jueves, marzo 08, 2007

PARROQUIAS: AYER Y HOY DE LA FE

En Barranquilla también se escuchó:
“Yo Soy la Virgen de la Caridad”

Por JULIO GIRALDO
Periodista

Uno de los templos más hermosos de la ciudad de Barranquilla es, sin duda alguna, el de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre. Su estilo es el de una sinagoga muy amplia y ventilada; posee una bella capilla auxiliar con un ambiente que invita al recogimiento y la oración. Los mismos alrededores de la parroquia están diseñados como un homenaje a la ecología con un agradable parque, zonas verdes, árboles frutales y jardinería que oxigenan el entorno del templo parroquial.

Junto al templo se encuentra la Casa Sacerdotal, lugar con olor a santidad, bellamente acondicionado como vivienda para los sacerdotes ancianos, quienes después de trabajar durante toda su vida construyendo con sus comunidades el reino de Dios, tienen derecho a vivir dignamente y ser bien atendidos.

La construcción del templo se remonta al año 1962, cuando los habitantes de este exclusivo sector donde ya el padre Jorge Echandía, rector del Seminario Diocesano los atendía pastoralmente, solicitaron de la autoridad eclesiástica la aprobación para la construcción de un templo católico; muy pronto el municipio hizo la donación del terreno ubicado en la calle 84 con carrera 42 y se inició el proyecto con la colaboración de la firma Noguera y Dugand y la consagrada actuación de Roberto Dugand. A la nueva parroquia se le dio el nombre de “Nuestra Señora de la Caridad del Cobre” porque para esa época estaban en Barranquilla, aprovechando la hospitalidad que siempre ha caracterizado a la ciudad, muchos cubanos que habían emigrado de su tierra huyendo del régimen comunista de Fidel Castro.

Así que esta colonia cubana, numerosa y con experiencia religiosa muy arraigada heredada de su querida isla, comenzó a colaborar activamente no sólo en la construcción de la parte espiritual, sino que también monetariamente hacía sus aportes y de hecho esperaba que el nuevo templo fuera dedicado a la patrona de Cuba, la Virgen de la Caridad del Cobre, cuya historia resumida es la siguiente: “Una hermosa imagen de la Madre de Cristo apareció flotando sobre las aguas de la bahía de Nipo (Cuba) en los primeros años del Siglo XVII. Se dejó ver en un amanecer después de tres días de tormenta. La recogieron tres campesinos que habían ido en busca de sal y que se les ha conocido siempre como los tres juanes. La imagen venía sobre una tablita que decía: ‘Yo soy la virgen de la caridad’. La llevaron al caserío de Barajaguas. Años más tarde la trasladaron a la Parroquia del Cobre. De ambos lugares desaparecía y volvía a ocupar el mismo sitio. Una niña llamada Apolonia decía que la veía en la Loma del Cobre. El pueblo, después de haber orado, con gran preocupación contempló una noche en ese mismo lugar un gran resplandor. Allí le hicieron una pequeña ermita donde la trasladaron y donde se encuentra actualmente en el Santuario Nacional. El Santo Padre la proclamó Patrona de Cuba a petición de los ‘Veteranos de la Independencia’ el 10 de mayo de 1916.”

Siguiendo con la historia de la parroquia, ya como vicaría (constituida como tal en 1965), se trabaja con la ayuda de los fieles, los sacerdotes Alfonso Miranda, Luís Villabona y Roberto Vélez Molina, quienes lucharon con todo celo hasta financiar los módulos del templo y proyectar la cripta. En 1967, Monseñor Germán Villa Gaviria firma el decreto 406 que eleva la vicaría a categoría de parroquia y nombra como su primer párroco al padre Carlos José Ruiseco, quien tomó posesión el 15 de octubre de ese mismo año. El padre Ruiseco, más adelante, es consagrado Obispo Auxiliar de Barranquilla y luego Arzobispo de Cartagena. Hoy, como Arzobispo Emérito, Monseñor Ruiseco vive en la Casa Sacerdotal que se encuentra junto a la parroquia de la cual él fue su primer párroco. A Monseñor Ruiseco lo sucede como párroco el padre Jorge Becerra Jiménez, quien llega con una experiencia maravillosa luego de haber sido el primer párroco de la Catedral Metropolitana, y dura 11 años al frente de la Caridad del Cobre. Le siguieron, en su orden, los presbíteros Juan de Jesús Serna Cañas, Reinaldo Iriarte Ríos y su actual párroco, Luís Alberto Martínez Macías.

LA PARROQUIA HOY

La vida pastoral corre por los canales normales, pues se cuenta con una feligresía comprometida que participa en todas las actividades parroquiales tanto en el aspecto sacramental y de culto, como también en todo lo que propone el Proceso Diocesano de Renovación y Evangelización –PDRE-. Por la extensión territorial y número de habitantes, tiene esta parroquia dos células: una, la célula madre que es la Caridad del Cobre y, la otra, que está en proceso de formación, se llama San Gabriel. Allí se celebra la Eucaristía los sábados y domingos por la tarde con muy buena asistencia, pero no se ha podido comenzar la construcción del templo pues los terrenos están en proceso de legalización.

Dice su actual párroco, el padre Luís Alberto Martínez -refiriéndose a la Casa Sacerdotal- que para la parroquia es un gran orgullo tenerla allí pues actualmente conviven tres sacerdotes y dos arzobispos. Uno de ellos es Monseñor Carlos José Ruiseco, como ya lo anotábamos, y el otro es Monseñor Félix María Torres, Arzobispo Emérito de Barranquilla, quien celebra algunas eucaristías y preside celebraciones importantes, especialmente, durante la Semana Santa; Monseñor Torres también dicta cursos de Sagrada Escritura en el salón parroquial.

