martes, noviembre 23, 2010

TESTIMONIOS VOCACIONALES



A partir de esta edición de Kairós, encontrarás esta sección, en la cual conocerás la vida, testimonio y labor pastoral de los presbíteros de la Arquidiócesis de Barranquilla. Nuestro Papa Benedicto XVI, lo expresó, los sacerdotes deben ser testimonio vocacional para las nuevas generaciones.

Monseñor Luis Antonio Nova Rocha
Pastor prudente que guía los pasos de la Comunidad

Monseñor Luis Antonio es un obispo discreto, aparentemente tímido, pero de gran sabiduría, sensibilidad humana, fino sentido del humor y elegancia en el trato con los demás. Su misión evangelizadora la cumple calladamente y sin muchos alardes.

Nació el 30 de julio de 1943, en Subachoque, uno de los pueblos más bellos de la sabana de Bogotá, en el hogar conformado por don Marco Antonio Nova y la señora María Sagrario Rocha. Su padre, un hombre muy cristiano, dedicado a la construcción de barrios y casas con el antiguo crédito territorial.

Don Marco siempre educó a sus hijos con ternura, pero también con templanza y autoridad, siendo un testimonio de vida para sus hijos. En cuanto a la señora María Sagrario, fue una mujer digna de admirar, pues con total amor cuidó y formó a sus 12, sin duda, fue una santa mujer.

Monseñor Luis Antonio, es el tercero de los doce hijos de la familia Nova Rocha. Su niñez transcurrió en un ambiente sano y agradable, disfrutando de los paisajes naturales de su natal Subachoque y el amor de su familia. A diferencia de sus hermanos, fue el único que no pudo ser acólito en su pueblo, ya que no lo admitieron por inquieto. En cuanto a su querido y amado pueblo, Monseñor Nova, siempre carga en su billetera algunas fotografías que muestra con orgullo a sus amigos.

Ingresa al Seminario Menor
En aquella época, era costumbre que una vez los niños del pueblo terminaban su primaria, sus padres los enviaban a estudiar bachillerato a Bogotá y preferiblemente a internados, pero, con Monseñor Luis Antonio ocurrió diferente, por alguna razón, el párroco del pueblo, el padre Ricardo González le dio una recomendación para el Seminario Menor de Tunja y fue allí donde con la ayuda de sus formadores, lentamente fue afianzando su vocación sacerdotal.

Inicialmente pensó en ser militar, pero un día, cuando disfrutaba de sus vacaciones, asistió al sepelio de un pariente, un joven del pueblo que siendo militar fue asesinado en combate. Los protocolos, las banderas, los clarines, los honores y discursos no convencieron mucho a Luis Antonio, quien pensó: “de que sirven tantos honores, tanta solemnidad, para morir tan joven”. Esto lo llevó a olvidarse de lo militar y solamente a pensar en ser sacerdote.

Cuando terminó su bachillerato, ya estaba decidido, y, en la misma ciudad de Tunja hizo sus primeros dos años de filosofía, terminó en Medellín y luego ingresó a la Pontificia Universidad Javeriana en Bogotá donde estudió Teología.

Ordenación sacerdotal y ministerios que ha ejercido
Fue ordenado sacerdote, el 22 de agosto de 1968. Su primer ministerio como sacerdote lo ejerció en Nocaima como Vicario Cooperador, allí trabajó en la pastoral rural con jóvenes y maestros. Luego, por voluntad de su superior, fue trasladado al municipio de la Vega, primero de Vicario y luego como párroco, fueron 5 años de experiencia inolvidable, quedando en su mente gratos recuerdos de la gente de este municipio.

Al terminar su trabajo pastoral en La Vega, pasó a otra parroquia más urbana en el municipio de Madrid, allí estuvo desde 1975 hasta 1983.

Estando en Madrid, su Obispo, lo llamó para que le colaborara como tesorero de la Diócesis, trabajo que combinaba con el de párroco y en actividades académicas. En 1983, después de haber aplazado varias veces su viaje a Roma para estudiar, debido a la enfermedad de su señor padre, viajó a cursar estudios hasta 1985 cuando regresó para seguir sirviendo en su Diócesis. En 1993 se fundó el Seminario de Facatativá y fue nombrado como primer rector.

Lo nombran Obispo
El trabajo en el Seminario, fue fructífero y agradable, lo combinaba con otros ministerios, era profesor y dictaba clases en el Seminario Mayor de Bogotá.

En 2002 recibió la noticia de parte del señor Nuncio, quien le comunicaba que S.S. Juan Pablo II, le confería el honor de ser Obispo. Para el padre Luis Antonio Nova Rocha esto fue toda una sorpresa, ya que por su mente nunca había pasado la idea de que un día Dios lo premiaría con tan alta dignidad.

Llegó a Barranquilla en vísperas de Semana Santa, acompañado de algunos familiares. Se posesionó como Obispo Auxiliar el 9 de marzo de 2002 y recibió el aplauso y la aceptación de toda una feligresía.

