martes, noviembre 23, 2010

¡Los nuevos ‘areópagos nos esperan!
Nuevos campos misioneros y pastorales exigen respuestas
inmediatas, concretas, convincentes y pertinentes.

Por Jaime Alberto Marenco Martínez *

La palabra ‘areópago’ para el mundo cristiano está estrechamente relacionada con el apóstol Pablo, quien, según la Sagrada Escritura, en este lugar propio del gobierno de Atenas, capital de la antigua Grecia, hizo el anuncio de la resurrección a los paganos sin lograr la aceptación total de los notables que allí se encontraban: “Sobre este punto te oiremos otro día”, le dijeron. (Cfr. Hch 17,16-33)

Era el areópago un salón donde los miembros del gobierno ateniense, conocidos como areopagitas, celebraban sus sesiones. Pablo fue conducido a dicho lugar porque los filósofos que formaban parte del areópago querían conocer su discurso, ya que a esta institución competía conceder a Pablo autorización para enseñar su doctrina en esa ciudad.

Si bien es cierto que Pablo abandonó aquella reunión en la que sólo algunos pocos se unieron a él, también lo es que el ‘apóstol de los gentiles’ no desistió en su misión de proclamar el Evangelio de Cristo desarrollando, quizás estimulado por esta experiencia de parcial rechazo, una actitud de búsqueda de aquellos ilustrados que tenían marcada influencia en la sociedad del momento. Así, el discurso de Pablo representa, por un lado, la oferta de salvación que el cristianismo hizo a los ilustrados de la sociedad helenística y, por otro, el conflicto que siempre ha existido en el diálogo entre quienes predican a un Cristo crucificado que es fuerza y sabiduría de Dios contra aquellos que sólo buscan la sabiduría humana (Cfr. 1 Cor 22-25).

Con esta clara propuesta paulina de lograr que el Evangelio acrisole las mentes y los corazones de quienes están ubicados en los niveles de decisión de las sociedades actuales, surge como necesidad imperante incrementar arduamente el esfuerzo y la creatividad de la evangelización dirigida a empresarios, políticos y formadores de opinión, el mundo del trabajo, dirigentes sindicales, cooperativos y comunitarios (Aparecida No. 492). Se trata de comunicar los mismos valores evangélicos, pero de manera positiva y propositiva, especialmente para aquellos que manifiestan su descontento “no tanto con el contenido de la doctrina de la Iglesia, sino con la forma como ésta es presentada” (Aparecida No. 497).

Por traslación, el mundo de hoy nos propone nuevos areópagos, nuevos campos misioneros y pastorales que exigen respuestas inmediatas, concretas, convincentes y pertinentes. Precisamente en la ‘Redemptoris Missio’, encíclica escrita por SS Juan Pablo II sobre la permanente validez del mandato misionero, se subraya sobre el “vastísimo areópago de la cultura, de la experimentación científica, de las relaciones internacionales” (No. 37); en el documento de Aparecida los obispos de Latinoamérica y el Caribe amplían el espectro de los nuevos areópagos “al mundo de las comunicaciones, la construcción de la paz, el desarrollo y la liberación de los pueblos, sobre todo de las minorías, la promoción de la mujer y de los niños, la ecología y la protección de la naturaleza” (No. 491).

Es entonces, prioritario darle valor a los espacios de diálogo entre fe y razón, recurriendo a estrategias pastorales de alto contenido comunicativo que permitan no simplemente masificar el mensaje evangelizador, sino lograr que éste se elabore con las características propias de sus destinatarios para que penetre en las conciencias y se pose en el corazón de cada hombre en particular que se encuentre en las oficinas de servicio público, los estadios deportivos, las salas de cine y teatro, los parques, los centros comerciales, las empresas y las fiestas folclóricas propias de cada pueblo, entre otros muchos espacios. En todo este proceso los medios de comunicación social católicos y los de carácter comercial deben suscitar tanto la expansión de la fe como el diálogo entre la Iglesia y la sociedad.

Para darle cara y meterle el hombro a tan grande desafío, se requiere de hombres y mujeres capaces de ser formadores de opinión y arriesgarse a la evangelización con fe y valentía, como el apóstol Pablo, aun cuando las respuestas en los ‘areópagos actuales’ no sean las esperadas.

En el caso particular de la Arquidiócesis de Barranquilla, importante trecho se ha recorrido procurando llevar la evangelización a todos los habitantes del Atlántico, desde diferentes escenarios y con diversos instrumentos comunicativos. Para lo cual, los lineamientos y criterios del Proceso Diocesano de Renovación y Evangelización –PDRE- lo han permitido.

* Comunicador Social – Seminarista de I de Teología del Seminario Regional Juan XXIII.

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