Añade el padre Martínez que lleva aproximadamente 7 años como párroco de la Caridad del Cobre, tiempo en el cual ha podido conocer muy bien su feligresía y se han realizado muchas obras no sólo en lo espiritual, sino también en lo que corresponde a la parte material; le da gracias a Dios por permitirle seguir al frente de una comunidad en donde cada día hay nuevos retos que enfrentar, tratando cada día también de avanzar en los logros propuestos por el nuevo plan pastoral de la Arquidiócesis.

EL RINCON DE PABLITO

Hola!!!!!!!!
Para mí, y estoy seguro que para Olguita y Guillo también, es motivo de alegría escribir para todos ustedes.

En esta ocasión, Olguita les trae unos apuntes muy interesantes sobre la Cuaresma, que es el tiempo litúrgico que estamos viviendo. Guillo nos presenta sus comentarios sobre el sacramento de la unción de los enfermos, y yo les traigo una información de la visita de mi amigo el Arzobispo al municipio de Santa Lucía.

TIEMPO DE CUARESMA
Por Olguita

Queridos amiguitos, ¿saben que nos encontramos en Cuaresma? Así me lo dijeron en el colegio y por eso le pedí a mi mamá que me llevara a la iglesia para preguntarle al párroco que quería decir esto, y él me contó:

La Cuaresma es:
» Un tiempo en el que somos invitados a arrepentirnos de todas las cosas malas que hemos hecho, a ser mejores personas, para así poder vivir más cerca de Cristo.
» Un tiempo de cambio de vida, de oración, de ayuda a los más necesitados.
» Un tiempo para escuchar atentamente la palabra de Dios y llevarla a la práctica.
» Un tiempo de perdón.
» Us un tiempo de preparación a la gran fiesta de los cristianos: La Pascua

La Cuaresma inicia el Miércoles de Ceniza y termina el Jueves Santo antes de la celebración de la cena del Señor.

Amiguitos, no nos quedemos atrás. Acércate a tu parroquia y únete a las actividades que realizarán en este tiempo de Cuaresma.

EL ARZOBISPO EN SANTA LUCÍA
En días pasados acompañé a mi amigo el Arzobispo al municipio de Santa Lucía y allá nos encontramos con un grupo muy chévere y bien organizado de monaguillos, que hacen parte del movimiento infantil que cada vez toma más fuerza en esta unidad pastoral del sur del Atlántico.

El padre Alirio Cantillo, párroco, me dijo que estos niños y niñas son muy juiciosos y que él se siente muy feliz porque ellos colaboran en las eucaristías.

Guillo, el monaguillo
Sacramentos de Curación
Hemos estado estudiando los sacramentos de Confesión y Unción de los enfermos. Ellos hacen parte de los Sacramentos de Curación.

¿Cómo así? Pues, Jesús es el médico de nuestras almas y sabe que somos débiles y, a veces, hacemos cosas que nos alejan de Él. Sin embargo él desea que nosotros, que somos su Iglesia, continuemos firmes en su obra de salvación, de allí que nos dejó los Sacramentos de Curación.

miércoles, febrero 21, 2007

NUESTRA PORTADA

JUBILEO DE ARTISTAS
El Jubileo de los Artistas se convierte en el punto de partida de la pastoral que prepara la Arquidiócesis para este grupo específico que congrega a muchos en el Atlántico.

REUNIÓN DE OBISPOS
En Bogotá, del 5 al 9 de febrero, se reunieron en asamblea plenaria los Obispos de nuestro país para reflexionar sobre diversos temas de interés nacional.

'MIRARAN AL QUE TRASPASARON'
Mensaje de Benedicto XVI para la Cuaresma 2007

EDITORIAL

EL ARTE BROTA DE DIOS

Al contemplar las grandezas de la creación, movidos por la fuerza del Espíritu Santo, reconocemos con sorpresa y alegría que la persona que se llena de Dios, necesariamente, se convierte en un poeta: le da suavidad a sus palabras, belleza a sus escritos y valor a aquello que la mayoría considera como pequeño y poco importante.

La Sagrada Escritura es un conjunto de obras de arte, narraciones completas de amor y aventura, de gracia y de pecado, de conjugación entre lo ordinario y lo extraordinario; en el fondo, el mismo ser humano es una obra de arte brotada de las manos del más grande y del mejor: Dios, nuestro Creador.

Visto el mundo y el ser humano desde esta óptica, todas las corrientes del arte como la música, la pintura, la danza, el teatro, la literatura, la escultura, la arquitectura y hasta el cine, recrean el espíritu de lo bello y, ciertamente, tanto los paisajes naturales como las obras creadas por el ser humano, alegran la vida y nos sacan de la monotonía que nos aprisiona y nos roba la posibilidad de saborear y contemplar las maravillas de nuestro universo.

En el fondo, el hacer cosas bellas nos hace artistas, no tan identificados como las artes comunes, y si así lo es, ¡bendito sea Dios! Ya lo decía alguien: “Las obras son las que hacen a los artistas”. Es así, como un jardinero colorea con plantas y flores un jardín; un tejedor embellece la tela con su obrar; un chef engalanando y dando sabor a sus comidas; y hasta aquellos que sólo las deleitan, son artistas, porque pueden apreciar desde la sencillez la grandeza de las cosas. No podemos dejar de lado las relaciones humanas, ya que en la medida que una auténtica relación sea bella, se constituye en una obra de arte.

