Los conocimos hace poco. Son: Chiristophe Pichonnaz y Érika Blake. Diecisiete años de matrimonio, dueños de su propia empresa, ambos con una exitosa vida profesional. Sin embargo, una dolorosa situación en sus vidas no les ha permitido ser plenamente felices: este matrimonio no pudo tener hijos.
Por circunstancias aparentemente fortuitas, más bien providenciales, Christophe y Érika conocieron en Suiza a alguien que les animó a venir a Colombia con el fin de poder adoptar ese niño que tanto anhelaban. Fue así como, luego de iniciar formalmente en su país el proceso para la adopción de niños extranjeros, llegaron a Barranquilla a mediados del mes pasado, para continuar con la parte del proceso que se debe realizar en Colombia. Viajaron desde Suiza, literalmente persiguiendo una esperanza, en busca de la realización de un sueño: tener un hijo.
Quienes tuvimos la gracia -ya sabrán por qué lo decimos así- de estar cerca de ellos y escucharles, no salíamos de nuestro asombro. Nunca habíamos visto que alguien pudiera desear tanto un hijo. Más aún si tenemos en cuenta las terribles noticias de cientos de niños abortados mensualmente en nuestro país, y los miles de maltratados, violados o abandonados en bolsas de basura. Por eso decimos que fue una gracia. Contemplar cómo un matrimonio anhelaba un hijo, mientras que otros los desprecian, nos ayudó a valorar los niños de nuestras propias familias, pero también nos movió a investigar sobre la realidad de las adopciones en nuestro país. El panorama no es muy alentador.
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Lea más información al respecto en la edición 134 de Kairós.
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