viernes, mayo 20, 2011

NUESTRA PORTADA

A propósito del Día del Niño

¿Derechos de los niños, válidos para los que no han nacido?


Por Iván Galera*

Celebrar el Día del Niño significa reconocer que todos los infantes tienen derecho a la vida, a la protección y al reconocimiento de su identidad. Respecto a este tema, nuestro sistema promueve la atención prioritaria de los niños en todos los aspectos: educación, salud, alimentación, etc., pero contradictoriamente, no es esto lo que sucede con los niños no nacidos, aquellos que están en estado gestante, ya que siendo ellos los más vulnerables, son los menos favorecidos cuando de su amparo y bienestar se trata.

Nuestra legislación, que aparentemente protege a toda la niñez, en realidad permite el asesinato de muchos de estos seres indefensos antes de que nazcan; enmascara esta situación presentando falsamente el crimen, el aborto como un acto lleno de supuesta misericordia. Pero, ¿es realmente el aborto un acto de piedad? Verdaderos actos de generosidad serían brindar a los niños en gestación la misma preferencia que se le ofrece a los adultos discapacitados, el ofrecer toda la orientación necesaria a sus madres para que puedan construir un mejor futuro para ellas y sus hijos, dedicar a los dos toda la asistencia médica para que el embarazo pueda ser vivido sin complicaciones. Sea cual sea la situación, el derecho a la vida es inviolable, no hay razón científica ni moral que justifique atentar contra él.

Nunca se debe ignorar que estos niños no nacidos, son más que ‘algo’ dentro de su madre, son seres humanos, personas como usted y como yo que tendrán sueños y anhelos, limitaciones y defectos, pero por grandes que estos sean, también tendrán grandes capacidades y habilidades. Nunca alcanzaremos a calcular el perjuicio social y moral de tantos abortos, principalmente, en cuanto a la formación de las futuras generaciones obligadas a crecer inconscientes e indiferentes ante la desvalorización de la vida, a vivir en la deshumanización.

¿Es posible evitar tanta injusticia?

Lo primero que podemos hacer es cambiar verdaderamente nuestra conciencia y entender que la vida de todo ser humano es sagrada, luego convertirnos con nuestro ejemplo, en multiplicadores de esta realidad.

Podemos también, voluntariamente, brindar nuestro apoyo a la campaña que han iniciado varios políticos colombianos, respaldada por la Conferencia Episcopal Colombiana y por miembros de diferentes credos: judíos, musulmanes, cristianos y protestantes. Con este proyecto, se busca complementar el artículo 11 de la constitución para que definitivamente el aborto, la eutanasia y otras prácticas contrarias a la vida, queden totalmente prohibidas.

Vale la pena analizar también, que a diario los medios de comunicación tradicionales divulgan los escándalos que protagonizan las figuras de la farándula, y hacen una apología a todo tipo de comportamientos que fomentan la pérdida de valores, pero es poco lo que se menciona sobre esta campaña, de hacerlo, estamos seguros que serían muchas más las personas que prestarían su apoyo.

A pesar de esto, la respuesta de apoyo a esta iniciativa, ha sido amplia, no sólo los católicos, sino aquellos que han comprendido lo que verdaderamente encierra el aborto, han brindado soporte a esta campaña. Además, la ampliación de los plazos para la recolección final de las firmas hasta la primera semana de junio, se convirtió en un nuevo impulso, un nuevo aire, para continuar con este gran esfuerzo por la defensa de la vida de los niños que no aún no pueden defenderse.

Nos encontramos en un momento de la historia en el que literalmente tenemos la vida de incontables niños por nacer en nuestras manos. En este momento de la historia podemos simplemente dejar que la injusticia prevalezca, o podemos unirnos, como personas creyentes y con esperanza en Dios, para proteger a las criaturas más inocentes de Su creación: los niños.

Campaña recolección de firmas por la vida

Si quieres unirte a la campaña de firmas que permita tramitar la expedición de un acto legislativo reformatorio del artículo 11 de la constitución nacional que reza: "La vida de todo colombiano es inviolable, no habrá pena de muerte" proponiendo que quede de la siguiente manera: "La vida de todo colombiano es inviolable, desde la fecundación hasta la muerte natural. No habrá pena de muerte". Te invitamos a descargar el formato en www.arquidiocesisbaq.org

*Comisión Arquidiocesana de Pastoral Familiar. ivangalera@hotmail.com

Ciudadela Villa Esperanza

Una muestra de la dignidad que Dios quiere para nosotros

150 casas fueron donadas por

fundaciones internacionales a través de Pastoral Social

Por Diana Quintero Acosta*

Iraida Pérez, habitante de Manatí,

jamás imaginó que el 1 de diciembre de 2010, mientras la mayoría de gente sacaba el arbolito de navidad en su casa, ella estaría corriendo junto a sus familiares para poder salvar sus vidas. Entre sus manos llevaba las pocas pertenencias que pudo tomar, mientras las demás se inundaban con las aguas rápidas provenientes del desbordamiento del río Magdalena. Así como ella, lo perdieron todo 3760 familias manatieras y otras más de los municipios del sur del Atlántico.

