"Cristo ocupó el último puesto en el mundo -la cruz-, y precisamente con esta humildad radical nos ha redimido y nos ayuda constantemente" (Deus Caritas est, No. 35).
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Hacer oración con el Vía crucis no puede volverse un dejarse llevar por el sentimentalismo y mucho menos puede ser un acto que nos haga sentir lástima por lo sucedido a Jesús. Todo lo contrario, el Vía Crucis es una oportunidad para contemplar el inmenso amor de Dios que se hace visible en la pasión, muerte y resurrección del Señor; Jesús se ha entregado sólo por amor, y sólo desde el amor podemos contemplar su pasión como salvadora. Es por eso que para el cristiano la cruz de Jesús, incluso su propia cruz, ya no es una tragedia, sino la manifestación más clara del amor de Dios. El Vía Crucis, no es solamente el camino del dolor, la vía de la cruz, más que todo es el camino del amor, pues sin ese amor, ni el dolor, ni la cruz tienen sentido.
En esta oportunidad, ofrecemos el texto del Vía Crucis inspirado en nuestra realidad como atlanticenses y enriquecido con algunos apartes de la primera encíclica del Papa Benedicto XVI, para que fijemos nuestro corazón y nuestra mente en los acontecimientos que constituyen el centro de nuestra fe: la pasión, muerte y resurrección de Jesús.
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Para mayor información lea la edición 133 de Kairós.
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