Todos los católicos del Atlántico estamos invitados a participar de este gran acontecimiento de fe que se organiza con ocasión de los 75 años de la creación de nuestra Arquidiócesis de Barranquilla. Del 2 de diciembre de este año, vísperas del primer domingo de Adviento, y hasta el mes de noviembre de 2007, en la fiesta de Cristo Rey, vamos a celebrar el “Año Jubilar Arquidiocesano”.
“Fiesta de fe, fiesta de amor, fiesta de unidad… Jubileo es jubileo vamos a celebrar…” Este estribillo, que bien ha empezado a prepararse en las exquisitas voces de nuestro coro arquidiocesano, es un anuncio previo a la buena nueva. Una noticia que representa para todos los creyentes la llegada de tiempos mejores, de perdón, de reflexión, de alegría y gozo en la Iglesia de Dios que peregrina en el Departamento del Atlántico.
La Arquidiócesis de Barranquilla extiende una fraternal invitación para que juntos, en familia, entre hermanos de fe, participemos de la gran fiesta del “Jubileo Arquidiocesano”. La cita nos tomará todo un año a partir del sábado 2 de diciembre, víspera del primer domingo de Adviento, hasta el mes de noviembre de 2007, en la fiesta de Cristo Rey.
En la tradición católica el jubileo es un año de conciliación, conversión y solidaridad. Es compromiso de quienes en él participamos servir a Dios y trabajar en unión, en comunidad. Así, pues, el año del jubileo es el año de Cristo, quien trae vida y salvación a la humanidad.
El jubileo es considerado como un “año santo”, porque se desarrolla en el marco de 365 días de actividades que pretenden motivar a los fieles a alcanzar la santidad de vida. Participando del año jubilar fortalecemos nuestra fe, la caridad y la comunión fraternal con la sociedad. En nuestro caso particular, esta es una valiosa oportunidad para que avancemos en el proceso de crecimiento de la Iglesia que Dios quiere y el Atlántico necesita.
HISTORIA JUBILAR
El origen del jubileo cristiano se remonta a los tiempos de Moisés, quien prescribió un año especial para la gente Judía. En el libro del Levítico, se proclama la libertad a lo largo y ancho de los territorios cristianos y se anuncian las prohibiciones propias del festejo: "Ustedes santificarán el año quincuagésimo y proclamarán la libertad a lo largo de la tierra, a todos los habitantes; será un jubileo para ustedes. No sembrarán, no cosecharán el maíz, no reunirán la enredadera." (Levítico 25, 10-14)
La celebración de este año también incluyó la restitución de tierra a los propietarios originales, la remisión de las deudas y la liberación de esclavos. Por su parte, el profeta Isaías anuncia la salvación a Israel con la llegada de Jesús: “Dios me ha enviado a dar la buena noticia, a promulgar el año favorable del Señor." (Isaías 61, 1-2)
Es importante destacar que el nombre de “jubileo” no proviene exactamente de la celebración en sí misma, sino que hace referencia a la trompeta con que ese año particular se anuncia. Era el cuerno de una cabra llamado Yobel, en Hebreo, cuya traducción aplica a la palabra "jubileo".
En nuestra época, el primer jubileo se proclamó en el año 1300 por el Papa Bonifacio VII, mientras el mundo se debatía entre el sufrimiento ocasionado por la guerra y enfermedades como la plaga. Sin embargo, se respiraba en la humanidad el deseo de volver a una manera más santa de vivir.
Debido al gran número de feligreses participantes en los actos del jubileo, el Papa proclamó un "año de perdón de todos los pecados", y dispuso que un año similar tendría lugar en el futuro cada cien años.
Mientras la Sede Apostólica se transfirió a Avignon, en Francia, hubo múltiples pedidos para que el segundo Jubileo tuviera lugar más temprano, en el año 1350 en vez de 1400. Clemente VI dio su aprobación y colocó un período de cincuenta años entre jubileos.
Mas tarde, el Papa Urbano VI decidió reducir el período a treinta y tres años, en memoria de la vida terrestre de Jesús. Cuando el Papa Urbano murió, sin embargo, el Papa nuevo, Bonifacio IX abrió la Puerta Santa sobre la Víspera de Navidad en 1390, pero los peregrinos eran tantos que llamó a un segundo Año Santo en la Navidad de 1400.
En 1425, y no en 1433, como había sido anteriormente acordado, el Papa Martín V proclamó el Año Santo con dos novedades: una medalla especial conmemorativa del Jubileo y la apertura de una Puerta Santa en la Catedral de San Juan de Letrán, en Roma.
