viernes, octubre 19, 2007

POR LA COLOMBIA QUE QUEREMOS

La democracia considera que el poder es de Dios y que Él lo delega al pueblo. ¿Estamos listos a asumir este compromiso en Barranquilla y cada municipio del Atlántico?

Por JUAN AVILA ESTRADA, Pbro.
Párroco de Padre Nuestro y San Carlos Borromeo

En los inicios de su historia, Israel poseía un gobierno teocrático, es decir, Dios era el que directamente gobernaba a su pueblo por medio de los jueces; a Él correspondía ese derecho ya que ellos eran su pueblo y Él su Dios y Señor.

Posteriormente, deseosos de tener un estado monárquico al estilo de los pueblos vecinos, se eligieron reyes que los gobernaran y les ayudaran a progresar. Durante muchos años esta monarquía se mantuvo en Israel y gran parte de las naciones de Europa. Los reyes eran considerados "elegidos" directos de Dios, nacidos desde la cuna para regir los destinos de las naciones de manera vitalicia y legar a su descendencia dicho mandato.

A partir de los postulados de la Revolución Francesa y de los Derechos Fundamentales del Hombre, las monarquías fueron cayendo una a una para dar paso a otros estilos de gobierno como la democracia, que es el gobierno de los pueblos. Este sistema considera que el poder es de Dios y que Él lo delega al pueblo que, a su vez, se pone en la tarea de escoger por mayoría a quienes han de regirlos durante determinado periodo de tiempo.

En este orden de ideas es interesante descubrir que todas las culturas y naciones han entendido la importancia de tener quien los gobierna y los ayude a organizar para poder vivir de una manera más armónica y progresiva. No se entiende una nación anárquica en donde cada uno haga lo que le plazca, pues ella quedaría condenada a la autodestrucción.

Se afirma que entre todos los estilos de gobiernos malos el menos malo es la democracia y que ella debemos defenderla hasta que encontremos uno mejor que no posea todos los vicios que se presentan en este modo de elegir gobernantes. Es ahí donde corresponde a los cristianos conjugar el amor a Dios como hijo suyos y al Estado como ciudadanos.

¿Cómo hacer para que aquello que es malo, sea lo menos malo posible? Es necesario conservar las diferencias en la integralidad. Por un lado, no se nos puede olvidar que siendo la democracia el gobierno de todos es un deber de conciencia participar activamente en la escogencia de nuestros líderes, para que de esa manera podamos tener el derecho de protestar y encararlos cuando no estén haciendo bien las cosas. Elegir da derecho a reclamar pues cada sufragio más que un papel depositado en una urna por un candidato del partido, es un voto de confianza a la persona misma; por otra parte, recordemos que como cristianos es importante escoger a quienes tengan postulados claros en torno a la vida, la familia y la dignidad humana. Por defender a las minorías no se puede pisotear al resto de la humanidad. De la sagacidad de cada gobernante depende buscar el bien comunitario y no sencillamente tener contentos a todos.

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