Unidad pastoral Nuestra Señora de la Candelaria
Una comunidad que busca el Amor de Dios
Una comunidad que busca el Amor de Dios
Por Julio Giraldo
El Pueblito no es un barrio común y corriente, es una urbanización en el sur de Barranquilla que comenzó su proceso de formación hace aproximadamente unos 35 años cuando sus primeros fundadores comenzaron a construir sus casas en terrenos pantanosos y de muy difícil acceso; fueron tierras compradas a muy buen precio y, en la mayoría de las veces, negociadas con los políticos a punta de votos; fue entonces una gran oportunidad para que muchas familias necesitadas de vivienda pudieran realizar su sueño de tener un ranchito propio. Como siempre, las necesidades principales fueron la del agua y vías de penetración, sus calles eran lodazales y la gente tenía que ingeniárselas para poder caminar por ellas; en cuanto al agua, debieron esperar mucho tiempo hasta que un buen día el alcalde de turno les llevo el preciado liquido.
En está Urbanización no se podría decir que su gente viven en la pobreza absoluta ya que la mayoría, sin ser ricos, sí tienen sus trabajos, sus propios negocios, y su rebusque que les permite vivir dignamente; son familias un poco apáticas a lo religioso y, a diferencia de otros barrios, aquí no asisten a los cultos evangélicos ni a la Iglesia católica, parece ser que la parte religiosa poco les importa. Pero como en todas partes, a pesar de está situación, desde el comienzo de la urbanización algunas personas se interesaron por crear una junta con el fin de trabajar por la construcción de un templo católico; antes del año 1980, la señora Carmen de Corneo, una de las primeras pobladoras del sector, se movía por todas partes buscando un sacerdote que al menos los domingos celebrara la santa misa en su sector. No era fácil la misión, pero ella insistía de tal manera que esto se volvió prácticamente una obsesión para esta noble señora; trabajó e insistió tanto por sus principios religiosos hasta que logró contactarse con el padre Carvajal, un anciano sacerdote de los misioneros Javerianos de Yarumal, curtido misionero en las inhóspitas selvas colombianas, quien aceptó gustoso colaborar celebrando la eucaristía los domingos así entrando en burro o nadando sobre el pantano.
Así entonces comienza la presencia de la Iglesia Católica en este sector y lentamente se va formando la pequeña comunidad que se entusiasma y comienza a pensar en contar con un centro de culto permanente. Es esta la primera etapa en donde se comienza a gestar la idea del templo católico, ya que más adelante llegan los padres holandeses de la comunidad de San Camilo e inician todo un proceso de evangelización y motivación a la comunidad para que se organicen y hagan realidad su proyecto de comunidad eclesial; se conforman entonces los comités y, como en toda naciente comunidad, realizan festivales, rifas y todo lo que pueden para construir su templo parroquial; no fue tan difícil porque los camilos con ayudas de su país muy pronto construyeron una pequeña pero muy acogedora y moderna capilla que fue consagrada solemnemente por monseñor Félix María Torres Parra y creada como parroquia el 28 de enero de 1999 según decreto 1393.
Los padres Camilos prácticamente construyen la comunidad y su capilla pero, por sus múltiples ocupaciones en el barrio La Paz con su famosa obra de San Camilo, entregan la parroquia y se nombra como su primer párroco al padre Mario Lujan, aunque antes sin ser parroquia había estado el padre Marcos Lopera quien conquistó el corazón de estos feligreses que vieron en él a un amigo y un guía espiritual que compartía con ellos sus tristezas y alegrías. Con un estilo pastoral muy parecido al del padre Lopera, llega entonces el padre Mario Lujan lo que le permite darle continuidad, seguir creando conciencia cristiana dentro de sus feligreses, e iniciar la vida jurídica como parroquia, es decir crea las estructuras. Sucede al padre Lujan el padre Mario Escorcia, quien recibe una comunidad bien formada y motivada lo que también le permitió iniciar toda una renovación pastoral; los diferentes grupos se movieron, se crearon nuevas estructuras, florecieron los grupos juveniles y se crearon las comunidades neocatecumenales como una novedad pastoral que antes no habían vivido los habitantes de estos sectores; en la parte material, se hicieron grandes mejoras en las instalaciones parroquiales; luego del padre Escorcia es nombrado el padre José de Armas, quien realiza su trabajo con amor, calladamente y de acuerdo a su propio y especial carisma.
