jueves, julio 12, 2007

PARROQUIAS: AYER Y HOY DE LA FE

Por JULIO GIRALDO
Periodista

A orillas del Mar Caribe y rodeado de lindas colinas, desde lejos se divisa majestuoso el puerto por donde, hace ya muchos años, entró parte del progreso a nuestro país. Nos referimos al municipio de Puerto Colombia, el que en sus inicios hacía parte, jurídicamente, del municipio de Tubará, territorio ocupado por la cultura Mocaná.

Su origen data del año 1850, cuando un número significativo de familias originarias de Tubará y San Antonio de Salgar levantaron sus viviendas al pie de un cerro llamado Cupino, del cual derivó su nombre como “Cerro Cupino”, atraídos por la abundancia de pesca y la tranquilidad del territorio. Posteriormente, el caserío tomó el nombre de “Puerto Cisneros”, siendo cambiado por el de “Puerto Colombia” en el año 1888.

La historia religiosa que marcará para toda la vida a los porteños se produce cuando la imagen de la Madre de Dios, bajo la advocación del Carmelo, silenciosamente y luego de realizar un largo viaje en barco desde Barcelona, España, un día cualquiera del año 1903, entra triunfante por el muelle de Puerto Colombia y se queda oculta en uno de tantos guacales que rutinariamente entraban al puerto llenos de mercancías. La Virgen, sin dejarse ver de nadie, se queda acompañada de su hijo Jesús, en una de las bodegas del Terminal; contempla los lindos amaneceres y atardeceres con los cuales Dios ha premiado este paraíso natural; se ilumina con la luz radiante de las estrellas, y duerme arrullada por el rítmico sonido de las olas del mar, convirtiéndose en la protectora y guardiana de los trabajadores marítimos, de navegantes y pescadores, y de toda la gente que habita el puerto. Son dos años de silencio voluntario, porque la Virgen quiere ser la patrona del pueblo, y espera pacientemente el momento para salir de la bodega y, como reina bajada del cielo, decirle a los porteños: “Yo soy la Virgen del Monte Carmelo, ustedes son mis hijos, Dios me ha enviado con la misión de quedarme para siempre en este acogedor lugar”.

El momento llegó cuando en el año 1905, el general Diego De Castro, primer gobernador del Atlántico, programó una visita oficial al Puerto Marítimo. Para tan importante visitante, los trabajadores del puerto se dedicaron a hacer una limpieza general en todas las bodegas; de pronto observan un guacal, distinto a los demás y en total abandono... Pidieron permiso para abrirlo y, “santa sorpresa”, se encontraron con una bella y preciosa imagen de la Virgen del Carmen tallada en madera, de 1.90 centímetros de altura, rostro angelical y de mirada tierna y dulce. Aquellos humildes trabajadores cayeron de rodillas, alabaron y glorificaron a Dios y le rindieron culto de veneración a María Santísima bajo la advocación del Carmelo. Aquel día fue memorable para los porteños, se rezaron mil rosarios, las calles fueron engalanadas, sus habitantes se vistieron de fiesta y la imagen de la Virgen fue llevada en procesión con antorchas encendidas hasta la casa de Vicentica Peñate de Ariza, adscrita a la orden terciaría franciscana, lugar donde se guardaban los ornamentos para las celebraciones dominicales ya que no existía capilla, pero sí existía asistencia religiosa que por mucho tiempo estuvo a cargo de los padres Capuchinos y, más tarde, de los padres Jesuitas.

El milagro bajado del cielo y encontrado en un guacal, motivó de tal manera a los porteños que desde ese mismo momento comenzaron a organizarse para iniciar una vida eclesial plena. El primer templo fue una casa de adobe con techo de paja ubicada al pié del Cerro Cupino y el primer párroco oficial fue don Bernardino de Orijuela. En el año 1922, se inició la construcción del templó definitivo. Han ejercido su ministerio como párrocos, entre otros, los siguientes sacerdotes: Jorge Pérez Gómez, Tomás Nieto, Roberto Ariel Ávila, Luís Alberto Martínez, Atilio González, Néstor Anaya, Julio Ruiz, Carlos julio Macías, Eduardo Lara y Arquimedes González.

LA PARROQUIA HOY
Actualmente, el templo parroquial luce impecable con amplias naves, altar decoroso, lugar del Santísimo sobrio y con ambiente de oración y, en sitio privilegiado, la auténtica imagen de Nuestra Señora del Carmen.

Rigiendo los destinos espirituales del Santuario Mariano de Nuestra Señora del Carmen, se encuentra desde el primero de septiembre del año 2006, el joven sacerdote Arquimedes Alberto González Bustamante, quien dice estar muy feliz de encontrarse en una parroquia de gentes muy alegres, espontáneas y con la particularidad especial de ser una comunidad adulta en la fe, organizada y dispuesta a todos los requerimientos de la nueva evangelización. “Es un laicado comprometido y muy bien preparado que facilita el trabajo pastoral y el crecimiento de la comunidad”, afirma el padre Arquimedes.

La parroquia se encuentra organizada en cuatro células, buscando con ello una mejor atención pastoral para una población aproximada de 22 mil habitantes. La célula principal es el Santuario Mariano, desde donde se coordinan todas las actividades, y las otras tres son: Santa María Josefa, Santa María de la Fidelidad y Señor de los Milagros. Existen diversos grupos de apostolado que se reúnen frecuentemente con su párroco para coordinar su trabajo y recibir orientaciones; las eucaristías son acompañadas por grupos musicales integrados por niños, jóvenes y adultos.

El padre Arquimedes, muy a pesar de sus muchas ocupaciones y compromisos inherentes a su ministerio, atiende de tiempo completo su parroquia que tiene características especiales: Santuario Mariano, puerto turístico y una feligresía que se mueve entre lo moderno, lo tradicional y lo antiguo; se trata entonces de buscar el justo equilibrio entre lo uno y lo otro, y esto lo tiene muy claro el padre Arquimedes.

Para los festejos patronales de este año, se ha preparado un mensaje evangelizador para cada uno de los días de la novena, y en los días 15 y 16 de julio, máxima celebración de los porteños, el párroco y los agentes de pastoral han trabajado arduamente para lograr un acompañamiento que purifique la celebración mariana y la convierta en un acto piadoso de veneración a la Virgen María y de adoración y gloria a Cristo, Nuestro Señor.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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