domingo, septiembre 10, 2006

UN AMIGO... UN TESORO

Pemán escribió alguna vez que "las palabras son como pájaros... nunca sabemos a que rama se irán a posar", y esto algo que también se aplica a nuestras acciones, a la vida de cada uno en particular. Ahora que reflexionamos sobre la importancia de la amistad, esta historia viene ayudarnos a comprender que lo que hacemos o dejamos de hacer influye poderosamente en quienes nos rodean, en especial en aquellos a quienes amamos.

Así las cosas, la amistad se convierte en una de esas realidades que pueden salvar -en un momento dado- la vida de nuestros amigos; aún sin que no demos cuenta.

Un día, cuando ingresé a bachillerato, vi a un chico de mi clase caminando hacia su casa desde el colegio. Su nombre era José y estaba cargando muchos libros. Pensé: ¿por qué alguien trae todos sus libros a casa en viernes? Me pareció un tanto exagerado.

Tenía planeado un gran fin de semana (fiestas y un juego de fútbol en la tarde), así que sólo me encogí de hombros y seguí mi camino. Mientras caminaba, vi a un grupo de chicos corriendo hacia José. Le tiraron los libros que traía cargando y lo empujaron para que cayera al suelo. Sus anteojos salieron volando y vi como cayeron en la grama como a unos tres metros de él. Miró hacia arriba y observe una terrible tristeza en sus ojos. Corrí hacia él y mientras se arrastraba hacia sus anteojos, vi lágrimas en sus ojos.

Mientras le entregaba sus anteojos, le dije: Esos tipos son unos idiotas. Deberían ocuparse en algo. Me miró y dijo: Oye, ¡gracias! Había una enorme sonrisa en su cara. Era una de esas sonrisas que mostraba auténtica gratitud. Le ayudé a recoger sus libros y le pregunté dónde vivía. Resultó que vivía cerca de mi casa, así que le pregunté por qué nunca lo había visto en el vecindario. Dijo que había ido a una escuela privada anteriormente (yo nunca me había juntado con un chico de una escuela privada). Hablamos en el camino a casa. Resultó ser alguien muy agradable. Lo invité a jugar fútbol conmigo y mis amigos el sábado en la mañana y aceptó.

Pasamos juntos el fin de semana y mientras más lo conocía, más me agradaba. Mis amigos pensaban igual. Llegó la mañana del lunes y allí estaba José de nuevo con su enorme montón de libros. Lo detuve y le dije que si continuaba así, iba a conseguir muy buenos músculos. El simplemente se rió y me pasó la mitad de los libros. Durante los siguientes cuatro años, José y yo nos convertimos en los mejores amigos.

Cuando estábamos por salir del bachillerato, empezamos a pensar en la Universidad. José escogió irse al interior del país, mientras que yo escogí quedarme en mi ciudad. Yo sabía que siempre seríamos amigos y que la distancia nunca sería un problema. El decidió convertirse en doctor y yo conseguí una beca en fútbol para estudiar en la escuela de negocios. Lo molestaba todo el tiempo diciéndole que era un exagerado con eso de los estudios. Cuando se iniciamos el último año, fue elegido para dar el discurso el día de graduación. Me alegré de no tener que ser yo el que tuviera que pasar al frente y hablar.

El día de la graduación, José estaba feliz. Se adaptaba e incluso se veía bien con anteojos. Mientras empezaba su discurso, aclaró su garganta y empezó. El tiempo de graduación es el de agradecer a aquellos que nos ayudaron a lograrlo a través de esos años difíciles; nuestros padres, nuestros maestros, nuestros hermanos, tal vez un entrenador... pero más que nada a los amigos.

"Estoy aquí para decirles que ser un amigo es el mejor regalo que le puedes dar a alguna persona. Les voy a contar una historia -prosiguió (yo miraba incrédulamente a mi amigos mientras contaba la historia del primer día en que nos conocimos) Había planeado suicidarme ese fin de semana -dijo. Nos contó acerca de cómo había vaciado su casillero para que su mamá no tuviera que hacerlo después y estaba llevando sus cosas a la casa.

Me miró profundamente y me regalo una sonrisa. Gracias a Dios, fui salvado. Mi amigo me salvó de hacer lo indecible. Oí una exclamación de la multitud, mientras este muchacho, ahora un hombre, nos comentó acerca de su momento de debilidad. Yo vi a sus padres mirándome y sonriendo agradecidamente.

Hasta es momento no me di cuenta de la profundidad de esto. ¿imagina cuantas vidas podemos salvar?

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