jueves, julio 12, 2007

LA VERDADERA DEVOCIÓN MARIANA

Este 16 de julio honramos el nombre de María Santísima bajo el título de Nuestra Señora del Carmen.

Por JUAN ÁVILA ESTRADA, Pbro.
Párroco de las Unidades Pastorales San Carlos Borromeo y Padre Nuestro.

Después de las personas de La Trinidad, la figura de María resulta preponderante en la Sagrada Escritura. Ella es considerada en la Iglesia como modelo perfecto de la humanidad creada, ella ha sido el regalo de Cristo en la cruz para el mundo creyente. Su nombre es exaltado en diferentes oportunidades durante todo el año litúrgico. Los diferentes nombres que le otorgamos resaltan características de su personalidad y de su vida. Precisamente este 16 de julio honramos el nombre de María bajo el título de Nuestra Señora del Carmen.

Esta advocación ha encontrado gran acogida en el pueblo cristiano, sobre todo entre los conductores, al ser ella declarada Patrona de todos los que manejan un vehículo. Al rededor de su presencia se han ido entretejiendo toda clase de celebraciones, no siempre del modo más piadoso posible, por lo que su verdadera naturaleza se ha ido desdibujando para muchos que desconocen lo que ella significa para todos los que creemos en Cristo.

Ser devotos de María, Nuestra Señora del Carmen, es mucho más que exhibir una imagen suya en la puerta de nuestra casa en compañía de un gran “picó” o de salir procesionalmente en romería popular a las calles al son de papayeras y voladores.

Hay cosas en nuestra espiritualidad de cristianos católicos que es necesario entender profundamente para que toda expresión popular vaya encaminada a fortalecer nuestra fe y no nos conviertan en un espectáculo circense en donde todos los que nos ven menean la cabeza y se burlan de nosotros por no haber captado la esencia de lo que confesamos.

Partamos del hecho, entonces, de lo que significa ser un cristiano mariano:

1. La verdadera espiritualidad mariana no se queda en la persona de María. Ella, frente a Jesucristo, es lo que la luna al sol: un simple reflejo de su belleza. María nos conduce hasta Jesús, el Salvador.
2. Un verdadero mariano se deja guiar de la mano de nuestra Señora hasta los pies de su Hijo Jesús; nunca pretende quedarse ella con aquellos a quienes está llamada a conducir.
3. Una persona que ame a María asume de ella su capacidad para orar. No puede entenderse un hijo de María que no reproduzca en su vida el corazón orante de su madre.
4. Un auténtico mariano tiene como frase de combate aquella que María pronunció como legado espiritual a toda la humanidad: “Hagan lo que él les dice”. Es decir, quien ama a María posee una inquebrantable voluntad para hacer la voluntad de Dios, del mismo modo que ella lo hizo.
5. Quien ama a María, vive vida de Iglesia, de comunidad; no se aísla pensando que es capaz de permanecer fiel al amor de Dios de manera individualista. Todo mariano se congrega, participa de la Eucaristía, lee la Palabra de Dios, ama a su prójimo.
6. Quien ama a Nuestra Señora vive la vida sacramental para permanecer como ella, lleno de gracia. Además, es capaz de entender las dificultades y los dolores siendo fiel hasta el extremo de permanecer junto a la cruz cuantas veces sea necesario.

En fin, estamos ante la posibilidad de mantener una fiel expresión de nuestra fe en Jesucristo, el Hijo de María. Ella no es sólo una imagen adornada con flores y engalanada con vestidos cargados de pedrería, sino fundamentalmente la creatura más perfecta creada por Dios y entregada a la Iglesia viviente para que vea en ella un modelo de santidad y de amor. Amó a su Hijo con entrega total, supo desde siempre que en él todas las cosas serían renovadas y que cada ser humano que acude a su maternal intercesión podrá sentir una cálida mano que lo va llevando poco a poco a los pies del Maestro y Señor.

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