen al proyecto y comienzan su trabajo: rifas, bingos, bazares, eventos sociales; arquitectos que hacen los planos, ejecutivos que hacen gestiones, todos se mueven, el proyecto es grande. Mientras esto ocurre, el padre Muñoz se toma el parque el triangulo en la calle 98 y allí improvisa, debajo de los árboles, un lugar en donde celebrar la eucaristía y fiestas especiales de Navidad, Semana Santa y la Fiesta Patronal. Así, lentamente, pero con pasos firmes, avanza la construcción de la iglesia y la casa cural.
Pero los caminos de Dios no son los caminos de los hombres, unos siembran y otros recogen. Cuando más entusiasmado estaba el padre Muñoz viendo avanzar la obra, muere repentinamente causando un vacío y un hondo dolor entre los moradores de Villa Santos que impotentes ven partir hacía la Casa del Padre a su guía espiritual. Viene a sucederlo el padre Arturo Barros, quien con mucho entusiasmo continúa la obra de su antecesor para años más adelante entregar la parroquia a Monseñor Carlos Arturo Rocha Blanco, quien en la actualidad trabaja pastoralmente con los grupos de la parroquia tratando por todos los medios de motivar a la gente en su seguimiento a Dios, su amor a la Iglesia, su sentido de comunidad y animándolos para que muy pronto se pueda terminar las obras que faltan en el templo y en la casa cural.
Con sólo unos meses como párroco de esta unidad pastoral, Monseñor Rocha, silenciosamente, consiguió un donante muy generoso que ni siquiera quiso que su nombre fuera conocido por la comunidad. Éste donante hizo posible el piso en piedra granito y mármol de toda la iglesia incluyendo su altar mayor, obra que será inaugurada solemnemente este 1 de octubre, día patronal de Santa Teresita del Niño Jesús.
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