En el departamento es realmente dramática la situación frente al tema de los damnificados, más de lo que muchos realmente alcanzan a imaginar. “Una cosa es que se lo cuenten y otra cosa es vivirlo, esto es como en las películas”, dice José De la Hoz, manatiero damnificado. De un momento a otro, personas que lo tenían todo, se resumieron a no tener sus seguridades, y se sumieron a la simple esencia de vivir, a estar a la deriva, a la caridad del prójimo en medio de la resignación.

El 90% de la población damnificada se halla aún sin poder volver a sus casas y viven en condiciones poco humanas: hacinados, exponiéndose a altas y bajas temperaturas en sus cambuches, colegios y algunas casas que el gobierno ha arrendado para alojarlos; sin embargo, los damnificados pasan días sin la cantidad suficiente de agua potable para su consumo, aseo y cocina, el alimento escasea y las enfermedades cutáneas y virales no se hacen esperar.

Actualmente, Manatí se encuentra inundado en un 40%. “Estamos todavía en la primera fase de la emergencia, la humanitaria. Todos los días me dicen que quieren volver a sus casas. En nuestro municipio debiéramos estar en la fase de organización, como aparece establecido en el protocolo de Colombia Humanitaria, sin embargo este proceso ha sido lento, debemos buscar proyectos y así la gente pueda trabajar. El gobierno nos ha recortado los presupuestos de recreación y deporte, entre otros, a la mitad”, manifestó la Alcaldesa de Manatí, Sylvia Pérez Sanjuanelo.

A pesar de la difícil situación, los damnificados están esperanzados que pronto el caudal del agua regrese a su curso normal y que las ayudas de la caridad de los atlanticenses y colombianos no merme para con ellos, ya que la atención hacia este tema ya no es igual. “La gente se ha olvidado poco a poco de nosotros, todas las ayudas se vieron en diciembre y enero. Ya estamos a marzo y ya no se ve lo mismo. A veces duramos 3 días sin agua” comentó Gabriel Martínez, uno de los afectados.

En vista de esto, el pasado 22 de marzo, un grupo de damnificados recibieron la visita de representantes de las fundaciones internacionales ECHO, Caritas Alemana y MercyCorps por intermedio de Pastoral Social de la Arquidiócesis de Barranquilla. Durante la jornada se observó lo avanzado que va el proyecto de vivienda ‘Ciudadela Nueva Esperanza’, donado por estas entidades y que será entregado a principios de abril. 150 familias que estaban en condiciones infrahumanas podrán tener cada una de ellas, una vivienda digna a la luz de Dios, y no cualquier refugio de palos y plástico que los exponga a algún peligro.

Cada casa está compuesta por paredes de láminas ligeras, techo de material impermeable y resistente, contarán con fluido eléctrico, agua potable, gracias a tanques elevados para el área de cocina y baterías sanitarias, las cuales estarán separadas por género para mantener el debido orden y pudor entre los habitantes.

Construcción de comunidad

Si bien para Dios nada es imposible, y es cierto que Él está en medio de los más pobres, pero no sólo los pobres materiales, sino también de corazón, los desesperanzados, los que han perdido la fe, estas premisas se palpan entre las 150 familias que fueron seleccionadas para recibir las viviendas. “No tengo más que agradecimientos con Pastoral Social, sin ellos hoy no tuviéramos parte del objetivo, que es darle solución a los albergues temporales. Cualquier granito de arena no nos sobra”, añadió la Alcaldesa de Manatí.

Pastoral Social ha venido trabajando en los últimos meses en una labor psicosocial con estas familias damnificadas, es por ello que personas que anteriormente apenas se conocían, luego de 3 meses de convivencia se ayudan entre sí con el ánimo de superarse. En la ‘Ciudadela Nueva Esperanza’ se respira respeto, armonía, organización, liderazgo, unidad, tranquilidad y sobre todo fe.

Debemos solidarizarnos con nuestros hermanos atlanticenses porque ellos hacen parte de nosotros. Pudimos haber sido cualquiera de nosotros los que de un día para otro lo perdiéramos todo por la fuerza de las aguas del río, sin embargo, hoy somos afortunados de estar en medio de nuestras comodidades disfrutando de una buena lectura, un plato de comida, bebiendo agua, vistiendo a la moda, mientras a nuestro alrededor se encuentran miles de personas necesitando de nosotros.

* Comunicadora Social y Periodista. dianavqa@gmail.com

Siempre que esté Dios, habrá esperanza

Por Anwar Tapias Lakatt *

En estos días, sin duda, ha impactado a toda la humanidad, el desastre natural ocurrido en Japón el 11 de marzo, en el cual un terremoto y un tsunami cobraron la vida de más de 9 mil personas y que hasta el momento ha dejado más de 16.000 desaparecidos. Es un acontecimiento devastador que impacta a cualquier ser humano, sea creyente o no, sea rico o pobre, hombre o mujer, porque toca lo más innato al ser humano: su estancia en este mundo.

Son muchos los interrogantes que nos podríamos hacer para poder entender qué significan estos acontecimientos, por eso, es preciso escuchar el mensaje que la Iglesia como Cuerpo de Cristo asistida por el Espíritu Santo tiene para darnos. El Concilio Vaticano II, analizando la situación actual del hombre y sus retos en este mundo, expresa algo muy apropiado para este tema en el Proemio de la Constitución Apostólica Gaudium et Spes: “Para cumplir esta misión es deber permanente de la Iglesia escrutar a fondo los signos de la época e interpretarlos a la luz del Evangelio, de forma que, acomodándose a cada generación, pueda la Iglesia responder a los perennes interrogantes de la humanidad sobre el sentido de la vida presente y de la vida futura y sobre la mutua relación de ambas. Es necesario por ello conocer y comprender el mundo en que vivimos, sus esperanzas, sus aspiraciones y el sesgo dramático que con frecuencia le caracteriza”.