Una vez, posesionado como Obispo Auxiliar de Monseñor Rubén Salazar Gómez, asumió su ministerio con amor y fidelidad. Su mayor gozo, es tener el privilegio de visitar la mayoría de las parroquias de la Arquidiócesis de Barranquilla, para él, es la experiencia más agradable en su vida de Obispo, pues le ha permitido tener contacto directo con las personas de las diferentes comunidades, escucharlos y entender sus problemas, esto sin duda, ha despertado en nuestro Obispo Auxiliar un alto grado de sensibilidad ante las angustias de los atlanticenses.




Por JULIO GIRALDO.
El envejecimiento de nuestros padres: Un gran reto para todos
Por José Miguel Díaz Moreno*

Todos nos preocupamos por la llegada del día de la madre o del padre, que entre otras cosas, no tiene fecha definida, pero este día más que celebrarlo y entregarle un obsequio a nuestros padres, nos debe llevar a reflexionar que es más importante tomarnos un tiempo para pensar en que será de nuestros padres cuando lleguen a cierta edad.

Llega un momento de la vida, en que los hijos se convierten en los padres de sus padres, por vejez o enfermedad de éstos. Asumir esta etapa no siempre es fácil, pues se está acostumbrado a verlos llenos de vitalidad, energía e independencia. ¿Cómo prepararse para esta situación o cómo afrontarla si ya está presente?

La responsabilidad como hijos adultos, es velar por el bienestar de los padres. Aunque no se debiera tomar como una forma de recompensarles todo lo que han hecho por nosotros, sí es un compromiso que deja la tranquilidad del deber cumplido, habiendo entregado todo el amor que durante tantos años se recibió de ellos. Por eso, cuando llega la vejez, es cuando mejor hijo se debe ser, es el verdadero momento de servirles, ser su apoyo y mayor fuente de afecto.

Son dos choques a los que nos veremos enfrentados al momento que nuestros padres lleguen a la tercera edad, el primero, es aceptar que los padres ya no son los mismos de antes, ahora probablemente están enfermos, comienzan a tener pequeños olvidos, se quejan de algunas dolencias físicas y se pueden volver algo obstinados, lo que demandará cada vez más, los cuidados de la familia; ya no son ellos quienes sirven a los hijos, sino los hijos a ellos. Así que habrá un cambio de rol, ahora seremos sus padres.

“Los hijos están acostumbrados a ser hijos: no sabemos cómo se hace, no terminamos de tener claro si tenemos que tomar decisiones por ellos o no y, a la vez, en muchos casos los padres toman decisiones que nos involucran como insistir en seguir viviendo solos, mientras muchas veces el hijo se preocupa porque les suceda algo que ponga en riesgo sus vidas”, expresa Elia Toppelberg, psicóloga especializada en tercera edad.

Este cambio de mentalidad, es decir, la asimilación del envejecimiento de los padres, puede ser una realidad difícil de aceptar para algunas personas, haciéndose manifiesto mediante rabia, impaciencia, reclamos a los padres con frases fuertes como por ejemplo: “mamá no te acuerdas que ya te había dicho…”, “ya no puedes salir sola, ¿no entiendes?”… Así mismo, el otro punto y reto a seguir, es que la situación obliga a conciliar la propia vida -cónyuge, hijos, trabajo, hogar- con los nuevos requerimientos de los padres.

En numerosas casos, esta demanda de tiempo por parte de los padres, puede provocar problemas en el propio núcleo familiar del hijo. Así que será necesario reunirse con el cónyuge y los hijos, y dependiendo de la edad de estos últimos, exponerles la situación de los abuelos. Habrá que explicarles que ahora ellos lo necesitan, tanto como lo hace un bebé, dejándoles muy claro que no los abandonará y que su rol de padre seguirá siendo el de siempre. También es importante pedirles su apoyo, pues esta situación será dolorosa y agotadora. Igualmente, habrá que buscar el equilibrio sin desatender ninguna de las dos familias.


Formas de prepararse y afrontar la vejez de los padres
• La vejez de los padres requiere un trabajo conjunto de toda la familia. Los hijos deben unirse y hacer un ajuste en el rol de cada integrante, evaluando su disponibilidad para este fin, logrando así que todos tomen parte activa. La responsabilidad no debe caer en uno solo.

• Si fuera necesario, también se pueden revisar las posibilidades económicas para buscar ayudas externas (enfermeras, personas que los atiendan y acompañen) que sirvan de soporte, pero que de ninguna forma suplirán las responsabilidades de los hijos.

• Algunos estudios señalan que la carga emocional que acarrea cuidar padres mayores podría tener repercusiones negativas de una u otra forma. Por lo tanto, se recomienda generar espacios de esparcimiento, en donde el hijo se pueda desestresar aislándose por unos minutos de ese escenario.

• Si aparecen señales que lo ameriten, puede ser importante consultar con un profesional especializado en estos casos, como psicólogo, psiquiatra, geriatra, que dará apoyo y orientación para la toma de decisiones, será sostén emocional y contribuirá a aclarar las dudas en tan difícil y delicada situación.

