Todas las instituciones, por estar conformadas por seres humanos, tienen a lo largo de su existencia momentos de crisis que, bien aprovechados, sirven para el fortalecimiento de la misma a través de la purificación y reevaluación.
Hay que ser conscientes que nunca estaremos exentos de las dificultades; en cualquier momento de nuestra vida, tarde o temprano, es inevitable que padezcamos el rigor de las alteraciones climáticas, de la enfermedad, de la decepción amorosa, de las calumnias, persecuciones y la muerte, vividas en nuestra propia piel o experimentadas a través de familiares, amigos y, aún, personas lejanas y desconocidas.
¿Cómo manejar estas situaciones? ¿Qué hacer? Como cristianos, aunque suene repetitivo, lo primero es una profunda convicción y seguridad de que Dios está con nosotros; Él nos ayuda y sostiene, nos levanta y nos anima y, sin Él, realmente somos nada. En segundo lugar, el conocimiento de la Sagrada Escritura nos provee y hace descubrir herramientas y soluciones: la serenidad, la calma, la esperanza, la confianza y el deseo de vivir.
Jesús, maestro de las emociones, experimentó los momentos más difíciles que un ser humano puede tener. Aunque Él no consideraba a nadie enemigo, el Señor supo moverse en medio de las trampas, acechos y, hasta en el mismo momento del prendimiento, mostró serenidad; es más, pudo compartir alimentos, entonar salmos y mantener una posición firme frente al poder religioso y político que en ese momento lo aprisionaba. De sus labios no brotaron palabras amenazantes que mostraran que había perdido la calma, pero tampoco su firmeza.
Generalmente, todo acontecimiento confuso genera miedo en muchas ocasiones deserción. Cuando hay dinero, belleza, éxito, cuando las cosas están en cierta calma, es fácil ser fiel. Cuando el Señor sanaba, predicaba y daba de comer, muchos eran sus seguidores. Por el contrario, al estar en la cruz, el evangelio de Marcos manifiesta que "todos lo abandonaron" y el evangelio de Juan dice que "al pie de la cruz estaba el discípulo amado y unas cuantas mujeres".
¡Qué fácil! Salimos corriendo cuando hay dificultades. ¿Jesús abandonó su lugar o su misión cuando lo abofetearon, cuando lo humillaron, cuando le colocaron una corona de espinas? Cuando hay auténtico amor el signo es la firmeza y solidaridad frente a la familia, la institución, la patria, frente a Dios.
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