Que el gozo de este año jubilar también lo puedan disfrutar los artistas que actualmente habitan el Atlántico y que éste sea un espacio para que ellos descubran que, a través de su trabajo, también se evangeliza. Unámonos en oración a estos servidores de la sociedad en su jubileo, que tendrá lugar del 3 al 6 de marzo.

EL COMPROMISO DE LA IGLESIA ANTE LOS DESAFÍOS DE LA REALIDAD NACIONAL

En Bogotá, del 5 al 9 de febrero, se reunieron en asamblea plenaria los Obispos de nuestro país para reflexionar sobre diversos temas de interés nacional. Transcribimos a continuación el mensaje final de la reunión que emitió el presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia, monseñor Luis Augusto Castro Quiroga, Arzobispo de Tunja.

Los Obispos de la Iglesia Católica en Colombia, reunidos en la Octogésima Segunda Asamblea Plenaria, para tratar el tema de la “Acción Misionera de la Iglesia”, nos dirigimos a todos los colombianos para expresarles que habiendo recibido la Palabra de Dios que nos presenta a Jesucristo como el Misionero del Padre, Él nos envía al mundo para proclamar con nuestra vida su mensaje de salvación. Nuestra vocación de discípulos de Jesús se convierte en misión de pastorear el rebaño a nosotros encomendado con el compromiso de responder a los desafíos de la realidad nacional.

Pensando en una Colombia que ha dado positivos pasos en el camino del progreso, que tiene razones objetivas para la esperanza pero que anhela la paz, los Obispos unimos nuestras voces en un solo llamado: ¡Reconciliación!, con Dios, con nosotros mismos, con los demás y con la creación. Desde la reconciliación como propósito y principio, leemos y acompañamos el caminar del pueblo colombiano, para que las víctimas, los victimarios y la sociedad en general conozcan la experiencia profunda del perdón, de manera que se instaure un escenario de paz que denote más que la simple ausencia de guerra, la “plenitud de vida”, vida digna y en abundancia para todos (Juan 10,10)

La mentira es una de las causas de todo conflicto y principal obstáculo a cualquier esfuerzo de negociación política. Es necesario adentrarnos en el camino de la verdad para re-dignificar a las víctimas, actores centrales de la reconciliación y poseedoras privilegiadas de la gracia del perdón, que sólo puede y debe nacer en ellas si queremos romper el ciclo del rencor, del resentimiento y de la venganza que en ocasiones se convierten en una carga imposible de llevar. Verdad para cerrar las heridas provocadas por la violencia, de manera que exista en quienes han causado daño, un reconocimiento sincero del pecado cometido al atentar contra la vida y la libertad de otros hermanos, como paso necesario para el encuentro con la paz.

En estos tiempos en los que unos y otros se acusan por la denominada “para-política” y por su pasado violento, nosotros los Obispos pedimos a todos la calma, y sin dejar de buscar y decir la verdad, los llamamos a atender también otros problemas que afectan a Colombia. Los intereses proselitistas por encima de los del país confunden a la opinión y conducen al caos. El país reclama incesantes actos de verdad en las esferas políticas nacionales, departamentales y locales, por encima de los intereses partidistas, con el propósito de frenar la corrupción y purificar las instituciones democráticas, de manera que éstas sean una respuesta efectiva a las demandas ciudadanas de inclusión, participación y justicia social.

Escuchamos un lamento en nuestras comunidades: Las instituciones, el Legislativo, el Ejecutivo, la Administración de Justicia, la Corte Constitucional, las Fuerzas Armadas y los Organismos de control, evidencian una grave crisis. Porque estamos con la institucionalidad, todo ello nos duele y preocupa. Animamos los esfuerzos que se adelantan por develar los hechos que han restado legitimidad a las instituciones del Estado y por diseñar e implementar los correctivos pertinentes.

Exigimos verdad también para clarificar los signos de una sistemática persecución desde diversos sectores, grupos y personas hacia los valores que la Iglesia defiende, que nacen del Evangelio y tienen sustento en el respeto por la vida, la dignidad humana y la familia.

Llamamos a los medios de comunicación para que aporten a la construcción de una sociedad que se precie de la verdad. Ello requiere obrar con honestidad y equidad. Seguiremos nuestro compromiso de valorar a los comunicadores como portadores de noticias que construyan una nueva patria y los acompañaremos para que utilicen los medios con sentido humano como valor central. Los invitamos a aportarle al país debates serenos, sin encender hogueras.

Reconocemos los esfuerzos gubernamentales por ampliar la cobertura en la educación. Sin embargo, las dinámicas globalizadoras imponen superiores niveles de calidad. Animamos la educación para la conciencia y la paz en la familia, en la escuela y en los diversos espacios de la Iglesia y la sociedad. El llamado a la reconciliación comprende, a su vez, un esfuerzo nacional por establecer condiciones de justicia, sabiendo que el horizonte está en la caridad.

Las cifras revelan un crecimiento de la economía, sin embargo constatamos con dolor que se agudiza la pobreza. Llamamos a la banca, a la industria y a los gremios, a que no olviden que la economía debe estar al servicio del hombre, y orientada a la solución de los problemas del desempleo, a la erradicación del hambre y a la satisfacción de las necesidades del pueblo. Llamamos a todos en el país a no olvidar a los campesinos, que no encuentran suficientes alicientes para permanecer en el campo, y a los desplazados, que no encuentran ni razones ni condiciones para volver a sus tierras. Las minorías étnicas esperan que su dignidad de personas y sus espacios de autonomía sean mayormente respetados, y que se les brinde el apoyo requerido para la participación debida en la vida pública y para la construcción de su propio proyecto de vida.