¿Qué significa esto para el católico?

Que debemos prestar oído a lo que la Iglesia tiene para decirnos en cada acontecer del mundo; algo similar podemos ver en el texto del Evangelio de San Lucas, cuando Cristo narrando la parábola de Lázaro y el rico, coloca el diálogo del rico con Abraham: El rico contestó: "Te ruego entonces, padre, que envíes a Lázaro a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos: que él los prevenga, no sea que ellos también caigan en este lugar de tormento". Abraham respondió: "Tienen a Moisés y a los Profetas; que los escuchen". No, padre Abraham, insistió el rico. Pero si alguno de los muertos va a verlos, se arrepentirán". Abraham respondió: "Si no escuchan a Moisés y a los Profetas, aunque resucite alguno de entre los muertos, tampoco se convencerán" (Lc 16, 27-31).

Si reflexionamos, quien representa hoy a Moisés y a los profetas, veríamos al Papa y la Iglesia Católica. Por eso, frente a este drama de los japoneses, no debemos prestar oídos a quienes por un desconocimiento de la doctrina católica y por el influjo de ideas apocalípticas venidas de sectas, quieren ver signos del fin del mundo y cumplimiento de textos bíblicos de manera descontextualizada.

Es importante en primer lugar conocer un poco lo que el Santo Padre ha expresado sobre este hecho. En un telegrama dirigido al Presidente de la Conferencia Episcopal Japonesa, Monseñor Leo Ikanega, el Pontífice expresa su “profunda tristeza por los repentinos y trágicos efectos del gran terremoto y los consiguientes tsunamis que han afectado a las costas del nordeste de Japón”.

El Papa “asegura a todos los que se han visto afectados, su cercanía en este momento difícil”, reza “por los que han muerto, e invoca las bendiciones divinas de la fortaleza y el consuelo sobre sus atribuladas familias y amigos”.

Por último, expresa su “solidaridad en la oración a todos los que están proporcionando rescate, auxilio y apoyo a las víctimas de este desastre”.


Reflexionemos sobre algunos puntos que nos tocan como cristianos en estas situaciones de acuerdo a las palabras del Padre:


  • Tristeza por el dolor del prójimo

Del mensaje del Santo Padre podemos reflexionar un poco sobre la tristeza que nos invade a todos por la tragedia vivida, ya que sabemos que quien lo padece es un ser humano, creado a imagen y semejanza de Dios, y que en este momento desgarrador está viviendo una situación difícil. Es algo muyparecido a lo que sentimos con el desastre generado por el invierno en el país, a finales del año pasado y que tanto afectó al departamento del Atlántico.

¿Cuál debe ser nuestra actitud? Cristo nos lo enseña en el relato del buen samaritano, donde un samaritano hace lo que los religiosos no hicieron, donde se desprende de los prejuicios sociales para poder irradiar el amor de Dios a ese prójimo golpeado y herido por otro semejante: “Pero un samaritano que viajaba por allí, al pasar junto a él, lo vio y se conmovió” (Lc 10, 33).

Preguntémonos si nosotros como católicos nos conmovemos ante el dolor de nuestro prójimo, sea conocido o no, sea un mendigo en la calle, un anciano, o un enfermo, recordando que en todos ellos debemos ver el rostro de Cristo, quien se compadece de nuestras debilidades (Heb 4, 15).

  • Rezar por los que han muerto

La muerte es el punto para encontrarnos con Dios, pero aún así no deja de ser una experiencia dolorosa, pues los lazos afectivos de nuestros seres queridos son muy fuertes y no nos preparamos para alejarnos de ellos.

Muchas veces sentimos que nuestra vida lleva un rumbo estático, mecánico, sin ahondar en que somos imagen y semejanza de Dios. Hoy debemos hacer un pare y viendo a Japón, reflexionar si estamos viviendo como si nunca fuéramos a morir, como si nuestro fin fuera como el rico que sólo atesoraba y ampliaba sus graneros (Lc 12, 16-21), como si nunca tuviéramos que comparecer ante el tribunal de Dios (2 Cor 5, 10). Por eso ante la muerte la Iglesia nos anima a prepáranos para ese momento (CIC 1014).

Del mismo modo, debemos orar por aquellos que murieron, pues ya ellos no pueden hacer nada por sí mismos, y esperan que la Misericordia de Dios toque nuestro corazón.

  1. Pedir a Dios fortaleza y consuelo a las victimas

El Santo Padre también invoca a Dios para que llene de fortaleza y consuelo a las víctimas de este desastre. La oración que hagamos en este tiempo de Cuaresma por los japoneses será una ofrenda agradable a Dios, que mostrará como nosotros confiamos en la Providencia Divina para llevar consuelo. Monseñor Anthony Figuereido, del Pontificio Cor Unum, que distribuyen las ayudas del Papa expresó: “Lo primero que tenemos que hacer es rezar para que estas personas tengan esperanza”.

