jueves, mayo 10, 2007

DIA DE LA TIERRA: DEL CAOS A LA UTOPIA CREADORA

Fray GILBERTO HERNÁNDEZ GARCÍA, OFM
alvinxxi@yahoo.com.mx

Loado seas, mi Señor, por nuestra hermana la madre tierra, la cual nos sustenta y gobierna, y produce diversos frutos con coloridas flores y hierba.

En días pasados hemos celebrado el Día de la Tierra, que ha venido a recordarnos que hay que tomar decisiones urgentes que sean saludables para nuestra casa común. Desde que se puso en marcha esta conmemoración —en1970—, ha habido algunos avances, como la reducción del uso de muchos pesticidas y otros contaminantes han sido erradicados, sin embargo no ha sido suficiente. La voz de alarma que han dado los expertos en cambio climático nos está urgiendo a tomar medidas en todos los niveles.

Hace un par de años la Organización de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), presentó un informe en el que señalaba que Latinoamérica puede ser la más devastada del mundo por el deterioro ambiental en los próximos 30 años si no se toman medidas urgentes. El estudio revela cifras alarmantes en cuanto a la contaminación y pobreza que enfrenta el continente, y advierte que, de continuar la tendencia actual, el riesgo humano es elevado.

Según el Organismo de la ONU, más de tres millones de hectáreas de tierra en Latinoamérica están degradadas debido a la erosión del suelo por malas prácticas agrícolas, lo que equivale al 16 por ciento del total global; así mismo, en los últimos 30 años se perdieron 190 millones de hectáreas de bosques en la región, lo que representaría más del 40 por ciento de las pérdidas mundiales, que alcanzan un total de 418 millones de hectáreas.

Latinoamérica figura como la región más urbanizada del mundo en desarrollo, pues el 75 por ciento de sus habitantes viven en ciudades, las cuales presentan graves problemas en el acceso de agua potable, contaminación del aire, manejo de desechos sólidos y enfermedades relacionadas al ambiente. Tan sólo ciudades como Sao Paulo, Buenos Aires, México y Bogotá —señala el documento citado— producen 51,100 toneladas de basura cada día, y 80 millones de habitantes de la región son afectados en su salud por la contaminación atmosférica a pesar de que se redujo en 21 por ciento la producción de clorofluorocarbono (CFC), que daña la capa de ozono.

El sueño colectivo que muchos tenemos ante esta caótica situación no es el «desarrollo sostenible», que el neoliberalismo propone, sino —como lúcidamente ha dicho Leonardo Boff— «un modo de vida sostenible», que sea fruto del cuidado para con todo ser, particularmente para con todas las formas de vida y una respuesta responsable frente al destino común de la tierra y de la humanidad. Esta utopía implica entender «la humanidad como parte de un vasto universo en evolución» y la «tierra como nuestro hogar, y viva»; supone también «vivir el espíritu de parentesco con toda vida», «con reverencia, el misterio de la existencia; con gratitud, el don de la vida que utiliza racionalmente los bienes escasos para no perjudicar al capital natural a las generaciones futuras; ellas también tienen derecho a un planeta sostenible y con buena calidad de vida».

El mismo teólogo brasileño sugiere que, en el cuidado de nuestro entorno, desde la acción particular de cada uno y en colectivo, además de la práctica de las tres famosas erres (reducir, reutilizar y reciclar) hay que añadir una cuarta: rearborizar o reforestar todo el planeta, «ya que son las plantas las que capturan el dióxido de carbono y reducen considerablemente el calentamiento global».

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