El conflicto armado, cuyas causas no son enfrentadas en su integralidad, sigue golpeando a amplios sectores de la población; sus actores amenazan a la institucionalidad y extorsionan a la sociedad.

Los Obispos en Colombia sentimos que pesa sobre nuestra conciencia la destrucción de los hermanos que injustamente permanecen privados de su libertad, sometidos al secuestro. No acallaremos nuestra voz, ni cejaremos en nuestros esfuerzos hasta tanto el Gobierno Nacional y las FARC–EP posibiliten a través de un acuerdo humanitario la libertad de todos ellos. Abogaremos por otros acuerdos humanitarios que conduzcan a la erradicación en Colombia del secuestro extorsivo, de las minas antipersonal, de la agresión de la sociedad civil, del desplazamiento.

Estamos dispuestos a acompañar todos los procesos que conduzcan a la construcción de una Colombia reconciliada y en paz. Exhortamos a las FARC a facilitar espacios para la negociación y para el diálogo. Expresamos nuestra voz de ánimo al proceso que se adelanta entre el Gobierno Nacional y el ELN e invitamos a los desmovilizados de los grupos de autodefensa a proseguir con valentía y transparencia el proceso iniciado, siendo coherentes con el compromiso de aportar a la verdad, a la justicia y a la reparación. Denunciamos con preocupación y rechazamos la configuración de grupos armados emergentes. Mantendremos un compromiso de apoyo irrestricto a las víctimas y las acompañaremos en la defensa de sus derechos a la reparación y a la memoria, pero animando a la grandeza del perdón. Los que vivían de los cultivos ilícitos son objeto de la persecución del Estado, no obstante, el narcotráfico sigue siendo el combustible de la corrupción y de la confrontación armada y causa de muchos males del país.

La Iglesia, laicos, religiosos, sacerdotes y obispos, reconociendo nuestras limitaciones y falencias, nos comprometemos a hacer sentir nuestra voz profética que denuncia la mentira y la corrupción y que anuncia la verdad, que no es otra cosa que la defensa de la vida, desde la concepción hasta la muerte natural, la dignidad de las personas, la igualdad de oportunidades y la honestidad para construir entre todos un país en el que todos quepamos y en el que no haya marginados. La Iglesia seguirá anunciando un mensaje de esperanza y convoca a un acuerdo nacional por la paz y la reconciliación y a que cada uno dé su aporte para implementar un proyecto de nación en el que todos tengamos un espacio digno y unas posibilidades de realización como ciudadanos y como hijos de Dios.

Elevamos nuestra plegaria a Dios para que envíe su Espíritu y habite en el corazón de cada colombiano dándonos la fortaleza y la sabiduría para discernir los signos de vida y de muerte y tomar las decisiones para la construcción de una sociedad justa. Que María Santísima, Reina y madre de Colombia interceda por nosotros ante su Hijo, rico en misericordia y Señor de la Paz.

Bogotá, D.C., 9 de febrero de 2007

+ LUIS AUGUSTO CASTRO QUIROGA
Arzobispo de Tunja
Presidente de la Conferencia Episcopal

ENFERMEDAD Y POBREZA, EL CONSTANTE CIRCULO VICIOSO

NUEVO COLUMNISTA EN KAIROS

Damos la bienvenida a las páginas de Kairós a fray Gilberto Hernández García, mexicano, de 34 años de edad. Actualmente vive en el convento de La Santa Cruz de los Milagros de Querétaro y pertenece a la Orden de Frailes Menores (franciscanos) en la provincia de San Pedro y San Pablo de Michoacán. Estudió periodismo y filosofía. Actualmente escribe una columna semanal para 22 periódicos religiosos mexicanos, además es colaborador de la agencia Zenit-El Observador de Roma y de ACI-prensa de Lima, Perú. He trabajado en radio, donde he laborado como conductor, realizador y guionista. “Creo profundamente que la comunicación es el camino para la comunión y que la comunión es el espíritu que ha de animar toda comunicación”, dijo a Kairós fray Gilberto Hernández.

Por Fray GILBERTO HERNÁNDEZ GARCÍA, OFM
alvinxxi@yahoo.com.mx

Alrededor del mundo, 1.200 millones de personas se esfuerzan por sobrevivir con menos de un dólar al día. Según la organización española Oxfam, cada día unas 30.000 personas mueren a consecuencia de la situación de pobreza extrema en la que viven. Cada semana mueren a causa de la pobreza más personas de las que murieron como consecuencia del tsunami que se produjo en el sudeste asiático. Cada 3 segundos, un niño o niña muere a causa de una enfermedad que se podía haber prevenido.

Este año el Papa Benedicto XVI, en el mensaje que ha dirigido con motivo la XV Jornada Mundial del Enfermo, también ha llamado la atención sobre el tópico de la enfermedad y su estrecha relación con la pobreza y las privaciones que “causan miseria y dolor inmensos”. Así, “muchos millones de personas en el mundo viven aún en condiciones insalubres y no tienen acceso a los recursos médicos necesarios, a menudo del tipo más básico, con el resultado de que ha aumentado notablemente el número de seres humanos considerados ‘incurables’”, ha dicho.

Y es que no podemos perder de vista que la salud está tan mal repartida como la riqueza: aquellos que tienen mayor posibilidad de acceder a los bienes y servicios también son los que gozan de mejor salud. No es difícil entender que las carencias materiales son causa de enfermedad, puesto que aquellos que carecen de acceso al agua potable, a una buena alimentación, educación o asistencia sanitaria son más propensos a caer en la enfermedad y tienen más dificultades para salir de ella. Además tampoco se puede soslayar el hecho de que hay enfermedades que, por afectar sólo a los pobres, a pesar de ser causa de un elevado número de muertes prematuras no representan un incentivo económico para invertir en estrategias de lucha. Un ejemplo elocuente en ese sentido es la malaria, que al afectar sólo a zonas del mundo con renta baja presenta retraso en cuanto a instrumentos de lucha en relación con las enfermedades que afectan a los ricos.