Pero, antes, es importante reflexionar en nuestra vida espiritual y preguntarnos si estamos sintiendo el consuelo de Dios en nuestras tribulaciones, para así poder compartirlo con el necesitado.

San Pablo nos expresa muy bien esta realidad en su Segunda Carta a los Corintios:

“Bendito sea Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de las misericordias y Dios de todo consuelo, que nos reconforta en todas nuestras tribulaciones, para que nosotros podamos dar a los que sufren el mismo consuelo que recibimos de Dios. Porque así como participamos abundantemente de los sufrimientos de Cristo, también por medio de Cristo abunda nuestro consuelo. (2 Cor 1, 3-5)”.

Como católicos debemos llevar un mensaje de esperanza y salvación a todos aquellos que han sentido un momento de angustia, de soledad o de abandono, testimoniando que el Dios de amor que ha obrado en nosotros, también obrará en ellos.

No podemos dejar de mencionar, el acto heroico de los 50 técnicos japoneses, que a pesar del riesgo de radiación al que se exponen, decidieron entrar a la Central de Fukushima a reparar los daños. Es una muestra del dar la vida por los demás, es una muestra que el Evangelio se debe vivir y practicar de manera desinteresada, es salir de su individualismo para pensar en tantas personas que esperan que alguien muestre el rostro de Dios.

Después de analizar todo lo sucedido en Japón, podemos sentir a Dios cerca de nosotros, porque siempre que esté Dios habrá esperanza, porque mientras Dios guíe nuestra vida aprenderemos que en cada acontecer Él se vale de nosotros para dar amor; sus brazos son los nuestros, su rostro es el nuestro porque él mora en nosotros.

*Ingeniero Mecánico. Administrador del Grupo Católicos Firmes en su Fe. anwar.tapias@gmail.com

jueves, mayo 19, 2011

Huellas Vocacionales

Padre Marcos Coll De La Hoz

Un milagro de Dios hecho sacerdote.

La historia vocacional de esta edición, es uno de esos testimonios de vida sacerdotal que afianzan nuestra fe, y que sin duda, nos muestra la presencia y misericordia viva y activa de Dios en la vida de aquellos que Él previamente escogió para entregar su vida al sacerdocio.

Kairós, entrevistó al padre Marcos Coll De La Hoz, descendiente de los indígenas Mocaná, nacido en el barrio Alfonso López de Barranquilla, el12 de julio de 1947 en el hogar conformado por don Víctor Manuel Coll y la señora Ana Isabel de la Hoz. Una familia de descendencia humilde y con apremiantes necesidades económicas, que buscando unas mejores oportunidades de vida, viaja con el niño Marcos cuando este tenía 3 meses de haber nacido, al departamento del Magdalena y allí en una pequeña parcela trabajan de sol a sol para poder sobrevivir.

El traslado realizado no fue muy afortunado, pues dos de los hermanos del padre Marcos murieron a causa de una epidemia propia de las enfermedades tropicales del sitio en que vivían. Por su parte, Marcos escapa a la muerte, pero a los 8 años, queda paralítico lo que hace que sus padres tengan que gastar lo poco que tienen y regresan a Barranquilla, prácticamente a vivir de la caridad. Fueron años muy difíciles para este niño quien a tan temprana edad, sentía una profunda tristeza, al ver a niños de su edad correr, jugar, ir a la escuela y él en la absoluta pobreza y paralítico se debía resignar a estar en una cama día y noche.

La enfermedad, la pobreza y las dificultades, no ocurren por el olvido de Dios, pues Él en su debido momento, comienza a hacer lo suyo, por eso, mientras este niño vivía su calamidad, su padre logró conseguir un empleo como policía municipal, y como caído del cielo, una misión de salud humanitaria llegó de Suiza a Barranquilla con el fin de estudiar y tratar la enfermedad de Marcos y varios niños de la ciudad que sufrían el mismo mal. Fueron muchos niños en tratamiento, pero sólo Marcos logró ser sanado. Recobró la movilidad en todo su cuerpo y logró regresar a la escuela, estudiar y trabajar. Logró hacerse bachiller y cuando cumplió 18 años de edad, ingresó a la escuela de Policía General Santander en Bogotá. En 1972 ya era un brillante oficial de la institución.

Primeros campanazos para el sacerdocio

En la escuela General Santander, el padre Marcos conoce al padre ‘Higuita’, se hace su amigo y entra a conformar el coro de la policía, el cual animaba las Eucaristías y realizaba presentaciones especiales. Por su cercanía con el padre ‘Higuita’, por ser miembro del coro y pertenecer al grupo Cadetes en Acción, el oficial Coll es invitado a un congreso bíblico en el municipio de Cachipay, allí conoce a una joven de nombre Ana de quien se enamora al instante, pero quien le pone como condición: “Si quieres tener amistad en serio conmigo, primero me debes acompañar cada noche al grupo de oración”. El oficial de la policía Marcos Coll, asiste al grupo más bien para poder estar al lado de tan linda chica, pero, un día Ana dejó de asistir al grupo sin ninguna explicación, él, la busco por cielo, mar y tierra, nunca más la encontró, pero encontró a Jesucristo y se enamoró de Él.

