Por JUAN ÁVILA ESTRADA
"He aquí que yo estaré con ustedes todos los días hasta el final de los tiempos..." Con estas palabras se despide Jesús de sus discípulos antes de partir al Padre. Seguramente en ese mismo instante no comprendieron los apóstoles la dimensión de las palabras del Señor. Es probable que entendieran lo que nosotros estamos acostumbrados a decir cuando nos vamos a separar de alguien: "Te llevaré en mi corazón". Esta presencia de Jesús se realiza de múltiples maneras: en la Sagrada Escritura, en la comunidad, en los sacramentos, pero de una manera excelente en la Eucaristía. Esta presencia sacramental, oculta a los sentidos, es lo que nos quiso dar a entender Jesús cuando se denominó a sí mismo como "el pan vivo bajado del cielo". Hoy, por amor a nosotros, se ha querido quedar escondido en las especies sacramentales para poder transformarnos en Él.
Si bien cuando consumimos los alimentos, estos se transforman en nosotros, con la Eucaristía pasa lo contrario: nosotros somos transformados en ella, para ser todo en Cristo como Él lo es todo en el Padre. En la Eucaristía nosotros no tomamos a Jesús, sino que, por el contrario es Él quien nos toma a nosotros; eso hace parte del ministerio de su infinito amor.
"He aquí que yo estaré con ustedes todos los días hasta el final de los tiempos..." Con estas palabras se despide Jesús de sus discípulos antes de partir al Padre. Seguramente en ese mismo instante no comprendieron los apóstoles la dimensión de las palabras del Señor. Es probable que entendieran lo que nosotros estamos acostumbrados a decir cuando nos vamos a separar de alguien: "Te llevaré en mi corazón". Esta presencia de Jesús se realiza de múltiples maneras: en la Sagrada Escritura, en la comunidad, en los sacramentos, pero de una manera excelente en la Eucaristía. Esta presencia sacramental, oculta a los sentidos, es lo que nos quiso dar a entender Jesús cuando se denominó a sí mismo como "el pan vivo bajado del cielo". Hoy, por amor a nosotros, se ha querido quedar escondido en las especies sacramentales para poder transformarnos en Él.
Si bien cuando consumimos los alimentos, estos se transforman en nosotros, con la Eucaristía pasa lo contrario: nosotros somos transformados en ella, para ser todo en Cristo como Él lo es todo en el Padre. En la Eucaristía nosotros no tomamos a Jesús, sino que, por el contrario es Él quien nos toma a nosotros; eso hace parte del ministerio de su infinito amor.
1 comentario:
nuestra misión es lograr que ella sea nuestro centro. un abrazo
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