lunes, marzo 09, 2009

Encuentros con el Arzobispo

Carnaval y Cuaresma.

Julio Giraldo: Nuevamente Carnaval y Cuaresma se suceden el uno al otro. ¿No son, en realidad, dos acontecimientos que se excluyen?

Arzobispo: Para responder a esta pregunta bien importante, vale la pena recordar algunas partes de un texto famoso del capítulo tercero del libro del Eclesiastés: “Todo tiene su momento, y cada cosa su tiempo bajo el cielo. Tiempo de nacer y tiempo de morir… tiempo de llorar y tiempo de reír, tiempo de hacer duelo y tiempo de bailar… tiempo de abrazarse y tiempo de separarse, tiempo de buscar y tiempo de perder… tiempo de callar y tiempo de hablar… tiempo de guerra y tiempo de paz.” Este libro del Antiguo Testamento –que es una meditación a veces desencarnada y pesimista sobre el sentido de la existencia del ser humano en la tierra y sobre su destino último- nos enseña que, si todo tiene su momento, la tarea de la persona sensata –de cada uno de nosotros- consiste en descubrir la naturaleza propia de cada momento para poder vivirlo en plenitud y de esta manera enriquecer nuestra vida. La vivencia profunda de los momentos aparentemente contradictorios nos señala dimensiones esenciales de nuestra existencia y nos permite orientar cada momento hacia la consecución de la meta que es la que da el sentido definitivo a cada uno de los pasos que recorremos.

Cuaresma y Carnaval parecen antitéticos e incompatibles. Sin embargo, nos señalan dos momentos extremos que deben iluminar nuestra vivencia permanente, por una parte, la alegría, el baile, el disfrute de los bienes materiales que el Señor nos ha dado; por otra, el recogimiento, el silencio, la oración, el dominio de sí, el compartir. En el carnaval, la explosión del folclor, de lo autóctono, de lo dionisiaco de nuestra existencia. En la Cuaresma, el descubrimiento de lo apolíneo existencial con la búsqueda sincera de Dios, la escucha atenta de su palabra, el salir de sí mismo para compartir las tristezas y las penurias de los demás. Ambos momentos nos enseñan el arte de vivir, un vivir consciente, responsable, pleno de sentido.

J. G.: Parece que no sabemos vivir como Usted lo plantea. ¿Por qué se cae con facilidad en excesos?

Arzobispo: Precisamente la sabiduría –el descubrir el verdadero sentido de la existencia y vivirlo plenamente- debe ser una búsqueda permanente de todos. Los excesos son desviaciones que destruyen e impiden la auténtica felicidad humana. El desenfreno, como pérdida del dominio y de la conciencia de sí mismo, nunca puede ser beneficioso sino que degrada a la persona y rompe la convivencia. El disfrute de la alegría y de la fiesta compartida, por el contrario, eleva el espíritu y permite crecer en apertura. Por otra parte, el silencio, la escucha de la Palabra de Dios, la búsqueda de la belleza de Dios –propias del ejercicio de la Cuaresma- nos permiten impregnar todos los goces de la vida con una alegría profunda –nacida del auténtico amor infundido por el Espíritu en nuestros corazones- que le da nuevo brillo y autenticidad a la existencia. De esta manera, la Cuaresma enriquece y ennoblece el Carnaval y éste permite que toda la existencia humana –también en sus elementos menos espirituales- sea vivida y ofrecida como don recibido de Dios y entregado a él en el servicio a los demás. Carne y espíritu –como dos dimensiones fundamentales del ser humano- se penetran, se enriquecen, se iluminan, se fortalecen mutuamente y, así, cada uno de nosotros puede vivir todos y cada uno de los momentos de su vida como un paso más en el camino que recorremos juntos hasta el encuentro definitivo con Dios que es la alegría, el gozo, el amor, la belleza, la bondad, la ternura, en plenitud.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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