Cambia el uniforme de policía por una sotana e ingresa al seminario

Luego de muchas reflexiones y discernimiento, ingresa el 2 de marzo de 1978 al Seminario Regional Juan XXIII de Barranquilla. El 23 de marzo de 1985, Monseñor Germán Villa Gaviria, lo ordena como sacerdote y lo envía como vicario cooperador de la parroquia San Clemente al lado del Padre Reinaldo Iriarte, quien lo orientó y guió sus primeros pasos como presbítero.

La enfermedad ronda en la vida del padre Marcos

Transcurría 1994 y estando como párroco de Campo de la Cruz, el padre Marcos Coll sentía fuertes dolores de cabeza y en todo su cuerpo, al acudir el médico, este le diagnosticó una terrible enfermedad que había avanzado de forma tal, que ya era imposible su curación. No tiene riñones, parte del hígado en malas condiciones, corazón afectado y un oído destruido. Pero así y a pesar de tan grave enfermedad, se somete desde hace 17 años a tres hemodiálisis por semana, cada una de ellas dice es un martirio, pero en medio del dolor, prima su vocación de servicio y el compromiso que hizo con Dios al ordenarse sacerdote.

Con su enfermedad a cuestas, a sus 63 años de edad, ‘Marquitos Coll’, como cariñosamente le dicen, sigue trabajando activamente. Todos los días madruga para bendecir y alaba al Señor, celebra la Eucaristía, consuela a los afligidos por medio del sacramento de la confesión, construye comunidades, funda escuelas para niños pobres y ayuda en lo que puede a sus hermanos sacerdotes.

NUESTRA PORTADA

El espíritu de la Cuaresma

El tiempo cuaresmal debe ser para el cristiano un proceso de conversión auténtico

*Por Joel Hoyos

La Cuaresma, como los demás tiempos litúrgicos que la Iglesia nos propone para nuestra santificación, no puede verse sujeta al ‘pasivismo’ fatal de un cristianismo vacío y anquilosado, sino, por el contrario, debe hacer parte de la dinámica propia de un proceso de conversión auténtico.

Pensar en un cristianismo vacío, nos remite a aquellos cristianos de meros ritos y cumplimientos, de emergentes manifestaciones de piedad, pero que paradójicamente hacen su vida a espaldas de Dios.

La pregunta que se puede formular al respecto tendría mucho que ver con el hecho concreto, de porqué todos los años se insiste en lo mismo de parte de la Iglesia. La respuesta versaría, en nuestro condicionamiento espacio-temporal, es decir, jamás se repite nada en nuestra vida con idénticas características. Nuestra historia avanza progresivamente, los propósitos que tuvieron su razón de ser en un momento específico de nuestra existencia, palidecen, o al menos adquieren una connotación diversa con el cambio del tiempo. Por consiguiente, aún cuando la pregunta se mantenga en el inconsciente colectivo cristiano, la respuesta varía. Nuestra vida debe encontrar la suficiente profundidad en el sentido propio de la fe. Cada año vivido debe mirarse como una verdadera oportunidad para crecer y perfeccionar las virtudes humanas y cristinas, que ordenan nuestra existencia cada vez con mayor fuerza y acierto a la santidad.

Comúnmente se relaciona la Cuaresma con la privación, más aún, subsiste en la mente no de unos pocos, que la Cuaresma es ese ‘bálsamo’ que calma el grito desesperado de la conciencia, al verse empecatada y entenebrecida por la culpa. Por otro lado viene definida bajo el simplismo de prácticas tradicionales. Si bien, no se puede disociar históricamente de lo anterior, tendríamos que decir que en estos presupuestos no se agota, ni mucho menos se reduce. La Cuaresma entendida desde su teología propia, no se entiende inconexa de la Pascua, por ende, debemos entender este tiempo litúrgico como un camino de preparación a la vivencia del misterio central de nuestra fe: la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús.

Redescubrir el sentido sublime del sacrificio de Jesús en la cruz, es una de las motivaciones primeras que aquilatan el tiempo cuaresmal. Pero no sólo nos prepara y dispone los medios para tal fin, sino que nos impulsa a dar el paso fundamental y radical para nacer a la vida que se genera eternamente en el corazón de la Pascua del Señor.

La conversión y la Cuaresma están íntimamente unidas, sería inverosímil llegar a creer que se vivió plenamente la Cuaresma mientras la vida siga su curso ininterrumpido de abstracción al bien y enajenación al mal.

El cambio de mentalidad y de actitud, que no son mágicos, deben ser el resultado final de un cristiano que durante el tiempo de la Cuaresma asume una vida con carácter pascual. Cada ser humano antes de existir es pensado por Dios, quien lo impregna de su imagen, para que preguste en este mundo finito los dones eternos de la felicidad plena. La Iglesia ha entendido claramente esta premisa, es por tal razón que incansablemente labora en nombre de Jesús para que todo hombre y mujer descubra el sentido último de su existencia. Para que cada ser humano encuentre las respuestas concretas de su vida. Y la Cuaresma no tiene otro fin que éste: orientar el ser y el quehacer del cristiano en clave permanente de conversión, sólo así será posible asociar nuestra vida limitada y marginada por el pecado a la vida límpida y plena de Dios.

