Por JAIME ALBERTO MARENCO MARTÍNEZ
Delegado de Comunicaciones y Relaciones Públicas
Arquidiócesis de Barranquilla
El Señor quiso que los últimos momentos de la existencia terrena de Monseñor Félix María Torres Parra, Arzobispo Emérito de Barranquilla, fueran durante la Misa Crismal el pasado 3 de abril; precisamente la celebración en que los presbíteros renuevan sus promesas sacerdotales como una manifestación de la comunión existente entre el Obispo y su Presbiterio en el único y mismo sacerdocio y ministerio de Cristo. Una celebración que Monseñor Torres presidió durante doce años en esta Iglesia particular y que, según los comentarios de sus más allegados, vivía de manera especial.
“Por eso, al gozo de estar reunidos hoy como Iglesia, unimos el gozo de la llegada de Monseñor Torres Parra a la Casa del Padre”, expresó Monseñor Rubén Salazar Gómez, Arzobispo de Barranquilla, a los más de dos mil fieles que estaban en la Catedral Metropolitana para participar en la celebración eucarística del Martes Santo. Y continuó diciendo en su comentario inicial de la Misa Crismal al referirse a Monseñor Félix María: “Sentimos que él se aleje de nosotros físicamente, pero sentiremos a partir de su llegada a la morada eterna su presencia de una manera nueva: como el gran intercesor ante el Padre para que esta Iglesia de Barranquilla pueda seguir caminando siempre adelante como comunidad de fe, esperanza y amor, hasta que un día podamos encontrarnos todos juntos para celebrar la Pascua en la casa del cielo”.
UN HOMBRE SENCILLO, UN HOMBRE DE DIOS, UN HOMBRE DE IGLESIA
Monseñor Torres Parra nació el 12 de julio de 1923, en Yaguará, una pequeña población del Departamento del Huila.
De su familia, sencilla y humilde, está el recuerdo de sus padres: Cenón Torres y Ascensión Parra. Fue el mayor de seis hermanos, entre los cuales se cuenta una religiosa y un sacerdote, ya fallecido. Los estudios de primaria los hizo en su propia casa bajo la orientación de una tía maestra y de allí, a la edad de 10 años, pasó al seminario para hacer el bachillerato.
Al consultar el libro “Una vida de amor y servicio a la Iglesia”, escrito por el padre Jorge Becerra con el apoyo periodístico de Julio Giraldo, se encuentran datos muy precisos sobre la vida del prelado y, entre todos, sin darle lugar a la duda, llama la atención el relacionado con su primera comunión, que la recibió a los tres años y medio, el 24 de diciembre de 1926.
“El 23 de diciembre se le ocurrió al padre cuando me vio allí, y al verme asistir todos los días, preguntarme delante de todos, el catecismo. Vio que lo sabía, pues me lo habían enseñado en la casa. Entonces me dijo: ‘Mijito, haces mañana la primera comunión, aun cuando tengas tres años y medio’... Total que esa noche se pusieron a hacerme el vestido, y según me contaban después, yo hice la primera comunión con un mameluco de marinero. Todo eso explica porqué a los 10 años en que fui al seminario, para mí era la cosa más natural, más lógica, ser sacerdote”, cita el mismo Monseñor Félix en el libro del padre Becerra.
Tomó sotana a los 15 años de edad, empezó a recibir órdenes menores a los 17 y terminó en el seminario antes de cumplir 21 años. Pero esta edad era impedimento para recibir el subdiaconado, que era en ese tiempo el paso en que el futuro presbítero se ataba definitivamente a la Iglesia. Recibió la ordenación sacerdotal a los 22 años de edad, el 9 de junio de 1946, después de recibir una dispensa de la Santa Sede, pues en esa época la edad requerida para ordenarse presbiteralmente era de 24 años. Estudió derecho canónico en la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá.
Fue ordenado Obispo el 24 de julio de 1966. Desde entonces se desempeñó como Obispo Auxiliar de Cartagena y luego pasó a ser Administrador Apostólico de la Diócesis de Santa Rosa de Osos. Fue el primer Obispo de la Diócesis de Sincelejo, donde estuvo 12 años y medio, para luego pasar, en 1981, a la Diócesis de Santa Marta, en la que estuvo casi siete años.
Fue Arzobispo de Barranquilla para suceder a monseñor Germán Villa Gaviria, quien se acogía a la ley del retiro por edad que establece la Iglesia Católica para sus obispos al cumplir 75 años. Monseñor Torres Parra llegó a Barranquilla el 11 de julio de 1987, a las 10:00 de la mañana, y fue recibido en el Puente Pumarejo por un comité del que hicieron parte la entonces Alcaldesa de la ciudad, Miriam Llinás de Ovalle, y Gerardo Certain, Gobernador del Atlántico.
Su gobierno en la Arquidiócesis de Barranquilla lo ejerció hasta el año 1999, cuando la Santa Sede acepta su renuncia por haber cumplido la edad de retiro de los obispos, es decir, 75 años. Lo sucedió monseñor Rubén Salazar Gómez, actual Arzobispo de Barranquilla.
Monseñor Félix María murió a la edad de 83 años y sus últimos meses los vivió en la Casa Sacerdotal, donde la Arquidiócesis aloja a sus obispos y sacerdotes ancianos, para que reciban los cuidados de las religiosas de la comunidad Auxiliadoras de Cristo Sacerdote.
