viernes, julio 27, 2007

PARROQUIAS: AYER Y HOY DE LA FE

Una esperanza para Lipaya: Unidad Pastoral Cristo Rey
Por JULIO GIRALDO*
Lipaya es otro de esos barrios que se originan debido a la extrema pobreza de familias enteras que, no teniendo techo donde vivir, se vieron en la necesidad de invadir terrenos o, en el mejor de los casos, comprarlos a 2 mil pesos para pagarlos en cuotas de 20 mil semanales a los hermanos Monsalve que eran sus propietarios.
No eran terrenos propiamente para construir viviendas dignas, púes mínimo dos arroyos cruzan el barrio, el suelo es de aspecto arcilloso quebradizo, no estructurado, parcialmente drenado y con relieve ondulado; carecía en ese momento de servicios elementales como agua, alcantarillado, luz y vías de comunicación; pero la pobreza es la pobreza y no da lugar a escoger el sitio ideal. Sin duda alguna los habitantes de Lipaya, en sus comienzos, debieron enfrentar todo un viacrucis para poder sobrevivir a su dura realidad de pobreza: la mayoría de ellos desempleados, otros viviendo del rebusque con pequeñas ventas callejeras. Vías de penetración como caminos de herraduras, calles que son verdaderos lodazales; pero, lo más grave, el olvido total del Estado que nunca quiso fijar su mirada sobre estos marginados barrios, para llevarles la ayuda necesaria que les permitiera una vida digna, ayuda que hace parte de los altos impuestos y el sobre costo en servicios públicos que generosamente pagan todos los habitantes de Barranquilla.
Pero Dios no olvida a ninguno de sus hijos, y es muy generoso con el desvalido, con aquel que se encuentra en extrema pobreza. La mano de Dios se hace presente en este marginado sector cuando llega Fe y Alegría, institución fundada por los padres Jesuitas; aquí comienza, precisamente, una nueva etapa. De aquí en adelante, con la presencia de Fe y Alegría, otra será la historia del barrio Lipaya. La evangelización comienza en firme, se funda la escuela, se gestionan ayudas económicas y se llama a la comunidad Hermanitas de los Pobres de San Pedro Claver con el fin de buscar caminos que permitan sacar adelante este conglomerado humano sumido totalmente en la pobreza y el abandono.
Con la comunidad de Hermanitas llega la religiosa Magali Vargas, joven mujer con vocación de servicio que muy pronto se convertiría en líder de todos estos habitantes que encuentran en "sor Magali" la mano bendita que Dios les extiende para su redención y dignificación como personas. De hecho no es solamente la hermana Magali la que va a producir el milagro, es también su comunidad religiosa, la organización Fe y Alegría, "Tamayito" -hoy Monseñor Víctor Tamayo-, acompañado de los padres, Claudio blanco, Cirilo Swine, y varios jesuitas entre ellos el padre Alejandro Bejarano. Gracias a la hermana Magali, a estas instituciones y a los sacerdotes mencionados, cientos de jóvenes del sector han podido salir adelante, realizar sus estudios de primaria y bachillerato, inclusive muchos de ellos son profesionales; sus viviendas han sido mejoradas y ya cuentan con todos los servicios elementales como agua potable, electricidad y teléfonos.
LA PARROQUIA HOY
Los habitantes de Lipaya, muy motivados y agradecidos con la Iglesia católica que realizó en su barrio lo que el Estado con todo su poder no pudo hacer, solicitaron la creación de una parroquia. Ya una pequeña capilla servía como centro de culto en donde cada domingo se celebraba la Eucaristía; comienza entonces una nueva etapa y es la de formar la comunidad para la vida eclesial y, para tal fin, de nuevo entra en acción Magali Vargas ya no como religiosa, pues renunció a su comunidad para entregarse de lleno al apostolado en el barrio donde ha trabajado tanto tiempo; la acompaña en los inicios de esta nueva etapa Mónica Giraldo, quien fue religiosa paulina y también se había retirado. Iniciaron, entonces, la conformación de grupos de apostolado, hicieron un trabajo de motivación y encontraron en la unidad pastoral Nuestra Señora de Fátima el apoyo necesario para que la nueva parroquia fuera una realidad. Todo, entonces, quedó listo y el Arzobispo Rubén Salazar Gómez, mediante decreto No. 003 del 2 de febrero de 2000, crea la nueva parroquia encomendada a "Cristo Rey". Se nombra como su primer párroco al padre José Eduardo Vega Narváez, quien simultáneamente es también párroco de Nuestra Señora de Fátima, y por eso afirma: "la parroquia de Cristo Rey, es hija predilecta de Nuestra Señora de Fátima".
El padre José Vega viene trabajando con mucha dedicación en el barrio Lipaya; todo el vecindario lo conoce y lo respeta, acude con prontitud a todos sus compromisos parroquiales, de noche, de día, en verano o en invierno, así le toque llegar por sus empantanadas calles en destartalados carros, en moto, a pie o en burro. En la actualidad se encuentra terminando la casa cural con una ayuda de Alemania y con aportes de los mismos habitantes del sector, quienes desde su pobreza aportan de lo poco que tienen para la casa de Dios. Se proyecta también la ampliación de la capilla y la dotación total de la casa cural, con miras al nombramiento que a futuro el señor Arzobispo haga de un nuevo párroco que permanecería tiempo completo en el sector.

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