Por Dimas Acuña, Pbro.
El desierto, además de ser lugar de encuentro con Dios, es también lugar de tentación y de lucha espiritual. Durante la peregrinación a través del desierto, que se prolongó durante cuarenta años, el pueblo de Israel había sufrido muchas tentaciones y había cedido (Éxodo 32,1-6; Números 14,1-4; 21,4-5; Salmo 78,17; 1Corintio 10,7-10.
Jesús va al desierto casi remitiéndose a la experiencia histórica de Su pueblo. Pero a diferencia del comportamiento de Israel, es sobre todo dócil a la acción del Espíritu Santo, que le pide desde el interior de Su corazón aquella preparación para cumplimiento de Su misión. Es un periodo de soledad y de prueba espiritual, que supera con la ayuda de la palabra de Dios, con la oración.
Para esto es necesario tiempo, estar dispuesto. ¿Acaso no es la misma preparación que nos pide Dios a nosotros en este tiempo de Cuaresma?, requiere nuestro deseo de crecer espiritualmente, por tanto, exige de nuestra parte, ser conscientes de este espacio, cuando el mundo nos asedia o nos bombardea a realizar todo lo contrario.
Ante la modernidad y el afán de cada día: ¿Cómo encontrarnos con Dios?
Existen muchas realidades como el internet, el celular, la televisión y cuantas cosas más que nos alejan de tener una experiencia íntima con Dios, no estoy con esto indicando la renuncia a tales medios, sino que en medio de las nuevas tecnologías debemos buscar los espacios para estar solos con el Señor, como lo hizo tantas veces Jesús para intimar con el Padre (Marcos 1,35 y Lucas 5,16).
El hombre de hoy parece no tener tiempo para sí, vivimos a prisa, descuidando nuestra vida de oración, meditación de la Palabra de Dios, elementos importantes para vencer el mal con todo el "Stress" que nos satura. Es necesario, pedir al Espíritu Santo, nos conduzca en este Tiempo de Cuaresma para buscar el espacio de la meditación, es decir, ir al desierto, despojándonos de todas esas realidades e interiorizar más la Palabra de Dios.
Algunas personas piensan que el ayuno es renunciar a una comida, bebida, el internet, al celular...no se trata de renunciar por renunciar, se trata de buscar el espacio de soledad, dejándonos guiar por el Espíritu Santo para encontrarnos con Dios, con nuestra realidad de pecado, analizar la vida con más detenimiento, detectando nuestras debilidades para pedirle a Dios la fuerza de superarlas (Romanos 8,26), así como guió a Jesús, estemos dispuestos a dejarnos guiar por Él, por Su luz.
Jesús es conducido al desierto con el fin de afrontar las tentaciones de Satanás y para que pueda tener, a la vez, un contacto más libre e íntimo con el Padre. Los evangelistas nos presentan muchas veces el desierto como el lugar donde reside Satanás; basta recordar el pasaje de Lucas sobre el "espíritu inmundo" que "cuando sale del hombre, anda vagando por lugares áridos, en busca de reposo"(Lucas 11,24 y Lucas 8,29). El "espíritu inmundo" es el pecado que lleva al hombre a la desolación, a la aridez donde no se produce ningún fruto. Son los pecados que nos hacen impuros, ocultos en lo íntimo del corazón (Marcos 7,22-23).
En el caso de Jesús, el ir al desierto es obra del Espíritu Santo, a mirar su corazón, por ejemplo: la gente lo quiere proclamar rey (Juan 6,15), el huye a la montaña para estar solo con Dios, en su corazón está en un momento determinado la tentación, pero Él descubre que esto no es de Dios, porque al ser rey, según las estructuras de este mundo, tendría que utilizar la violencia, por eso rechaza la propuesta la cual considera viene del mismo mal: "De nuevo el diablo lo llevó consigo a una montaña, le mostró todos los reinos del mundo con su gloria y le dijo: Todo esto te daré, si te postras y me adoras. Entonces Jesús le dijo: retírate Satanás, porque está escrito, al Señor tu Dios adorarás (Deut 6,13). Venciendo las tentaciones, manifiesta su propio poder salvífico sobre el pecado y la llegada del Reino de Dios. Aún estando libre de pecado, Jesús pudo conocer las seducciones externas del mal, vienen de la gente que trata de adularlo (Juan 6,15), era conveniente que fuera tentado para llegar a ser el Nuevo Adán, nuestro guía, nuestro redentor (Mateo 26,36-46; Hebreos 2,10.17-18; 4,15).
La experiencia de Jesús es ejemplar, nos sirve a nosotros como lección sobre la necesidad de la penitencia, en ese sentido, es que necesitamos apartarnos un tiempo a revisar el corazón, sucede que no tenemos tiempo, porque la televisión, el internet y otras cosas más nos impiden ir al desierto a vernos. Huimos de la soledad, desconociendo que es un valor esencial en nuestra vida espiritual para crecer en la fortaleza, con la cual venceremos las dificultades, Jesús mismo un día alertará a sus discípulos sobre la necesidad de la oración y del ayuno para echar a los "espíritus inmundos" (Marcos 9,29) y, en la experiencia terrible del Getsemaní, recomendará a los apóstoles: "Velad y orad para que no caigáis en la tentación; que el espíritu está pronto, pero la carne es débil" (Marcos 14,38)
*Delegado arquidiocesano para la Comisión de artistas. Párroco unidad pastoral Cristo Rey
Mensaje del Arzobispo para la Cuaresma
Al iniciar la Cuaresma nace espontáneamente la pregunta: ¿Por qué cada año lo mismo? Y la respuesta es muy simple, porque cada año necesitamos redescubrir el sentido de nuestra existencia, la vida con todas sus preocupaciones, con sus problemas, angustias, hace que muchas veces empecemos a vivir desordenadamente o mediocremente. Por eso, es importante que al menos una vez al año, nosotros nos replanteemos a fondo lo que significa: nuestra relación con Dios, que seamos cristianos, nuestra relación con los demás, al interior de nuestras familias, del trabajo, en la sociedad. Es decir, que nos planteemos lo qué significa nuestra existencia.
Yo los invito a que cada uno de ustedes aproveche este Tiempo de Cuaresma para poder descubrir a la luz de Cristo, muerto y resucitado, y por lo tanto, a la luz del infinito amor de Dios, manifestado en Cristo, el sentido profundo de su vida.
¡Vivamos intensamente esta Cuaresma!
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