Miembro de la Pontificia Academia Eclesiástica Vaticana
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No sorprende la decisión de la Corte Constitucional de despenalizar el aborto en algunos supuestos. Y no sorprende porque, en este país nuestro, martirizado por la cotidiana violencia, navegamos desde hace años en un mar de sangre inocente sin sentir el escozor existencial del dolor y del luto ajeno.
Por otra parte, basta abrir un poco los ojos para tomar conciencia de cuanto hayan cambiado los patrones culturales que otrora rigieron la frágil civilidad jurídica de esta nación, en la que no impera ya la fuerza del Derecho sino el derecho de la fuerza, privando sistemáticamente al más débil -nacido o no- de toda protección y garantía.
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Termine esta lectura en la edición 138 de Kairós.
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