¿Es inútil la Resurrección de Cristo?
Por Julio Giraldo*
La Resurrección de Cristo no sólo debe conocerse sino que debe experimentarla cada ser humano, mucho más, si es necesario para construir una sociedad fraterna. Nuestro Arzobispo, Monseñor Rubén Salazar Gómez, se refirió en esta ocasión a el vinculo que debe existir entre la experiencia del resucitar de Cristo como un camino para el cristiano que quiere logar la paz.
Julio Giraldo: Celebramos este domingo la Resurrección de Cristo pero seguimos también padeciendo los horrores del conflicto armado en Colombia. ¿Ni el mismo Cristo resucitado puede producir el milagro de la paz?
Arzobispo: Toda la Sagrada Escritura, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, nos enseña que para que Dios pueda salvar se requiere la disponibilidad, la apertura del corazón, es decir, la fe como respuesta del ser humano. Dios nos ha creado libres y respeta siempre nuestra libertad. La tragedia de la humanidad ha consistido en que el hombre –éste es el pecado- se cierra a la acción de Dios, lo rechaza, y, de esta manera, impide que Dios derrame sobre él Su luz, Su fuerza, Su gracia. De la misma manera, la Resurrección de Cristo es la irrupción de la vida en el mundo de la muerte pero, para que podamos pasar de la muerte a la vida, cada uno debe hacer la opción personal de aceptar a Cristo en la fe, de adherirse a Él entrando en un diálogo de amor por la escucha de Su palabra, por la actualización de Su muerte y Resurrección en los sacramentos, especialmente en la Eucaristía, por la vivencia del amor en su vida de todos los días, por la lucha para construir juntos un mundo de justicia y de paz.
¿Por qué la Resurrección de Cristo parece ineficaz en nuestra patria, de tal manera que vivimos todavía sumergidos en la injusticia y en la muerte? Colombia es nominalmente cristiana pero está lejos de vivir la realidad de la fe. Hemos reducido nuestro “ser cristiano” a algunas prácticas piadosas que no calan en nuestro modo de pensar, de decidir, de actuar. Por el contrario, todos los días hacemos opciones, tanto personales como comunitarias, que favorecen el egoísmo, que crean la injusticia, que conducen a la violencia, que siembran la muerte. De esta manera, en lugar de crear un clima favorable a la paz, robustecemos todos los días aquellas situaciones que son el caldo de cultivo para la confrontación y el conflicto.
J. G: La fraternidad y el amor son mensajes de todas las religiones y de todas las doctrinas filantrópicas. ¿No bastaba que Cristo enseñara esto? ¿Por qué tuvo que morir y resucitar?
Arzobispo: Lo que hace el cristianismo algo más que una doctrina o una religión entre las demás es que Cristo da, hace posible, lo que enseña. Con Su muerte, Él asumió toda nuestra condición humana pecadora y con Su resurrección la transformó desde dentro, de tal manera que, como dice San Pablo, somos “una nueva creatura”. La Resurrección de Cristo es una nueva creación que nos lleva a morir –en el sentido propio del término- a nuestra condición anterior de pecadores para darnos la naturaleza, el modo de ser, el rostro de Cristo. Ser discípulo de Cristo no es sólo seguir una doctrina o un mensaje moral sino identificarse con él, ser transformado en él, como también lo expresa maravillosamente San Pablo en la Carta a los Gálatas: “Estoy crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí. La vida que vivo ahora la vivo en la fe en el Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí”. La vida nueva –vida de hijos de Dios, capaces de amarlo como hijos y de amar a los demás como hermanos- la recibimos por la fe cuyo sacramento fundamental es el bautismo.
Cuando en Colombia volvamos –cada uno de nosotros- nuestros ojos a Cristo y nos unamos a Él por una fe auténtica, seremos capaces de dejar a un lado todo lo que nos divide –odios, envidias, rencores, venganzas, injusticias, atropellos, violaciones, violencia- para caminar juntos por senderos de solidaridad, fraternidad, justicia. Entonces sí experimentaremos la fuerza de la Resurrección de Cristo porque recibiremos el gran don de Su resurrección: la paz. “La paz les dejo, la paz les doy: una paz que el mundo no puede dar. No se inquieten ni tengan miedo.” “Yo estoy con ustedes todos los días hasta la consumación del mundo.”
Cuando abramos nuestro corazón a esta paz que Él nos alcanzó con Su Resurrección, nos convertiremos en instrumentos de paz y construiremos juntos la paz.