Por otro lado, también salta a la vista que la enfermedad provoca y perpetúa la pobreza. Cuanta más enfermedad y/o muerte prematura existe en un país o zona determinados, mayor es la cantidad de recursos perdidos por esa sociedad. Pongamos el ejemplo del sida, que azota especialmente a las regiones más pobres de nuestro planeta y representa una verdadera pérdida de personas en edad productiva que, al morir prematuramente, abandonan el mercado de trabajo, dejando puestos vacantes que la sociedad necesita años para remplazar. Así, las sociedades pobres se ven forzadas una y otra vez a encajar enfermedades y muertes prematuras que dejan un hueco que lastra la economía y genera problemas familiares y sociales difíciles de cuantificar. De esta manera, en las zonas pobres de nuestro planeta se completa un círculo donde la enfermedad y la ausencia de recursos básicos se retroalimentan, formando un auténtico círculo vicioso: enfermedad-pobreza-enfermedad. Por ello, la lucha contra la pobreza debe ir acompañada de la lucha contra la enfermedad y viceversa.

Un mundo que destina el 90% de los recursos en investigación biomédica a la lucha contra las enfermedades que azotan sólo al 10% de la población, debería mirar más allá de las fronteras para corregir este desequilibrio. A pesar de la globalización, existe un mundo rico, preocupado por mantener tratamientos cada vez más costosos y con un impacto menor en ahorro de muerte prematura, y un mundo pobre atrapado en el círculo pobreza-enfermedad-pobreza. A menudo, no somos conscientes de que los problemas de la pobreza y la enfermedad son de todos. Por ello es preciso que emerja la conciencia solidaria, que nos lleve a volver la cabeza, el corazón y las manos ante las condiciones de vida y la enfermedad de los más pobres.

JUBILEO DE LA VIDA CONSAGRADA

UN MOMENTO DE GRACIA Y BENDICIÓN

Por MANUEL JOSÉ CARVAJAL HENAO, sdb
Vicario de Religiosos
vicariadereligiosos@yahoo.es

El pasado 2 de febrero, fecha en que la Iglesia celebra el día de la vida consagrada, tuvimos el gran privilegio los religiosos y las religiosas consagrados que peregrinamos en la Arquidiócesis de Barranquilla de celebrar el jubileo específico de la vida consagrada con motivo de los setenta y cinco años de esta Iglesia particular que comprende todo el departamento del Atlántico. Fue un momento de gracia y bendición.

En esta ocasión, el señor Arzobispo recordaba que la vida consagrada es “signo e instrumento” de Dios para la Iglesia. Es, pues, un momento oportuno para que como consagrados y compartiendo la Misión Arquidiocesana, nos interpelemos de qué forma estamos siendo signos de la presencia del Señor para nuestros hermanos; para ser mejores instrumentos en sus manos, para “ser presencia profética y carismática”.

Nuestras comunidades parroquiales necesitan el testimonio vivo y atrayente de hombres y mujeres que “lo han dejado todo para seguir al Señor” y construir aquí y ahora (en el hoy de nuestra historia), una verdadera experiencia de “comunión y participación”. Una forma práctica y muy didáctica es conocer más a fondo la metodología que está empleando la Arquidiócesis para llevar adelante la Misión a través del Proceso Diocesano de Renovación y Evangelización -PDR/E-.

Por tanto, es de suma importancia asistir el sábado 17 de marzo a las 9:00 a.m., en el Colegio Salesiano de San Roque (calle 30 con cra. 36), a la capacitación que realizaremos para los nuevos religiosos (hombres y mujeres) que han llegado últimamente a esta Arquidiócesis. Y para las comunidades religiosas masculinas, el sábado 28 de abril tendremos una reunión con Monseñor Rubén Salazar; oportunamente se informará el lugar.

'MIRARAN AL QUE TRASPASARON'

Mensaje de Benedicto XVI para la Cuaresma 2007

¡Queridos hermanos y hermanas!

«Mirarán al que traspasaron» (Jn 19,37). Éste es el tema bíblico que guía este año nuestra reflexión cuaresmal. La Cuaresma es un tiempo propicio para aprender a permanecer con María y Juan, el discípulo predilecto, junto a Aquel que en la Cruz consuma el sacrificio de su vida para toda la humanidad (cf. Jn 19,25).

Por tanto, con una atención más viva, dirijamos nuestra mirada, en este tiempo de penitencia y de oración, a Cristo crucificado que, muriendo en el Calvario, nos ha revelado plenamente el amor de Dios. En la Encíclica Deus caritas est he tratado con detenimiento el tema del amor, destacando sus dos formas fundamentales: el agapé y el eros.

El amor de Dios: agapé y eros
El término agapé , que aparece muchas veces en el Nuevo Testamento, indica el amor oblativo de quien busca exclusivamente el bien del otro; la palabra eros denota, en cambio, el amor de quien desea poseer lo que le falta y anhela la unión con el amado.

El amor con el que Dios nos envuelve es sin duda agapé . En efecto, ¿acaso puede el hombre dar a Dios algo bueno que Él no posea ya? Todo lo que la criatura humana es y tiene es don divino: por tanto, es la criatura la que tiene necesidad de Dios en todo. Pero el amor de Dios es también eros.