La Parroquia Hoy:
Han pasado ya muchos años. El sector del barrio el Pueblo ha mejorado notablemente en cuanto a servicios públicos y sus gentes también han progresado ya que sus primitivas casitas lucen mejoradas y no se ve tanta pobreza como en otros barrios; en cuanto a la parte religiosa, sigue vigente la apatía y tan solo unas cuantas personas o familias se comprometen de verdad con el plan pastoral de la parroquia. En la actualidad está a cargo el padre Julio Cesar Ortiz recién nombrado como párroco por monseñor Rubén Salazar; este sacerdote es barranquillero pero estudio en Medellín y allí se ordenó como sacerdote del Camino Neocatecumenal. Por bendición de Dios y por una deferencia de Monseñor Alberto Giraldo, es trasladado a su tierra natal para que ejerza su ministerio en la parroquia de Nuestra Señora de la Candelaria, en donde estuvo muy contento tratando de reconstruir la comunidad en medio de muchas dificultades como la inseguridad, la violencia entre las familias, las separaciones matrimoniales, el alcoholismo y el desempleo, pero en medio de todas estas dificultades, existen ciertamente algunos grupos de apostolado con los cuales se realiza un intenso trabajo para lograr construir las estructuras del plan pastoral de la Arquidiócesis.
Existían también dos comunidades neocatecumenales, ya no queda sino una pero muy comprometida. Diariamente la comunidad va creciendo lo cual es un signo alentador para su párroco, como lo es también el hecho de que con tan pocos feligreses comprometidos, cuando se programa alguna actividad para recolectar fondos para el arreglo de la iglesia, o alguna necesidad urgente, en medio de la pobreza la gente responde y es generosa.
La Iglesia luce hoy bien limpia, se han hecho algunos arreglos urgentes y se construyó la capilla del Santísimo; el padre Ortiz se encuentra casi de tiempo completo en su parroquia y dispuesto a servir y atender las necesidades espirituales de sus feligreses, quienes con mucha frecuencia acuden a él en la búsqueda de ayuda en medio de sus dificultades diarias.
El Pueblito no es un barrio común y corriente, es una urbanización en el sur de Barranquilla que comenzó su proceso de formación hace aproximadamente unos 35 años cuando sus primeros fundadores comenzaron a construir sus casas en terrenos pantanosos y de muy difícil acceso; fueron tierras compradas a muy buen precio y, en la mayoría de las veces, negociadas con los políticos a punta de votos; fue entonces una gran oportunidad para que muchas familias necesitadas de vivienda pudieran realizar su sueño de tener un ranchito propio. Como siempre, las necesidades principales fueron la del agua y vías de penetración, sus calles eran lodazales y la gente tenía que ingeniárselas para poder caminar por ellas; en cuanto al agua, debieron esperar mucho tiempo hasta que un buen día el alcalde de turno les llevo el preciado liquido.
En está Urbanización no se podría decir que su gente viven en la pobreza absoluta ya que la mayoría, sin ser ricos, sí tienen sus trabajos, sus propios negocios, y su rebusque que les permite vivir dignamente; son familias un poco apáticas a lo religioso y, a diferencia de otros barrios, aquí no asisten a los cultos evangélicos ni a la Iglesia católica, parece ser que la parte religiosa poco les importa. Pero como en todas partes, a pesar de está situación, desde el comienzo de la urbanización algunas personas se interesaron por crear una junta con el fin de trabajar por la construcción de un templo católico; antes del año 1980, la señora Carmen de Corneo, una de las primeras pobladoras del sector, se movía por todas partes buscando un sacerdote que al menos los domingos celebrara la santa misa en su sector. No era fácil la misión, pero ella insistía de tal manera que esto se volvió prácticamente una obsesión para esta noble señora; trabajó e insistió tanto por sus principios religiosos hasta que logró contactarse con el padre Carvajal, un anciano sacerdote de los misioneros Javerianos de Yarumal, curtido misionero en las inhóspitas selvas colombianas, quien aceptó gustoso colaborar celebrando la eucaristía los domingos así entrando en burro o nadando sobre el pantano.
