Una serie de estrategias se preparan para celebrar el centenario de la Conferencia Episcopal de Colombia –CEC-.
Por JAIME ALBERTO MARENCO MARTÍNEZ
Delegado de Comunicaciones y Relaciones Públicas
Arquidiócesis de Barranquilla
marencomar@hotmail.com
El aporte de la Iglesia a nuestra Patria no puede circunscribirse únicamente al plano religioso. La evangelización ha logrado penetrar todos los órdenes que propenden por el bienestar de los colombianos y, desde procesos debidamente estructurados y orientados por el episcopado, se ha podido impulsar el desarrollo del país.
De hecho, según el Código de Derecho Canónico en su numeral 447 del capítulo IV dedicado a las conferencias episcopales, se anota que éstas son instituciones de carácter permanente que constituyen “la asamblea de los obispos de una nación o territorio determinado, que ejercen unidos algunas funciones pastorales respecto a los fieles de su territorio, para promover conforme a la norma del derecho el mayor bien que la Iglesia proporciona a los hombres, sobre todo mediante formas y modos de apostolado convenientemente acomodados a las peculiares circunstancias de tiempo y de lugar.”
Resulta entonces pertinente tener un acercamiento, desde ya, a esa gran celebración que tendremos en el año 2008 con ocasión del centenario de nuestra Conferencia Episcopal. Para ello, visitamos a monseñor Fabián Marulanda López, Secretario General de la CEC.
Marenco: ¿Dónde radica la importancia de nuestra Conferencia Episcopal para la Iglesia misma y para la sociedad colombiana?
Mons. Marulanda: Los miembros del episcopado se reúnen periódicamente en asamblea general, en comisiones episcopales y otras reuniones; tenemos una organización en la cual existen ciertas estructuras como presidencia, vicepresidencia, secretaría, comisiones episcopales y departamentos, a través de los cuales el episcopado mantiene el espíritu colegial que debe unirnos y la sintonía en todos los aspectos de orden pastoral, doctrinal, religioso y social. Por tanto, la Conferencia, como reunión de todos los obispos, tiene una importancia grandísima en la construcción de la Iglesia colombiana, ya que cada obispo es pastor en su correspondiente jurisdicción y al reunirnos enfrentamos las situaciones, problemas, dificultades y esperanzas que se presentan en la conducción pastoral de cada iglesia particular.
Marenco: Existe una sede de la CEC donde se trabaja permanentemente, así las reuniones sean periódicas. Coméntenos sobre esto.
Mons. Marulanda: Los obispos, además del compromiso de tipo general con la Conferencia como es la asistencia a las asambleas ordinarias (dos al año), están también vinculados a distintas comisiones: doctrinal, de liturgia, de pastoral social, de comunicaciones, de catequesis, de biblia, de ministerios jerárquicos, entre otras, y cuando se reúnen allí estudian la programación que debe realizarse en el país en esos aspectos y dan las pautas para su desarrollo a los departamentos que están organizados en el secretariado general del episcopado. Esto quiere decir que en cada departamento se trata de ejecutar todo lo que desde estas comisiones se dictamina, todo lo que la asamblea dispone, lo que dispone el comité permanente y, por eso, el personal que labora en la sede la CEC es de tiempo completo o parcial para facilitar un mejor servicio de evangelización.
Marenco: En el año 2008 se celebrará el centenario de la Conferencia Episcopal Colombiana. Coméntenos cómo estaba organizada la Iglesia en el país antes de estos 100 años.
Mons. Marulanda: Antes, en el mundo entero, la organización de la Iglesia no exigía la existencia de las conferencias episcopales. Había otros mecanismos de relación con los dicasterios de la Iglesia romana, y la organización era más elemental. Cada obispo procuraba tener la máxima organización posible y ejercer el ministerio de la manera más completa posible en su diócesis. El mundo ha ido cambiando muchísimo, ahora son más complejos los temas y los dilemas que la Iglesia tiene que enfrentar y, por eso, fue apareciendo la necesidad de que los obispos obren colegiadamente. Así nacen las conferencias, advirtiendo que la nuestra fue una de las primeras en formarse en América Latina y en todo el mundo. Todo esto nos lleva a considerar que al cumplir 100 años de trabajo no podemos dejar de celebrar lo que somos, lo que es la acción de la Iglesia en el país, y cómo tomar nuevos aires, nuevo impulso. Por eso, la programación para el centenario mira todos estos aspectos.
Marenco: Hablando propiamente del centenario, ¿podemos decir que este 2007 será un año de preparación y el 2008 de celebración?
Mons. Marulanda: 2007 tiene que ser un año de mucho trabajo en la preparación del centenario. Pensamos en una programación que cubra muchos campos. Por ejemplo, queremos hacer énfasis en la reconstrucción de la memoria histórica; hoy tenemos cosas muy buenas en la Iglesia gracias al trabajo que han hecho los obispos en estos 100 años; y eso lo queremos hacer en publicaciones, foros, exposiciones, videos. Queremos utilizar todos los medios de comunicación.
Queremos reestructurar la conferencia episcopal, pues el episcopado hoy es muy numeroso. La asamblea reúne a 96 obispos y fuera de estos hay en el país 36 obispos eméritos. Al principio era sólo una decena, entonces el manejo era mucho más fácil. Hoy día necesitamos adecuar muchas cosas de acuerdo a las exigencias de la época, por eso hemos hecho la reforma a los estatutos de la Conferencia que serán aprobados por la próxima asamblea ordinaria y enviados a Roma para la aprobación definitiva. Sobre esta base de estatutos reestructuraremos las comisiones, departamentos y secciones, para que respondan de una manera más efectiva a lo que hoy la Iglesia en Colombia está necesitando.
Fuera de eso queremos en el centenario realizar una serie de actividades que congreguen a la gente y le de la oportunidad de conocer lo que es y lo que hace la Iglesia... Pensamos publicar un libro especial que recoja la historia de los 100 años en una manera ágil, gráfica, con mucha fotografía y para eso requeriremos la colaboración de las diócesis y de particulares que tengan documentos de especial valor histórico, para que los aporten y puedan hacer parte de esa publicación del “libro de oro”.
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