En el Antiguo Testamento el Creador del universo muestra hacia el pueblo que ha elegido una predilección que trasciende toda motivación humana. El profeta Oseas expresa esta pasión divina con imágenes audaces como la del amor de un hombre por una mujer adúltera (cf. 3,1-3); Ezequiel, por su parte, hablando de la relación de Dios con el pueblo de Israel, no tiene miedo de usar un lenguaje ardiente y apasionado (cf. 16,1-22).

Estos textos bíblicos indican que el eros forma parte del corazón de Dios: el Todopoderoso espera el «sí» de sus criaturas como un joven esposo el de su esposa. Desgraciadamente, desde sus orígenes la humanidad, seducida por las mentiras del Maligno, se ha cerrado al amor de Dios, con la ilusión de una autosuficiencia que es imposible (cf. Gn 3,1-7). Replegándose en sí mismo, Adán se alejó de la fuente de la vida que es Dios mismo, y se convirtió en el primero de «los que, por temor a la muerte, estaban de por vida sometidos a esclavitud» (Hb 2,15).

Dios, sin embargo, no se dio por vencido, es más, el «no» del hombre fue como el empujón decisivo que le indujo a manifestar su amor en toda su fuerza redentora.

La Cruz revela la plenitud del amor de Dios
En el misterio de la Cruz se revela enteramente el poder irrefrenable de la misericordia del Padre celeste. Para reconquistar el amor de su criatura, Él aceptó pagar un precio muy alto: la sangre de su Hijo Unigénito. La muerte, que para el primer Adán era signo extremo de soledad y de impotencia, se transformó de este modo en el acto supremo de amor y de libertad del nuevo Adán.

Bien podemos entonces afirmar, con san Máximo el Confesor, que Cristo «murió, si así puede decirse, divinamente, porque murió libremente» (Ambigua, 91, 1956). En la Cruz se manifiesta el eros de Dios por nosotros. Efectivamente, eros es —como expresa Pseudo-Dionisio Areopagita— esa fuerza «que hace que los amantes no lo sean de sí mismos, sino de aquellos a los que aman» (De divinis nominibus, IV, 13: PG 3, 712). ¿Qué mayor «eros loco» (N. Cabasilas, Vida en Cristo, 648) que el que trajo el Hijo de Dios al unirse a nosotros hasta tal punto que sufrió las consecuencias de nuestros delitos como si fueran propias?

«Al que traspasaron»
Queridos hermanos y hermanas, ¡miremos a Cristo traspasado en la Cruz! Él es la revelación más impresionante del amor de Dios, un amor en el que eros y agapé, lejos de contraponerse, se iluminan mutuamente. En la Cruz Dios mismo mendiga el amor de su criatura: Él tiene sed del amor de cada uno de nosotros.

El apóstol Tomás reconoció a Jesús como «Señor y Dios» cuando puso la mano en la herida de su costado. No es de extrañar que, entre los santos, muchos hayan encontrado en el Corazón de Jesús la expresión más conmovedora de este misterio de amor. Se podría incluso decir que la revelación del eros de Dios hacia el hombre es, en realidad, la expresión suprema de su agapé.

En verdad, sólo el amor en el que se unen el don gratuito de uno mismo y el deseo apasionado de reciprocidad infunde un gozo tan intenso que convierte en leves incluso los sacrificios más duros. Jesús dijo: «Yo cuando sea elevado de la tierra, atraeré a todos hacia mí» (Jn 12,32). La respuesta que el Señor desea ardientemente de nosotros es ante todo que aceptemos su amor y nos dejemos atraer por Él. Aceptar su amor, sin embargo, no es suficiente. Hay que corresponder a ese amor y luego comprometerse a comunicarlo a los demás: Cristo «me atrae hacia sí» para unirse a mí, para que aprenda a amar a los hermanos con su mismo amor.

Sangre y Agua
«Mirarán al que traspasaron». ¡Miremos con confianza el costado traspasado de Jesús, del que salió «sangre y agua» (Jn 19,34)! Los Padres de la Iglesia consideraron estos elementos como símbolos de los sacramentos del Bautismo y de la Eucaristía.

Con el agua del Bautismo, gracias a la acción del Espíritu Santo, se nos revela la intimidad del amor trinitario. En el camino cuaresmal, haciendo memoria de nuestro Bautismo, se nos exhorta a salir de nosotros mismos para abrirnos, con un confiado abandono, al abrazo misericordioso del Padre (cf. S. Juan Crisóstomo, Catequesis, 3,14 ss.).

La sangre, símbolo del amor del Buen Pastor, llega a nosotros especialmente en el misterio eucarístico: «La Eucaristía nos adentra en el acto oblativo de Jesús… nos implicamos en la dinámica de su entrega» (Enc. Deus caritas est, 13). Vivamos, pues, la Cuaresma como un tiempo ‘eucarístico’, en el que, aceptando el amor de Jesús, aprendamos a difundirlo a nuestro alrededor con cada gesto y palabra.

De ese modo contemplar «al que traspasaron» nos llevará a abrir el corazón a los demás reconociendo las heridas infligidas a la dignidad del ser humano; nos llevará, particularmente, a luchar contra toda forma de desprecio de la vida y de explotación de la persona y a aliviar los dramas de la soledad y del abandono de muchas personas.

Que la Cuaresma sea para todos los cristianos una experiencia renovada del amor de Dios que se nos ha dado en Cristo, amor que por nuestra parte cada día debemos «volver a dar» al prójimo, especialmente al que sufre y al necesitado. Sólo así podremos participar plenamente de la alegría de la Pascua.

Que María, la Madre del Amor Hermoso, nos guíe en este itinerario cuaresmal, camino de auténtica conversión al amor de Cristo. A vosotros, queridos hermanos y hermanas, os deseo un provechoso camino cuaresmal y, con afecto, os envío a todos una especial Bendición Apostólica.


