jueves, diciembre 04, 2008

DE MUJER A MUJER


Mujer, ¡quien a Dios tiene, nada le falta!


Por Jaynes Hernández Natera*

Al iniciar escribir este artículo mi casa parecía una clínica: todos estábamos enfermos; días como los vividos por cualquier familia, días que pasan con paciencia y confiados en Dios. En esos trasnochos maternales, trasnochos por amor, encontré, en el escritorio que está junto a mi cama, la respuesta de Dios. Él guió mis ojos a releer una vez más, la oración escrita por Santa Teresa de Jesús:

Nada te turbe,
nada te espante,
todo se pasa,
Dios no se muda,
la paciencia todo lo alcanza;
quien a Dios tiene
nada le falta.
Todo pasa, gracias a Dios; los malos momentos, las enfermedades y los problemas se solucionan; lo que permanece eternamente es el Amor de Dios, siendo Dios el mismo Amor y “quien a Dios tiene nada le falta”.

“Algo o todo falta” es lo que expresan en la incertidumbre, muchos y en diferentes proporciones, los corazones sin distinción de sexo, etnia, estrato socioeconómico, estado civil. Les falta algo o todo les falta, porque no han tenido un encuentro personal con Dios, sólo le conocen cultural e históricamente; quizás asistan a la eucaristía y no lo conocen como Padre bueno y amoroso, como hermano en Cristo Redentor, ni como unión amorosa entre el Padre y el Hijo en Dios Espíritu Santo.

Razón del corazón para apoyar el trabajo misionero de la Iglesia.
La Iglesia está en estado de Misión; respondamos a su llamado “siendo discípulas-misioneras” y tomadas de la mano maternal de la Virgen de Guadalupe quien nos guiará a ser hijas en su Hijo y amar al Padre con un filial afecto. Conocerlo y darlo a conocer, amarlo y enamorar corazones para que lo amen, es misión de todo discípulo-misionero para que vivan una acción continua de búsqueda incesante del todopoderoso, abriendo las puertas del corazón y los sentidos del alma; cuando ese amor crece escapa por los poros dando testimonio que impulsará a otros que le amen cada vez que se encuentren en la vivencia cotidiana de la palabra de vida eterna.

La Lectío Divina, o ejercicio de lectura orante de la Sagrada Escritura, con sus cuatro momentos (lectura, meditación, oración, contemplación), nos conduce a un encuentro con Jesús Maestro sumergiéndonos en Él; su Palabra es Río de Agua Viva en el cual ya no tendremos sed y llevaremos de beber a otros ya que somos portadoras de la Buena Nueva aunque pienses que tus conocimientos bíblicos son incipientes. Dios quiere que le encontremos y le contemplemos como discípulas misioneras en el rostro de los enfermos, los pobres, en nuestra amiga que está pasando por un momento de dolor, etc. Él espera que abracemos en estas personas ya que son ellas quienes piensan que Dios es sordo y ciego a su tristeza. El Señor está esperando que con nuestro testimonio de espiritualidad le digamos a esa persona: “vamos a la Eucaristía; hay una cena, está servida y faltas tú”.

En Juan 12, 8 Jesús nos dice “A los pobres los tienen siempre entre ustedes, a mí no me tienen”. Él está ahí, y muchas veces pasamos soñando si tuviéramos los medios para viajar y conocer Tierra Santa o Ciudad del Vaticano, visitar muchos santuarios para los cuales necesitaríamos pasaporte, pólizas de viaje y créditos, pero no gastamos lo que vale un bus urbano para visitar a un conocido o a un amigo que tiene hambre material y espiritual o, en otro caso, una llamada para decirle ¡hola cuenta conmigo!.

Los oprimidos por la miseria son objeto de un amor de preferencia por parte de la Iglesia. Innumerables comunidades religiosas sirven a Cristo en el desposeído de bienes materiales y espirituales. Nosotras, que también somos Iglesia, tenemos compromisos de amor con los pobres, a los que no sólo le falta el pan material sino el espiritual, Cristo mismo. Necesitan saber que son hijos amados de Dios, al que no sólo le des vestido para el lunes, miércoles o cualquier día, sino el del domingo para cubrir la desnudez de su espíritu que clama el calor de un padre-madre espiritual.

Nos da miedo hablarle a ese (a) que cuando lo (a) veo creo que me hará daño. Y es que no somos la Madre Teresa de Calcuta, ni San Vicente de Paúl, ni cualquiera de los santos a quienes Dios les inflamó su corazón con el don de la Caridad, pero podemos con los más cercanos. A veces el jardinero, el mensajero, la persona que nos ayuda en la casa, el portero del edificio, en el lugar de trabajo, incluyendo aún aquel que económicamente puede tener un mejor salario pero está desposeído de la más grande riqueza: Dios en su corazón; y aunque tiene todo, todo le falta porque no conoce, ni ama, ni se siente amado por Dios, que aún no conoce porque falta que tú le digas que con Dios solo le basta, que podría perderlo todo pero si lo tiene a Él podrá recuperarse y que aunque la bolsa de valores se estremezca, pierda sus activos, podrá ser feliz, tendrá fe y esperanza.

Sí el Amor de Dios te basta y tienes un alma misionera como laica (o) puedes dar de lo mucho que Él te ha dado, amando y sirviendo y hacer que otros le amen; y si el Buen Pastor ha seducido tu corazón y estás dispuesta a decir SÍ, en la Arquidiócesis de Barranquilla hay un espacio en el cual te acompañamos a discernir ese llamado de Dios en ti, desde el Círculo Vocacional Femenino (cel.: 3138922607 - 3013807079) y el Círculo Vocacional Masculino (padre Alexis Mattos cel.: 3107290118) Te invitamos a la eucaristía de apertura del Círculo Vocacional el 29 de noviembre a las 10 a.m. en la Catedral María Reina.

*Integrante de la Comisión de Pastoral Vocacional
jaynesher@hotmail.com

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