Nicolás V llamó en 1450 a un Año Santo y en 1470 el Papa Pablo II emitió una Bula para fijar el Jubileo cada veinticinco años. El próximo Año Santo, 1475, era proclamado por Sixtus IV. Y para la ocasión el Papa, deseoso de adornar Roma con más obras de arte, ordenó la construcción del edificio de la Capilla Sixtina y el Ponte Sisto o Puente de Sixtus sobre el Tiber Fluvial.
En el año 1500, el Papa Alejandro VI anunció que las Puertas en las cuatro basílicas importantes de Roma se abrirían simultáneamente. El noveno Jubileo se realizó en 1524 por el Papa Clemente VII, mientras aparecía el movimiento de la Reforma Protestante.
Los próximos Años Santos fueron proclamados por Clemente VIII (1600), Urbano VIII (1650), Clemente X (1675) e Inocencio X en el año de 1700. En el año 1725, el Año Santo fue llamado por Benedicto XIII y el de 1750, proclamado por Benedicto XIV. Clemente XIV anunció el Jubileo del Año 1775, pero murió tres meses antes de la Navidad y la Puerta Santa fue abierta por el Papa nuevo, Pius VI. La situación difícil en que la Iglesia se encontró a sí misma durante la regla hegemónica de Napoleón, previno a Pius VII de proclamar el Jubileo de 1800.
Más de medio millón de peregrinos hicieron el viaje a Roma para el Jubileo de 1825. Como la Basílica de San Pablo había sido destruida por un incendio dos años antes, el Papa León XII sustituyó la visita a San Pablo por la Basílica Santa María, en Trastevere. Veinte cinco años después, el Año Santo no podría tener lugar a causa de la situación convulsionada en la República Romana y el exilio temporal de Pio IX. Sin embargo, este Papa proclamó el Año Santo 1875, aunque no habría ceremonia de la apertura de la Puerta debido a la ocupación de Roma por las tropas de Rey Vittorio Emmanuele.
Fue el Papa León XIII, quien llamó el Jubileo Cristiano número 22 que abrió el Siglo XX de la era cristiana. En 1925, Pío XI predicó un Año Santo dirigido al trabajo de las misiones y por la paz entre los pueblos; mientras que en el año de 1950, unos pocos años después de la Segunda Guerra Mundial, Pío XII llamó el Año con la santificación de almas mediante el rezo y penitencia y fe indefectible en Cristo y la Iglesia; acción para la paz y protección de los Lugares Santos; defensa de la Iglesia contra los ataques constantes por sus enemigos; rezos para el regalo de fe para quienes están en el error y para incrédulos; la promoción de asistencia y justicia social del pobre y los necesitados.
En la Iglesia Universal, los últimos Jubileos ordinarios tuvieron lugar en 1975 por el Papa Paulo VI con dos temas principales para la reflexión y la acción: la renovación y la reconciliación, y luego en el año 2000 bajo la guía de Juan Pablo II.
En nuestra Arquidiócesis:
Un JUBILEO que promueve la JUSTICIA
Este año jubilar, que de manera extraordinaria la Arquidiócesis de Barranquilla dispondrá con ocasión de sus 75 años, será el espacio adecuado para que todos los del “rebaño” nos sensibilicemos ante el valor de la justicia.
La realidad del Atlántico exige de todos compromisos decididos y serios que aporten soluciones y no involucren conflictos. Al respecto nuestro Arzobispo, Monseñor Rubén Salazar Gómez, afirma: “Debemos ofrecer soluciones creativas y efectivas a las necesidades que marcan la realidad que vive el pueblo atlanticense por medio de aquellas acciones que, al restaurar y reforzar el tejido social, harán presente el amor que Dios nos ofrece por medio de su Hijo Jesucristo y que, por lo tanto, nos permitirán vivir en toda su dimensión el valor de la justicia”.
Desde la apertura de nuestro Jubileo el próximo 2 de diciembre y durante todo el 2007, la Arquidiócesis insistirá en la búsqueda de más justicia para todos. A este llamado arquidiocesano debemos reaccionar gozosamente para lograr cambios importantes y generosos de vida. Justicia y amor son obras de Dios y, a su vez, bendiciones anheladas por los hombres.
Como este compromiso exige de todos nuestra disposición, entrega y atención, Kairós prepara para su próxima edición un informe completo acerca de la celebración del Jubileo en nuestra Iglesia atlanticense, así como la descripción detallada de cómo asumir el reto de proclamar gozo y justicia para ser mejores cristianos y, por ende, ciudadanos comprometidos en la construcción de nuestro propio tejido social.
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