SEMANA SANTA: PARA VIVIRLA EN SERIO
El día de la madre se puede celebrar todos los días y en esa medida podríamos asumir todas las celebraciones y festejos del año. Sin embargo, cuando se resalta un día especial para celebrar un acontecimiento, se nos abre la posibilidad de ir más profundamente hacia el sentido de lo que se celebra. En realidad todos los días son santos y, depende en gran medida, de la plena consciencia humana para vivirlos en el Señor. Pero la Iglesia, movida en una amplia pedagogía nos ayuda, a través de signos y símbolos, a conmemorar el Misterio de Cristo, muerto y resucitado. Misterio que en Semana Santa encarnamos y que nos ayuda a hacernos más sensibles y más humanos.
No podemos descartar y mucho menos ignorar que las presiones laborales, el bullicio y el deseo de diversión y descanso nos arrebatan la posibilidad de vivir con entrega los misterios del Señor. San Pablo, a través de sus escritos, constantemente recordaba a los creyentes el compromiso de vida nueva asumido a través de la Pascua de Resurrección: “Les digo, pues, y les recomiendo con insistencia en el nombre del Señor, que no vivan como viven los paganos: vacíos de pensamiento, oscurecida la mente y alejados de la vida de Dios a causa de su ignorancia y su terquedad… ¡No es eso lo que ustedes han aprendido sobre Cristo, porque supongo que han oído hablar de él y que, en conformidad con la auténtica doctrina de Jesús, les enseñaron como cristianos a renunciar a su conducta anterior y al hombre viejo corrompido por seductores apetitos. De este modo se renuevan espiritualmente y se revisten del hombre nuevo creado a imagen de Dios, para llevar una vida verdaderamente recta y santa.”
Aún celebrando los diferentes momentos de la Semana Santa puede quedar la sensación, sino se medita con seriedad, de que, como casi siempre, nos quedamos en la superstición, en el populismo y no con la esencia que nos revela cada uno de estos días. Así, el Domingo de Ramos, le damos más importancia al ramo que al triunfo del Señor; el Jueves Santo a la escenificación de la cena y a las correrías por los diferentes templos, que al misterio eucarístico y al mandato del amor; el Viernes Santo, puede robarnos la atención la procesión con el Santo Sepulcro y no la muerte redentora en el madero de la cruz; la Vigilia Pascual, el tener botellas con agua bendita y no la victoria Cristo a través de la Resurrección.
Con la Pascua se vence el pecado y la muerte y se nos abre el camino de vida nueva en el Señor, experimentada a través del perdón, de la justicia y la paz.
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