En el marco de la celebración del amor y la amistad también la Iglesia, a través de una serie de semanas de reflexión, nos ha estado invitando a mirar y comprometernos frente al sufrimiento del enfermo, del anciano y el desprotegido.
Casi de forma inmediata, irrumpe la "Semana de Oración por la Paz y de los Derechos Humanos" y quedamos a la espera del "Mes de la Biblia". Como nos podemos dar cuenta son diferentes momentos, pero íntimamente relacionados y orientados a un sólo fin: entender, defender y saber vivir la vida. Porque está claro que el hombre, en la medida que sea sensible la presencia de Dios en su ser y hacer, sólo en esa medida tendrá una reacción y una decisión oportuna y coherente frente al aborto, la eutanasia, las violaciones, el secuestro y todos los signos de muerte que conviven en los hogares con el maltrato, la desidia y la ruptura familiar.
Vivir no es sólo comer, vestirse y divertirse; vivir es encontrar el valor de los demás, pero sobre todo es descubrir a Dios desde lo más insignificante hasta lo más complejo: la salud, el alimento, el trabajo, los amigos, el nacimiento de un nuevo ser, la ayuda, el sol, la fauna, la flora... Cuando seamos conscientes que el Señor está presente y nos acompaña, a pesar de la escasez material, aprenderemos a disfrutar la vida temporal y a tener esperanza de ser llamados a lo eterno.
Casi de forma inmediata, irrumpe la "Semana de Oración por la Paz y de los Derechos Humanos" y quedamos a la espera del "Mes de la Biblia". Como nos podemos dar cuenta son diferentes momentos, pero íntimamente relacionados y orientados a un sólo fin: entender, defender y saber vivir la vida. Porque está claro que el hombre, en la medida que sea sensible la presencia de Dios en su ser y hacer, sólo en esa medida tendrá una reacción y una decisión oportuna y coherente frente al aborto, la eutanasia, las violaciones, el secuestro y todos los signos de muerte que conviven en los hogares con el maltrato, la desidia y la ruptura familiar.
Vivir no es sólo comer, vestirse y divertirse; vivir es encontrar el valor de los demás, pero sobre todo es descubrir a Dios desde lo más insignificante hasta lo más complejo: la salud, el alimento, el trabajo, los amigos, el nacimiento de un nuevo ser, la ayuda, el sol, la fauna, la flora... Cuando seamos conscientes que el Señor está presente y nos acompaña, a pesar de la escasez material, aprenderemos a disfrutar la vida temporal y a tener esperanza de ser llamados a lo eterno.
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