*Seminarista-III Teología Seminario Mayor Juan XXIII. libero1988@hotmail.com

sábado, mayo 14, 2011

Un mundo posible, una fe renovada

*Por Silvia Plata*

“Es bueno tener una religión, siempre y cuando no interfiera en la vida privada de las personas”. Este concepto que implica no compromiso, prima entre la mayoría de los creyentes de hoy. Es así como la ausencia de Dios en los hogares, en las aulas de clase y en los diferentes estamentos de la sociedad, ha llevado a muchos a abusar del poder y la autoridad que tienen, y a otros, a delegar en profesores y personal encargado de los niños y adolescentes la formación en valores, respeto a Dios y normas de sana convivencia. La religión, a diferencia de Dios, no puede hacer que las parejas se amen, tampoco que los hijos se comporten adecuadamente, y mucho menos que la comunidad responda a los ideales de orden, justicia, paz y libertad.

Pensamos que por el hecho de ser católicos ya nuestra vida cambió; pero lo cierto es que el mundo sigue cambiando y Dios nos manda a cambiar. Vivimos una época de cambios vertiginosos. Los nuevos descubrimientos científicos, la revolución de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, los movimientos ambientalistas, la caída de los sistemas financieros de las grandes potencias, una nueva crítica y participación en los escenarios políticos, las nuevas organizaciones eclesiásticas… no son otra cosa que desafíos que el liderazgo cristiano debe comprender, en los que debe intervenir y transformar con una mentalidad diferente.

Pero, ¿Cuáles son esos desafíos que hay que afrontar? Investigando un poco, me permito exponer las siguientes ideas:

1. El sitial de Dios. Dios debe estar situado en un contexto socio-cultural actual, no lejano, sino presente y en constante interrelación con el individuo.

2. Los procesos de cambio. Hay que empezar procesos de cambio de mentalidad, teniendo en cuenta el contenido socio-cultural y elaborar procesos de aprendizaje que reemplacen otros modelos de pensamiento ya caducos.

3. La voluntad de Dios. Es necesario aceptar y vivir la voluntad de Dios.

4. Formación y entrenamiento. Requerimos de formación y entrenamiento misionero para poder llevar una vida cristiana y a su vez, portar el mensaje, ya no sólo a nuestros círculos más cercanos, sino a todos.

El común de los cristianos desconoce o ha olvidado la verdad de la Revelación y las enseñanzas de la Iglesia. Es por eso, como lo expresara el Santo Padre Juan Pablo II a los obispos de las regiones noroccidentales de Canadá, presentes en Roma con motivo de la visita "ad limina”, que no solamente debemos repetir, sino explicar. En otras palabras, hace falta una nueva apologética que responda a las exigencias actuales y tenga presente que la tarea de los sacerdotes (y cristianos en general), no consiste en imponer nuestras razones, sino en conquistar almas, y que no debemos entrar en discusiones ideológicas, sino defender y promover el Evangelio, usando un lenguaje común para con quienes ven las cosas de manera diversa y no comparten nuestras afirmaciones.

Sólo basta con pasear la mirada por el panorama que tenemos delante: en las escuelas y colegios del mundo se han retirado, no sólo los crucifijos, sino las clases formativas en ética, valores y temor de Dios. Esto ha dado como resultado una juventud confundida, sin claros derroteros espirituales. La participación de la juventud se limita, en el mejor de los casos, a ir a misa los domingos, bodas y bautizos. La razón de esto podría ser la falta de formación. Es que todos estamos ocupados en mil cosas, inmersos en nuestros problemas o exigencias personales: de la casa, del grupo, en actividades de trabajo, etc., y lamentablemente, argumentamos que no tenemos tiempo para prepararnos, para empezar a conocer lo que es ser un verdadero seguidor de Cristo.

Hay que reconocer que la formación requiere esfuerzo y tiempo. La formación implica invertir muchos años de investigación y práctica. Por otro lado, el entrenamiento demanda plazos cortos y prácticas puntuales. Por ejemplo, ser entrenado para impartir el estudio guiado de los Evangelios, enseñanza de la liturgia, catequización a niños y adultos, pero sobre todo ser testigos vivos de Jesús Resucitado.

La educación y el entrenamiento son acciones que promueven la fe y el cambio de actitud en las personas. Por esa razón, cada enseñanza que va a ser impartida a la comunidad debe ser planeada cuidadosamente y diseñarse con base en el propósito, meta y objetivos que se pueden formular a partir de las necesidades y carencias del grupo a quien va dirigida.

Si nos empeñamos, podríamos llegar a influir positivamente en la comunidad de la que hacemos parte, tal vez dejando la inquietud: que resulta tener a Dios en el centro de nuestras vidas>.

* Animadora de la pastoral bíblica parroquial. Unidad pastoral Sagrada Eucaristía.

jueves, mayo 05, 2011

NUESTRA PORTADA

La corrección fraterna: ¿Opción o deber?

Por ANTONIO AHUMADA AMARÍS*

El Divino Maestro aconseja claramente sobre la necesidad de corregir a los que pecan. Ante las ofensas personales, las injurias o hasta los defectos que observemos en la conducta de otros - sobre todo las faltas contra la fe y las costumbres, con peligro de causar un escándalo - no podemos dejar de advertir a nuestro prójimo, sin eludirlo por indiferencia o peor aún, por desprecio.

Debemos poner en práctica la norma del Señor expresada en el siguiente versículo: “Si tu hermano peca contra ti, ve y corrígele a solas. Si te escucha, has ganado a tu hermano”.

Cuando tenemos la obligación de corregir y no lo hacemos, no sólo dañamos a nuestro prójimo, sino también a nosotros mismos. Tal omisión nos priva de los meritos y beneficios del cumplimiento de este deber y terminará escandalizando a quienes comprueban su negligencia.