BENEDICTUS PP. XVI

VIVIR LA CUARESMA

Por JUAN ÁVILA ESTRADA, Pbro.
Párroco de San Carlos Borromeo y Padre Nuestro.

Con la celebración del miércoles de ceniza el 21 de febrero damos inicio, una vez más, al tiempo litúrgico de la cuaresma. Cuarenta días en los que no celebramos propiamente nada, sino que nos preparamos para celebrar el misterio central de nuestra fe: la Pascua de Resurrección.

A partir de ese miércoles hasta el Jueves Santo, nos daremos a la tarea de abonar el terreno de nuestro corazón para que la resurrección de Jesús no sea simplemente una celebración cualquiera sino, sobre todo, un acontecimiento capaz de cambiar toda nuestra vida desde sus estructuras más interiores.

Cuaresma no es el tiempo de las prohibiciones, como si nuestra fe se dedicara sencillamente a decirnos qué es lo que no debe hacerse, sino que es el tiempo en que redoblamos todas nuestras luchas espirituales para salir airosos en nuestra batalla contra las fuerzas del maligno. Mal entendida, la cuaresma es el tiempo para no comer carne, sino pescado. ¡Vaya cambio…¡ Se cree que la carne durante estos días debe ser abolida bajo pena de cometer pecado grave. Aún no hemos entendido que lo que necesitamos es ejercitarnos más en la caridad para con los necesitados, aquellos que no ven la carne en su plato durante muchos meses y que la idea es aprender a ABSTENERSE PARA COMPARTIR.

Ahora bien, todo el que desee caminar por la senda de la perfección, debe comprender que la invitación que nos hace Jesús es a evaluar no solamente lo superfluo que hay en nuestra vida, sino a dar de aquello que es incluso importante para nosotros. Dar de lo que sobra no tiene mérito alguno; cualquiera es capaz de compartir lo que no necesita; es más, puede ver en la ocasión la oportunidad para deshacerse de algo que le estorba.

Cuaresma es el tiempo de la espera gozosa de la Pascua en vigilante espera, orando y ayunando para dar de lo mejor. No es un tiempo de tristeza. El hecho que no se cante el aleluya ni se recite el gloria en las celebraciones eucarísticas, no significa con ello que nos encontramos en una espera tiste. Todo lo contrario: nuestra esperanza se vuelve dichosa, pues sabemos que le estamos dando preparación a la vida entera para que la Pascua no pase inocua sobre nuestro ser.

No estamos cerca de un tiempo cualquiera. Quien vive la cuaresma seria y responsablemente descubrirá que ella es capaz de producir muchas cosas en nosotros, pues la acción de Dios se va realizando en quien ora, ayuna y comparte. El milagro más grande de la cuaresma se ve en la Pascua: cómo el Señor resucitado se anida victorioso en la cotidianidad de la vida.

A veces no entendemos que el poder de Dios no es mágico, sino en forma de proceso. No es simplemente encendiendo un cirio o regando agua bendita como las cosas empezarán a cambiar. Dios transforma desde dentro, pero su acción se despliega cuando nosotros utilizamos los recursos que él mismo ha colocado en nuestras manos para ello. Quien quiera Pascua no debe pretender utilizar ascensores espirituales. Aquí sólo existen escaleras y cada escalón debe ser subido con esmero y responsabilidad. Todo el que utiliza globos para subir al cielo, termina siendo llevado a donde el viento quiere caprichosamente.

Hay, pues, por delante cuarenta días de camino, de desierto, de tentación, de luchas y de victorias. No estamos solos, contamos con la ayuda de Jesús.

“EL MIÉRCOLES DE CENIZA”

La ceniza, en las religiones antiguas, simbolizaba a la vez el pecado y la fragilidad del hombre. El profeta Isaías, por ejemplo, dice en la Biblia que “el corazón del pecador es semejante a la ceniza”. Antiguamente, los hombres cuando reconocían su pecado hacían patente su penitencia sentándose sobre ceniza y cubriéndose la cabeza con ella. Era una forma de manifestar su arrepentimiento y deseo de conversión.

En esta perspectiva, la Iglesia Católica propone para el Miércoles de Ceniza una actitud de arrepentimiento, de conversión, lo cual se manifiesta en el rito de la ceniza que significa una invitación a un cambio de vida con el desprecio del pecado.

Por tanto, debe celebrarse y vivirse el rito de la imposición de la ceniza no como un acto puntual, del momento, sin conexión con la vida, sino como un punto de partida para un verdadero encuentro con Dios en la penitencia cuaresmal.

PARA TENER EN CUENTA

* La ceniza no perdona los pecados. Solamente es un signo que la Iglesia Católica usa para ayudar a sus fieles a entrar en un espíritu de penitencia al iniciarse la Cuaresma.
* La imposición de la ceniza en la frente se hace como respuesta a la Palabra de Dios que invita al ser humano a la conversión, y como inicio del ayuno cuaresmal y de la preparación a la Pascua.
* La ceniza es un sacramental de la Iglesia que recuerda, ante todo, la condición de pecadores de hombres y mujeres, invitándoles a una conversión sincera.
* Para nadie es obligatorio recibir la ceniza. Quien no pueda recibirla por alguna circunstancia, no tiene ningún problema de conciencia.
* La ceniza deberían recibirla sólo los adultos o quienes tienen uso de razón, no los niños recién nacidos o los infantes que aún no han llegado al uso de razón y no tienen pecados, puesto que si la Iglesia quiere recordarle a cada quien su pecado, un niño en esas condiciones no tiene el conocimiento necesario para recibir la ceniza.
* Se debe evitar todo sentido mágico o supersticioso al recibir la ceniza. Solamente es un signo y no tiene ninguna otra connotación.
* Mientras el sacerdote –o quien éste delegue- impone la ceniza, dirá una de estas dos formulas: “Conviértete y cree en el Evangelio”, o bien: “Acuérdate que eres polvo y al polvo volverás”.
* El signo y las palabras expresan muy bien la caducidad y la necesidad de conversión de la persona y, por otra parte, la aceptación del Evangelio, o sea, la novedad de vida que Cristo cada año comunica en la Pascua.

