lunes, mayo 04, 2009

De Mujer a Mujer

Hacia la madurez espiritual
Por Jaynes Hernández Natera*

“Y ya no soy yo quien vive, sino que es Cristo quien vive en mí” (Gálatas 2, 20). Esta es una frase que describe el significado de la madurez espiritual, pero para alcanzarla conforme a la plenitud de Cristo, hay que vivir todo por Cristo y para Cristo, unidos con Él, perseverando cada día, humildemente sostenido por la Gracia de Dios.

Madurez espiritual, que trae consigo madurez emocional y sicológica, no depende de la edad, ejemplo de ello, encontramos a una joven que llegó a la santidad, Teresita de Lisieux, quien alcanzó su madurez espiritual con tan sólo 24 años de edad. A diferencia de ella, muchas mujeres apenas estamos en una etapa de infantilismo espiritual y hay otras que aún no han nacido espiritualmente.

Nacer es tomar la decisión de seguir a Cristo, de comenzar un proceso de adherencia a Su Palabra Viva; para nacer hay que estar dentro del vientre de una madre y el corazón de un padre, fecundadas para un fin: el ser feliz con nuestros hermanos y en medio de ellos con Dios. Ese embarazo es el llamado que Dios nos hace, el parto es la respuesta, el sí acepto empezar este camino de amor, mediante la oración y la vida sacramental.

Luego, viene la infancia espiritual que hace referencia a estar abrazadas a nuestra madre María y papá José, patrono de la vida interior. Ellos nos acompañan a escuchar la oración del Espíritu Santo, el cual ora en nosotras, pues no sabemos trascender nuestro espíritu, ni como expresarnos con las palabras adecuadas, y como niñas protegidas por sus Padres de Nazareth, sentimos que ellos oran con nosotras en cada rosario o plegaria.

Durante esta infancia espiritual tenemos que aprender a levantarnos después de caer y lastimarnos, cicatrizar en el sacramento de la reconciliación las veces que sea posible, recordando siempre la compañía de nuestros padres María y José, quienes oran por nosotras, especialmente cuando nos debilitamos con las presiones del exterior y las tibiezas de nuestro interior.

Más adelante, llegamos a la juventud espiritual, período donde el alma ávida del amor de Dios puede dar todo de sí, pero guardando aún parte del yo para sí misma. Pasado un tiempo logramos la madurez espiritual, en la que ya no somos sólo nosotras, sino que es Cristo quien vive en cada una.

Caminar hacia la madurez espiritual es un norte que con humildad debemos continuar sin parar, con el fin de vivir verdaderamente en Jesús, quien es el Camino, la Verdad y la Vida; en cuyo camino las misioneras, las religiosas de vida apostólica y las contemplativas nos ganan, pues ya tienen un largo tramo recorrido como esposas de Cristo, porque son transformadas en su mente y corazón, dóciles al Espíritu Santo, en diálogo continuo con Dios y quienes a la vez están en interacción con todos sus hermanos, con la comunidad, porque aman a Dios en el prójimo, en cada uno de los hombres, mujeres y niños , a quienes les brindan todo su amor a través de abrazo y besos, por último, ellas gozan de los frutos del espíritu al vivir Cristo en ellas.

Por otra parte, hay que tener en cuenta que los santos nos enseñan, por ejemplo, a través de San Luis María Monfort, aprendemos que el camino más corto es el camino que recorremos de la mano de María, quien con su dulzura maternal nos endulza las propias cruces que cada una de nosotras tiene que superar para llegar a la resurrección espiritual que es la madurez espiritual. De igual manera, aprendemos de Santa Teresita que el amor es vida, ella se alimenta, respira y trabaja solo por amor; un amor que enamora a todos los que leemos sus cartas; pues realmente sin caridad nada somos.

Para Catalina de Siena, todas las etapas de la vida espiritual, no son otra cosa que los grados de la comunión en el Cuerpo y la Sangre de Jesús, además nos enseña que el Cuerpo Crucificado y Resucitado es como una escala, cuyos tres escalones son los pies, el costado y la boca.

Por su parte, Santa Teresa de Ávila responde a lo que significa ser de verdad espiritual: Es hacerse esclavo de Dios, marcado por el hierro con el signo de la Cruz. En resumen, los santos están de acuerdo en que la madurez espiritual con la que respondemos al llamado que nos hace Dios Padre a la santidad, es comulgar muy profundamente con la Pasión de Jesús, contemplar sus llagas para que nos ayude cada día a aborrecer nuestros pecados y perseverar en hacer el bien por amor a Dios con el gran apoyo de María, quien nos conduce a cada una de nosotras como miembro del Cuerpo de Jesús a la plena configuración con la Cabeza, y así asemejarnos a su Hijo.

Muchas de nosotras no hemos leído la vida de estos santos, pero hasta las más pequeñas de las hijas de Dios, necesitamos conocer qué es madurez espiritual y cuestionarnos ¿Cómo vamos en este camino para perseverar en madurar espiritualmente?

En la Palabra de Dios, Juan 2, 1 - 12, el texto de las Bodas de Caná, encontré la luz para describir con sencillez sobre este denso tema: Cuando hemos invitado a María a nuestra casa y diariamente oramos en su compañía, ella se da cuenta que el vino se acaba o es de muy mala cosecha, entonces le solicita por misericordia a Jesús que envíe vino bueno para la tinaja, que significaría nuestro corazón en soledad; pero nosotras debemos hacer el esfuerzo por llenar de agua las tinajas y limpiarlas primero y cuantas veces sea necesario con oración, con una sana vida sacramental, madurando en todas las virtudes para que el vino bueno perdure por toda la vida. El agua nueva con que se llena la tinaja es la Gracia que Dios generosamente nos regala para poder esforzarnos con amor y sólo vivir amándole a Él y al prójimo con ese vino bueno que es el mismo Cristo, y que ahora serviremos a todos.

*Miembro de la Comisión Arquidiocesana de Pastoral Vocacional. jaynesher@hotmail.com

1 comentario:

Anónimo dijo...

ser mujer no es facil pero si tenemos a Dios en nuestro corazón y nuestra mente vencemos barrera.