Es evidente que al llevar a cabo este precepto hay que proceder sin la menor pasión, por ínfima que sea. Se deberá emplear toda la caridad posible en la delicadísima tarea de la reconciliación.

Es importantísimo que padres y educadores cumplan su deber en esta materia, porque así lo enseña el libro de Proverbios 22, 15: “La necedad se esconde en el corazón del niño, la vara de la corrección la hace salir de él”. Es una gran señal de amor a los inferiores avisarles de sus faltas; cuando un padre actúa con su hijo de esa manera, le procura el bien y la virtud.

Cuando San Pablo escribe a los hebreos, no vacila en afirmar: “Soporten la corrección; porque Dios los trata como a hijos, y ¿Hay algún hijo que no sea corregido por su padre? Si Dios no los corrigiera, como lo hace con todos, ustedes serían bastardos y no hijos” (Heb 12, 7-8).

La salvación y la felicidad de los hijos resultan de una buena educación y de la justa severidad de los padres. Al contrario, una condescendencia licenciosa y la ausencia de corrección son el principio de la mala conducta y de la reprobación de los hijos: caen en excesos y crímenes que los llevan a su desgracia eterna.

Cuando la corrección es fraterna, ésta se acepta con humildad y gratitud, detiene los malos deseos, calma las pasiones de la carne, derrumba el orgullo, aplaca el desenfreno, destruye la superficialidad y reprime los malos movimientos del espíritu y del corazón. Por eso, cuando somos oídos con buena disposición por quien corregimos, se dice que ganamos a un hermano, porque le devolvimos la verdadera paz del alma y lo trajimos de vuelta al camino de la salvación.

*Licenciado en lenguas Modernas, especialidad en Español e Inglés. Universidad del Atlántico. antoahumar@hotmail.com

La Cuaresma: Un tiempo con características propias

Por GEOVANNY MERCADO SARMIENTO, Pbro*


“Todos los años no es lo mismo, no deben ser las celebraciones del montón de gente. Hay que mirar desde la fe para aprender y enseñar lo que es; ayudar a los que llegan a descubrir y quedarse con las riquezas de nuestra Iglesia”. Por eso, la cuaresma se convierte en ese espacio, camino, donde muchos se lanzan, con mayor entereza, a la escucha de la Palabra de Dios y a ejercitarse en la conversión, buscando la reconciliación con Dios y con los hermanos. Este camino supone cooperar con la gracia, para dar muerte al hombre viejo que actúa en nosotros. Se trata de romper con el pecado que habita en nuestros corazones, alejarnos de todo aquello que nos aparta del Plan de Dios, y por consiguiente, de nuestra felicidad y realización personal.

¿En qué nos debemos esforzar?

o Por que se capte que en este tiempo son distintos tanto el enfoque de las lecturas bíblicas (en la santa misa prácticamente no hay lectura continua), los textos son propios y determinados casi siempre de modo obligatorio para cada una de las celebraciones.

o Porque los cantos, sean totalmente distintos de los habituales y reflejen la espiritualidad penitencial, propia de este tiempo.

o Por lograr una ambientación sobria y austera que refleje el carácter de penitencia de la Cuaresma.

o Su Sentido. Es tiempo "fuerte": prepara para un tiempo "más fuerte" aún, que es la Pascua. Se basa en dos pilares: por una parte, la contemplación de la Pascua de Jesús; y por otra parte, la participación personal en la Pascua del Señor a través de la penitencia y de la celebración o preparación de los sacramentos pascuales -bautismo, confirmación, reconciliación, eucaristía-, con los que incorporamos nuestra vida a la Pascua del Señor Jesús.

Busca que esa dinámica bautismal (muerte para la vida) sea vivida más profundamente. Se trata entonces de morir a nuestro pecado para resucitar con Cristo a la verdadera vida: "Yo les aseguro que si el grano de trigo muere dará mucho fruto" (Jn 20,24).

Eclesial: para cuidar la catequesis y oración de los niños y jóvenes que se preparan a la confirmación y a la primera comunión; y para que toda la Iglesia ore por la conversión de los pecadores.

¿Se pueden celebrar la fiesta de los santos y otras solemnidades?. Debe cuidarse la manera de celebrar las fiestas del Santoral durante la Cuaresma. El factor fundamental consiste en procurar que la Cuaresma no quede oscurecida por celebraciones ajenas a la misma. De hecho durante todo el largo período cuaresmal, sólo se celebran un máximo de cuatro festividades San Cirilo y San Metodio (14 de febrero); la Cátedra de San Pedro (22 de febrero); San José, casto esposo de la Virgen María (19 de marzo) y la Anunciación del Señor (25 de marzo).Con respecto a la memoria de los santos, hay que recordar que durante la Cuaresma todas ellas son libres y si se celebran, se debe hacer con ornamentos morados, y del modo como indican las normas litúrgicas.