*Licenciado en Matemática y Física. Docente Escuela Normal Superior La Hacienda. Feligrés Unidad pastoral San Felipe Apóstol. jodimo422@hotmail.com

NUESTRA PORTADA

¡Los nuevos ‘areópagos nos esperan!
Nuevos campos misioneros y pastorales exigen respuestas
inmediatas, concretas, convincentes y pertinentes.

Por Jaime Alberto Marenco Martínez *

La palabra ‘areópago’ para el mundo cristiano está estrechamente relacionada con el apóstol Pablo, quien, según la Sagrada Escritura, en este lugar propio del gobierno de Atenas, capital de la antigua Grecia, hizo el anuncio de la resurrección a los paganos sin lograr la aceptación total de los notables que allí se encontraban: “Sobre este punto te oiremos otro día”, le dijeron. (Cfr. Hch 17,16-33)

Era el areópago un salón donde los miembros del gobierno ateniense, conocidos como areopagitas, celebraban sus sesiones. Pablo fue conducido a dicho lugar porque los filósofos que formaban parte del areópago querían conocer su discurso, ya que a esta institución competía conceder a Pablo autorización para enseñar su doctrina en esa ciudad.

Si bien es cierto que Pablo abandonó aquella reunión en la que sólo algunos pocos se unieron a él, también lo es que el ‘apóstol de los gentiles’ no desistió en su misión de proclamar el Evangelio de Cristo desarrollando, quizás estimulado por esta experiencia de parcial rechazo, una actitud de búsqueda de aquellos ilustrados que tenían marcada influencia en la sociedad del momento. Así, el discurso de Pablo representa, por un lado, la oferta de salvación que el cristianismo hizo a los ilustrados de la sociedad helenística y, por otro, el conflicto que siempre ha existido en el diálogo entre quienes predican a un Cristo crucificado que es fuerza y sabiduría de Dios contra aquellos que sólo buscan la sabiduría humana (Cfr. 1 Cor 22-25).

Con esta clara propuesta paulina de lograr que el Evangelio acrisole las mentes y los corazones de quienes están ubicados en los niveles de decisión de las sociedades actuales, surge como necesidad imperante incrementar arduamente el esfuerzo y la creatividad de la evangelización dirigida a empresarios, políticos y formadores de opinión, el mundo del trabajo, dirigentes sindicales, cooperativos y comunitarios (Aparecida No. 492). Se trata de comunicar los mismos valores evangélicos, pero de manera positiva y propositiva, especialmente para aquellos que manifiestan su descontento “no tanto con el contenido de la doctrina de la Iglesia, sino con la forma como ésta es presentada” (Aparecida No. 497).

Por traslación, el mundo de hoy nos propone nuevos areópagos, nuevos campos misioneros y pastorales que exigen respuestas inmediatas, concretas, convincentes y pertinentes. Precisamente en la ‘Redemptoris Missio’, encíclica escrita por SS Juan Pablo II sobre la permanente validez del mandato misionero, se subraya sobre el “vastísimo areópago de la cultura, de la experimentación científica, de las relaciones internacionales” (No. 37); en el documento de Aparecida los obispos de Latinoamérica y el Caribe amplían el espectro de los nuevos areópagos “al mundo de las comunicaciones, la construcción de la paz, el desarrollo y la liberación de los pueblos, sobre todo de las minorías, la promoción de la mujer y de los niños, la ecología y la protección de la naturaleza” (No. 491).

Es entonces, prioritario darle valor a los espacios de diálogo entre fe y razón, recurriendo a estrategias pastorales de alto contenido comunicativo que permitan no simplemente masificar el mensaje evangelizador, sino lograr que éste se elabore con las características propias de sus destinatarios para que penetre en las conciencias y se pose en el corazón de cada hombre en particular que se encuentre en las oficinas de servicio público, los estadios deportivos, las salas de cine y teatro, los parques, los centros comerciales, las empresas y las fiestas folclóricas propias de cada pueblo, entre otros muchos espacios. En todo este proceso los medios de comunicación social católicos y los de carácter comercial deben suscitar tanto la expansión de la fe como el diálogo entre la Iglesia y la sociedad.

Para darle cara y meterle el hombro a tan grande desafío, se requiere de hombres y mujeres capaces de ser formadores de opinión y arriesgarse a la evangelización con fe y valentía, como el apóstol Pablo, aun cuando las respuestas en los ‘areópagos actuales’ no sean las esperadas.

En el caso particular de la Arquidiócesis de Barranquilla, importante trecho se ha recorrido procurando llevar la evangelización a todos los habitantes del Atlántico, desde diferentes escenarios y con diversos instrumentos comunicativos. Para lo cual, los lineamientos y criterios del Proceso Diocesano de Renovación y Evangelización –PDRE- lo han permitido.

* Comunicador Social – Seminarista de I de Teología del Seminario Regional Juan XXIII.