* Periodista – Historiador. julioetica@otmail.com
Por Julio Giraldo*
La Resurrección de Cristo no sólo debe conocerse sino que debe experimentarla cada ser humano, mucho más, si es necesario para construir una sociedad fraterna. Nuestro Arzobispo, Monseñor Rubén Salazar Gómez, se refirió en esta ocasión a el vinculo que debe existir entre la experiencia del resucitar de Cristo como un camino para el cristiano que quiere logar la paz.
Julio Giraldo: Celebramos este domingo la Resurrección de Cristo pero seguimos también padeciendo los horrores del conflicto armado en Colombia. ¿Ni el mismo Cristo resucitado puede producir el milagro de la paz?
Arzobispo: Toda la Sagrada Escritura, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, nos enseña que para que Dios pueda salvar se requiere la disponibilidad, la apertura del corazón, es decir, la fe como respuesta del ser humano. Dios nos ha creado libres y respeta siempre nuestra libertad. La tragedia de la humanidad ha consistido en que el hombre –éste es el pecado- se cierra a la acción de Dios, lo rechaza, y, de esta manera, impide que Dios derrame sobre él Su luz, Su fuerza, Su gracia. De la misma manera, la Resurrección de Cristo es la irrupción de la vida en el mundo de la muerte pero, para que podamos pasar de la muerte a la vida, cada uno debe hacer la opción personal de aceptar a Cristo en la fe, de adherirse a Él entrando en un diálogo de amor por la escucha de Su palabra, por la actualización de Su muerte y Resurrección en los sacramentos, especialmente en la Eucaristía, por la vivencia del amor en su vida de todos los días, por la lucha para construir juntos un mundo de justicia y de paz.
¿Por qué la Resurrección de Cristo parece ineficaz en nuestra patria, de tal manera que vivimos todavía sumergidos en la injusticia y en la muerte? Colombia es nominalmente cristiana pero está lejos de vivir la realidad de la fe. Hemos reducido nuestro “ser cristiano” a algunas prácticas piadosas que no calan en nuestro modo de pensar, de decidir, de actuar. Por el contrario, todos los días hacemos opciones, tanto personales como comunitarias, que favorecen el egoísmo, que crean la injusticia, que conducen a la violencia, que siembran la muerte. De esta manera, en lugar de crear un clima favorable a la paz, robustecemos todos los días aquellas situaciones que son el caldo de cultivo para la confrontación y el conflicto.
J. G: La fraternidad y el amor son mensajes de todas las religiones y de todas las doctrinas filantrópicas. ¿No bastaba que Cristo enseñara esto? ¿Por qué tuvo que morir y resucitar?
Arzobispo: Lo que hace el cristianismo algo más que una doctrina o una religión entre las demás es que Cristo da, hace posible, lo que enseña. Con Su muerte, Él asumió toda nuestra condición humana pecadora y con Su resurrección la transformó desde dentro, de tal manera que, como dice San Pablo, somos “una nueva creatura”. La Resurrección de Cristo es una nueva creación que nos lleva a morir –en el sentido propio del término- a nuestra condición anterior de pecadores para darnos la naturaleza, el modo de ser, el rostro de Cristo. Ser discípulo de Cristo no es sólo seguir una doctrina o un mensaje moral sino identificarse con él, ser transformado en él, como también lo expresa maravillosamente San Pablo en la Carta a los Gálatas: “Estoy crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí. La vida que vivo ahora la vivo en la fe en el Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí”. La vida nueva –vida de hijos de Dios, capaces de amarlo como hijos y de amar a los demás como hermanos- la recibimos por la fe cuyo sacramento fundamental es el bautismo.
Cuando en Colombia volvamos –cada uno de nosotros- nuestros ojos a Cristo y nos unamos a Él por una fe auténtica, seremos capaces de dejar a un lado todo lo que nos divide –odios, envidias, rencores, venganzas, injusticias, atropellos, violaciones, violencia- para caminar juntos por senderos de solidaridad, fraternidad, justicia. Entonces sí experimentaremos la fuerza de la Resurrección de Cristo porque recibiremos el gran don de Su resurrección: la paz. “La paz les dejo, la paz les doy: una paz que el mundo no puede dar. No se inquieten ni tengan miedo.” “Yo estoy con ustedes todos los días hasta la consumación del mundo.”
Cuando abramos nuestro corazón a esta paz que Él nos alcanzó con Su Resurrección, nos convertiremos en instrumentos de paz y construiremos juntos la paz.
* Periodista – Historiador. julioetica@otmail.com
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