Pero, ¿Cómo debemos vivir en la cuaresma? Tres son las grandes prácticas cuaresmales (ver Mt 6,1-6.16-18). Ante todo, está la vida de oración, condición indispensable para el encuentro con Dios.Para ello podría ser aconsejable introducir el rezo de Laúdes o Vísperas, en la forma que resulte más adecuada: los domingos o en los días laborables. La mortificación y la renuncia, en las circunstancias ordinarias de nuestra vida, también constituyen un medio concreto para vivir el espíritu de la Cuaresma. No se trata tanto de crear ocasiones extraordinarias, sino más bien ofrecer aquellas circunstancias cotidianas que nos son molestas; de aceptar con humildad, gozo y alegría, los distintos contratiempos que nos presenta el ritmo de la vida diaria, haciendo ocasión de ellos para unirnos a la cruz del Señor. De la misma manera, el renunciar a ciertas cosas legítimas nos ayuda a vivir el desapego y el desprendimiento. La caridad. De entre las distintas prácticas cuaresmales que nos propone la Iglesia, la vivencia de la caridad ocupa un lugar especial. Así nos lo recuerda San León Magno: "estos días cuaresmales nos invitan de manera apremiante al ejercicio de la caridad; si deseamos llegar a la Pascua santificados en nuestro ser, debemos poner un interés especialísimo en la adquisición de esta virtud, que contiene en sí a las demás y cubre multitud de pecados". Esta vivencia de la caridad debemos vivirla de manera especial con aquel a quien tenemos más cerca, en el ambiente concreto en el que nos movemos. De esta manera, vamos construyendo en el otro "el bien más precioso y efectivo, que es el de la coherencia con la propia vocación cristiana" (Juan Pablo II).

La Virgen María en la Cuaresma. En el plan salvífico de Dios (ver Lc 2,34-35) están asociados Cristo crucificado y la Virgen dolorosa. Como Cristo es el "hombre de dolores" (Is 53,3), por medio del cual se ha complacido Dios en "reconciliar consigo todos los seres: los del cielo y los de la tierra, haciendo la paz por la sangre de su cruz" (Col 1,20), así María es la "mujer del dolor", que Dios ha querido asociar a su Hijo, como madre y partícipe de su Pasión. Desde los días de la infancia de Cristo, toda la vida de la Virgen, participando del rechazo de que era objeto su Hijo, transcurrió bajo el signo de la espada (ver Lc 2,35).

*Párroco Santa María de la Cordialidad. Miembro de la Comisión Arquidiocesana de Liturgia. constantinegx@hotmail.com

De la Homo-Adopción

Por Pedro F. Mercado Cepeda, Pbro*

Que no quede la menor duda, la Iglesia está profundamente interesada en que sean reconocidos y eficazmente tutelados los legítimos derechos de todos los colombianos. Así lo ha manifestado recientemente el Episcopado en un comunicado oficial en el que, por otra parte, condena con vehemencia todo eventual acto de discriminación o violencia contra las personas homosexuales.

En ese mismo comunicado, el Episcopado afirma que no considera discriminatorio el hecho de que el actual ordenamiento jurídico nacional no contemple la posibilidad de que las parejas homosexuales puedan adoptar y aporta enjundiosos argumentos jurídicos para sostener su posición. Creo necesario compartirlos:

En primer lugar, dicen los Obispos citando a expertos juristas, la filiación biológica constituye el modelo a cuya semejanza se crean jurídicamente los vínculos de filiación adoptiva. Dicha semejanza pone en evidencia no sólo el amplio alcance de la adopción, sino también sus inherentes límites: lo que la naturaleza permite, pero también lo que la naturaleza impide, constituye el marco jurídico propio de la adopción. En definitiva, no es el Estado ni la sociedad, mucho menos la Iglesia, quienes ‘niegan’ a los homosexuales la posibilidad de adoptar, sino la naturaleza misma de las cosas, de la familia, fundada y vivificada por el amor de un hombre y una mujer, a la que todo menor tiene derecho.

En segundo lugar, según el derecho internacional y nuestro Código del Menor, la adopción es principalmente y por excelencia una medida de protección. Con la adopción, el Estado Social de Derecho pretende otorgar patrocinio y resguardo a personas que lo necesitan en razón de su edad y/o de su manifiesto estado de indefensión. De ahí que el interés del adoptando, del menor, sea la motivación y el fundamento de la adopción como figura jurídica. La adopción no es, por tanto, un derecho de los adoptantes, sean estos homosexuales o no, sino una medida en beneficio del menor. Plantear la cuestión de la adopción por una pareja homosexual como un ‘problema de discriminación’ supone, incluso de modo inconscientemente, hacer pasar por encima del interés del menor, las aspiraciones, reivindicaciones y deseos de quienes quieren adoptar.

Los Obispos afirman además que es importante tener en cuenta la voluntad de una inmensa mayoría de colombianos, que se han manifestado contrarios a la adopción de niños por parte de parejas del mismo sexo y la existencia de estudios científicos que revelan serias reservas sobre la idoneidad de las parejas homosexuales para brindar a los menores un óptimo espacio de desarrollo psicoafectivo. De hecho, dichas dudas explican que algunos ordenamientos que otorgan reconocimiento jurídico a las uniones homosexuales excluyan todavía expresamente la posibilidad que reciban niños en adopción.

Esperemos que la Corte tenga en cuenta estas serias motivaciones que reflejan el sentir general del pueblo colombiano y tome una decisión plenamente conforme a la ley y a los valores constitucionales, que fundan y enriquecen la convivencia social de la Nación.

*Secretario Adjunto de la Conferencia Episcopal de Colombia para las Relaciones con el Estado.