¿SERÁ LA IGLESIA MENTIROSA?

Por CLOTARIO HEMER CERVANTES, Pbro.
Párroco de la Unidad Pastoral Santísima Trinidad

Parte II

Estamos comentando el artículo de una obra titulada Chronología Vitae Christi de Urbano Holzmeister S.J., profesor de Biblia en el Instituto Bíblico de Roma (l933), para dar respuesta a un escritor español que en un reportaje por televisión, en un canal nacional, afirmó que la Iglesia había mentido al fijar el 25 de diciembre como día del nacimiento de Jesús y que él iba a desenmascarar esto.


OPINIÓN DE LOS PADRES SOBRE LA NATIVIDAD DE CRISTO

Según la Liturgia se distinguen tres períodos en la opinión de los Padres: 1) Casi durante los tres primeros siglos no se celebraba ninguna fiesta de la Navidad ni el 6 de enero ni el 25 de diciembre. 2) Durante el segundo período (comenzado hacia el año 300) se conocía solamente la fiesta del 6 de enero. Finalmente, 3) desde mediados del siglo cuarto se celebraba el 25 de diciembre. Las afirmaciones de los Padres, pues, sobre la Natividad en este triple período difieren completamente. En efecto: en un principio varios días son señalados como natales de Cristo; por eso, a menudo, se pensaba que el 6 de enero había sido el día del natalicio de Cristo. Finalmente, fijada la fiesta del 25 de diciembre surgía la opinión de que Cristo había nacido ese día.

Excluyen, pues, con su silencio la fiesta de la Natividad aquellos escritores que solamente mencionan como días festivos Pascua y Pentecostés. Por ejemplo Tertuliano y Orígenes. Este añade: "solamente los impíos como el Faraón y Herodes celebran el día de su nacimiento". Nicaeno sólo menciona Pentecostés. Eusebio, además de Pascua y Pentecostés, conoce también la Ascensión. Arnobio se ríe de los gentiles porque celebran el cumpleaños de sus dioses: "dioses que nacen del útero". Estas palabras excluyen la existencia de una fiesta del nacimiento de Cristo, (vivió desde finales del siglo segundo hasta principios del siglo cuarto )

HISTORIA DE LA FIESTA DEL NACIMIENTO DE CRISTO

La primera vez que se menciona explícitamente la fiesta del 25 de diciembre en Roma fue en el año 354, en el catálogo de fiestas llamado "Depositio Martyrum". Allí se dice: VIII kalendas Ianuarii (ocho días antes del primero de enero=25 de diciembre) nació Cristo en Belén de Judá. Pero ya otro catálogo del 336, "Depositio Episcoporum" supone la fiesta del 25 de diciembre. Juan Nicaeno no parece estar lejos de la verdad cuando afirma que la Iglesia romana, bajo el Papa Julio (337-352) comenzó a celebrar la fiesta de la Navidad, cuando al principio se pensaba que el Papa Telésforo la instituyó. Desde entonces dicha fiesta se celebraba en toda Italia. Otros datos.

Algunos textos parecen suponer, algunas veces, que la fiesta de la Natividad se celebraba en el mes de noviembre. Clemente de Alejandría reprobaba como ocioso el intento de encontrar no sólo el día sino también el año de la Natividad de Cristo. Otros proponen el 20 de mayo o el 19 o 20 de abril como el día de la Natividad del Señor.

El 6 de enero se tenía como el día de la Natividad de Cristo en Jerusalén. Muchos Padres, entre ellos san Jerónimo, afirma: "nosotros, pues, decimos que hoy nació Cristo (el 25 de diciembre), después renació en la Epifanía". Agustín piensa que es una tradición que viene de los antepasados que Cristo fue concebido el 25 de marzo, en consecuencia, nació el 25 de diciembre. De todo esto se colige que la afirmación de que Cristo nació el 25 de diciembre, habiendo tomado origen de la fiesta litúrgica, no se puede considerar como una indiscutible tradición.

Con mayor razón hay que descartar como carentes de autoridad los anuncios del día de la semana en que nació el Salvador. Ordinariamente se señala la feria cuarta (miércoles), día en que fueron creadas las luminarias celestes (Gn 1,14-20). También se menciona la feria VI o viernes.

ORIGEN DE LA FIESTA DEL 25 DE DICIEMBRE

Es muy probable que la opinión del 25 de diciembre tuviera su origen del 25 de marzo, día en que se pensaba que se dio la encarnación del Verbo. Parece que fue san Agustín el primero que habló de la concepción de Cristo como ocurrida el 25 de marzo.

Hoy se admite que la celebración del 25 de diciembre fue con ocasión de la fiesta que los paganos celebraban este día. Petavio afirma que el día 25 de diciembre se celebra el "día natal del Sol invicto".

San Agustín afirma: "Celebremos este día solemne, no como los infieles, por este sol, sino por aquel que creó este sol". Desde el siglo III, pues, se celebraba esta fiesta. Cristo luz del mundo. (Jn 8, 12)