Delegado de Comunicaciones y Relaciones Públicas
Arquidiócesis de Barranquilla
El Señor quiso que los últimos momentos de la existencia terrena de Monseñor Félix María Torres Parra, Arzobispo Emérito de Barranquilla, fueran durante la Misa Crismal el pasado 3 de abril; precisamente la celebración en que los presbíteros renuevan sus promesas sacerdotales como una manifestación de la comunión existente entre el Obispo y su Presbiterio en el único y mismo sacerdocio y ministerio de Cristo. Una celebración que Monseñor Torres presidió durante doce años en esta Iglesia particular y que, según los comentarios de sus más allegados, vivía de manera especial.
“Por eso, al gozo de estar reunidos hoy como Iglesia, unimos el gozo de la llegada de Monseñor Torres Parra a la Casa del Padre”, expresó Monseñor Rubén Salazar Gómez, Arzobispo de Barranquilla, a los más de dos mil fieles que estaban en la Catedral Metropolitana para participar en la celebración eucarística del Martes Santo. Y continuó diciendo en su comentario inicial de la Misa Crismal al referirse a Monseñor Félix María: “Sentimos que él se aleje de nosotros físicamente, pero sentiremos a partir de su llegada a la morada eterna su presencia de una manera nueva: como el gran intercesor ante el Padre para que esta Iglesia de Barranquilla pueda seguir caminando siempre adelante como comunidad de fe, esperanza y amor, hasta que un día podamos encontrarnos todos juntos para celebrar la Pascua en la casa del cielo”.
UN HOMBRE SENCILLO, UN HOMBRE DE DIOS, UN HOMBRE DE IGLESIA
Monseñor Torres Parra nació el 12 de julio de 1923, en Yaguará, una pequeña población del Departamento del Huila.
De su familia, sencilla y humilde, está el recuerdo de sus padres: Cenón Torres y Ascensión Parra. Fue el mayor de seis hermanos, entre los cuales se cuenta una religiosa y un sacerdote, ya fallecido. Los estudios de primaria los hizo en su propia casa bajo la orientación de una tía maestra y de allí, a la edad de 10 años, pasó al seminario para hacer el bachillerato.
Al consultar el libro “Una vida de amor y servicio a la Iglesia”, escrito por el padre Jorge Becerra con el apoyo periodístico de Julio Giraldo, se encuentran datos muy precisos sobre la vida del prelado y, entre todos, sin darle lugar a la duda, llama la atención el relacionado con su primera comunión, que la recibió a los tres años y medio, el 24 de diciembre de 1926.
“El 23 de diciembre se le ocurrió al padre cuando me vio allí, y al verme asistir todos los días, preguntarme delante de todos, el catecismo. Vio que lo sabía, pues me lo habían enseñado en la casa. Entonces me dijo: ‘Mijito, haces mañana la primera comunión, aun cuando tengas tres años y medio’... Total que esa noche se pusieron a hacerme el vestido, y según me contaban después, yo hice la primera comunión con un mameluco de marinero. Todo eso explica porqué a los 10 años en que fui al seminario, para mí era la cosa más natural, más lógica, ser sacerdote”, cita el mismo Monseñor Félix en el libro del padre Becerra.
Tomó sotana a los 15 años de edad, empezó a recibir órdenes menores a los 17 y terminó en el seminario antes de cumplir 21 años. Pero esta edad era impedimento para recibir el subdiaconado, que era en ese tiempo el paso en que el futuro presbítero se ataba definitivamente a la Iglesia. Recibió la ordenación sacerdotal a los 22 años de edad, el 9 de junio de 1946, después de recibir una dispensa de la Santa Sede, pues en esa época la edad requerida para ordenarse presbiteralmente era de 24 años. Estudió derecho canónico en la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá.
Fue ordenado Obispo el 24 de julio de 1966. Desde entonces se desempeñó como Obispo Auxiliar de Cartagena y luego pasó a ser Administrador Apostólico de la Diócesis de Santa Rosa de Osos. Fue el primer Obispo de la Diócesis de Sincelejo, donde estuvo 12 años y medio, para luego pasar, en 1981, a la Diócesis de Santa Marta, en la que estuvo casi siete años.
Fue Arzobispo de Barranquilla para suceder a monseñor Germán Villa Gaviria, quien se acogía a la ley del retiro por edad que establece la Iglesia Católica para sus obispos al cumplir 75 años. Monseñor Torres Parra llegó a Barranquilla el 11 de julio de 1987, a las 10:00 de la mañana, y fue recibido en el Puente Pumarejo por un comité del que hicieron parte la entonces Alcaldesa de la ciudad, Miriam Llinás de Ovalle, y Gerardo Certain, Gobernador del Atlántico.
Su gobierno en la Arquidiócesis de Barranquilla lo ejerció hasta el año 1999, cuando la Santa Sede acepta su renuncia por haber cumplido la edad de retiro de los obispos, es decir, 75 años. Lo sucedió monseñor Rubén Salazar Gómez, actual Arzobispo de Barranquilla.
Monseñor Félix María murió a la edad de 83 años y sus últimos meses los vivió en la Casa Sacerdotal, donde la Arquidiócesis aloja a sus obispos y sacerdotes ancianos, para que reciban los cuidados de las religiosas de la comunidad Auxiliadoras de Cristo Sacerdote.
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