Párroco San Carlos Borromeo y Padre Nuestro.
A pocos días de celebrar el Halloween vemos los centros comerciales y almacenes atestados de artículos que promueven a los padres de familia la celebración con sus niños de la “fiesta de los brujitos y brujitas”. Llamada así esta antigua celebración originada entre los druidas, se muestra como algo inocuo y angelical. No puede negarse que ver a un niño disfrazado de Frankestein, drácula, esqueleto o bruja con su escoba, no deja de ser cómico y tierno. A los niños “todo les luce”, decimos.
Pero, detrás de todo esto, ¿qué se esconde? Imaginémonos que la fiesta no se llamara de brujitos y brujitas, sino de brujos y brujas ¿Usted qué pensaría? ¿Recibiría una invitación de esta clase para que su pequeño asistiera? Todo puede parecer un simple juego de palabras, pues los diminutivos hacen ver las cosas pequeñas como inocentes e insignificantes. Las mentiras las volvemos “mentiritas”, el dinero robado lo volvemos “platica”, los errores, “errorcitos” y así sucesivamente.
No nos gustan los brujos, pero nos parecen inofensivos los brujitos. Incluso, en cuestiones de fe, a Nuestro Señor Jesucristo lo hemos convertido en “chuchito”, haciéndolo alguien que no es capaz de tocar el corazón de nadie.
Ahora bien, piense un poco: ¿Usted cree en la existencia de Satanás? Si no cree, usted es de los que le pertenecen. Su mayor obra, dijo el Papa Pablo VI, es hacer pensar a los demás que él no existe. ¿Cree usted que si se apareciera tal y como es no sería para él una mala propaganda? “Constatar” físicamente su existencia nos pondría en alerta contra él y no le interesa gente que luche contra su presencia, sino gente a quienes él le parezca indiferente.
Muchas de estas “manifestaciones folclóricas” traídas de culturas distintas a la nuestra son el preludio de una puerta que se tocó y que nunca debió abrirse. Estas celebraciones son el principio de exploración de las fuerzas oscuras y culto al mal.
No es tan bello el día de los brujitos y brujitas. Hay un poder oculto y poderoso en el interior de esta antigua fiesta pagana que nosotros hemos involucrado a la vida de nuestros niños sin alcanzar a dimensionar lo perjudicial que puede ser para ellos.
Parece mentira pero, a veces por ignorancia, los propios padres pueden estar sellando o consagrando a sus hijos a fuerzas oscuras y maléficas. Las herramientas del maligno son muchas: amuletos, manillas protectoras para el mal de ojo, celebraciones no discernidas para conocer su origen, el “juego” de la ouija, la tijera, etc. Para nosotros todo es folclor y bacanería, y por ese lado es que hay alguien que trabaja el alma humana.
No se empieza a adorar a Satanás de buenas a primeras; ha habido todo un recorrido en casa: celebraciones navideñas en forma pagana, celebraciones del día del Halloween, amuletos a los pequeños desde que nacen, Internet (ventana abierta al mundo y al mal), televisión sin restricciones hasta altas horas de la noche y, sobre todo, ausencia de Dios. ¿Puede imaginarse una casa donde todo entra menos la vida de Dios por medio de los sacramentos?
¿Alguna vez ha pensado que así como el Señor nos consagra y nos sella por medio de los sacramentos, también el maligno tiene sus propios recursos para consagrar a los que le quieren servir? Todo lo que se le hace y debe a Dios, él lo quiere para sí mismo y lucha por obtenerlo, engañando al hombre y haciéndole creer que no hay daño alguno en todo aquello que a primera vista se ve como alegre e inocente.
Entre todos los carismas y dones que da el Espíritu Santo existe uno que hoy necesita el mundo: el don de discernimiento de espíritus, para saber cuándo algo proviene de Dios y cuándo no.
No se trata de satanizar el mundo, pero hay que aprender lo que nos dice el apóstol Pablo: “aprender a quedarse con lo bueno”.
Finalmente, quiero que reflexione sobre algo: ¿Qué ve hoy en los estantes de los almacenes? Árboles navideños, pesebres y disfraces para Hallowen. ¿No le dice algo esto? ¿Cómo le explica esto a un niño? Al final, parece que todo es lo mismo. Día de los brujitos, navidad, carnaval...
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