Así entonces comienza la presencia de la Iglesia Católica en este sector y lentamente se va formando la pequeña comunidad que se entusiasma y comienza a pensar en contar con un centro de culto permanente. Es esta la primera etapa en donde se comienza a gestar la idea del templo católico, ya que más adelante llegan los padres holandeses de la comunidad de San Camilo e inician todo un proceso de evangelización y motivación a la comunidad para que se organicen y hagan realidad su proyecto de comunidad eclesial; se conforman entonces los comités y, como en toda naciente comunidad, realizan festivales, rifas y todo lo que pueden para construir su templo parroquial; no fue tan difícil porque los camilos con ayudas de su país muy pronto construyeron una pequeña pero muy acogedora y moderna capilla que fue consagrada solemnemente por monseñor Félix María Torres Parra y creada como parroquia el 28 de enero de 1999 según decreto 1393.
Los padres Camilos prácticamente construyen la comunidad y su capilla pero, por sus múltiples ocupaciones en el barrio La Paz con su famosa obra de San Camilo, entregan la parroquia y se nombra como su primer párroco al padre Mario Lujan, aunque antes sin ser parroquia había estado el padre Marcos Lopera quien conquistó el corazón de estos feligreses que vieron en él a un amigo y un guía espiritual que compartía con ellos sus tristezas y alegrías. Con un estilo pastoral muy parecido al del padre Lopera, llega entonces el padre Mario Lujan lo que le permite darle continuidad, seguir creando conciencia cristiana dentro de sus feligreses, e iniciar la vida jurídica como parroquia, es decir crea las estructuras. Sucede al padre Lujan el padre Mario Escorcia, quien recibe una comunidad bien formada y motivada lo que también le permitió iniciar toda una renovación pastoral; los diferentes grupos se movieron, se crearon nuevas estructuras, florecieron los grupos juveniles y se crearon las comunidades neocatecumenales como una novedad pastoral que antes no habían vivido los habitantes de estos sectores; en la parte material, se hicieron grandes mejoras en las instalaciones parroquiales; luego del padre Escorcia es nombrado el padre José de Armas, quien realiza su trabajo con amor, calladamente y de acuerdo a su propio y especial carisma.
La Parroquia Hoy:
Han pasado ya muchos años. El sector del barrio el Pueblo ha mejorado notablemente en cuanto a servicios públicos y sus gentes también han progresado ya que sus primitivas casitas lucen mejoradas y no se ve tanta pobreza como en otros barrios; en cuanto a la parte religiosa, sigue vigente la apatía y tan solo unas cuantas personas o familias se comprometen de verdad con el plan pastoral de la parroquia. En la actualidad está a cargo el padre Julio Cesar Ortiz recién nombrado como párroco por monseñor Rubén Salazar; este sacerdote es barranquillero pero estudio en Medellín y allí se ordenó como sacerdote del Camino Neocatecumenal. Por bendición de Dios y por una deferencia de Monseñor Alberto Giraldo, es trasladado a su tierra natal para que ejerza su ministerio en la parroquia de Nuestra Señora de la Candelaria, en donde estuvo muy contento tratando de reconstruir la comunidad en medio de muchas dificultades como la inseguridad, la violencia entre las familias, las separaciones matrimoniales, el alcoholismo y el desempleo, pero en medio de todas estas dificultades, existen ciertamente algunos grupos de apostolado con los cuales se realiza un intenso trabajo para lograr construir las estructuras del plan pastoral de la Arquidiócesis.
Existían también dos comunidades neocatecumenales, ya no queda sino una pero muy comprometida. Diariamente la comunidad va creciendo lo cual es un signo alentador para su párroco, como lo es también el hecho de que con tan pocos feligreses comprometidos, cuando se programa alguna actividad para recolectar fondos para el arreglo de la iglesia, o alguna necesidad urgente, en medio de la pobreza la gente responde y es generosa.
La Iglesia luce hoy bien limpia, se han hecho algunos arreglos urgentes y se construyó la capilla del Santísimo; el padre Ortiz se encuentra casi de tiempo completo en su parroquia y dispuesto a servir y atender las necesidades espirituales de sus feligreses, quienes con mucha frecuencia acuden a él en la búsqueda de ayuda en medio de sus dificultades diarias.
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