sábado, septiembre 20, 2008

PARROQUIAS: AYER Y HOY DE LA FE


UNIDAD PASTORAL SANTA MÓNICA
EL TRABAJO DE MUCHOS
CORAZONES GENEROSOS

POR Julio Giraldo

La historia del barrio Villa San Pedro lugar donde se encuentra la unidad pastoral Santa Mónica, comienza hace aproximadamente 20 años cuando el doctor Pedro Martín Leyes, propietario de la mayoría de los terrenos del sector, quiere urbanizarlos y, por medio de subsidios y moderadas cuotas, entrega lotes y pequeñas casas a familias de escasos recursos económicos pero que tengan una conducta intachable, porque lo que él quiere es un 'barrio modelo' habitado por personas de bien y muy responsables con sus familias. Para tan noble objetivo compromete a otros políticos amigos suyos como Héctor Amarís, Alejandro Munárriz, Sergio Torres, entre otros; con este equipo de colaboradores inicia un trabajo de selección de familias para poblar el nuevo barrio. Todo se va cumpliendo y se inicia la construcción de viviendas y las familias comienzan a llegar, aparecen las tiendas, un colegio y algunos grupos que quieren ayudar en la alfabetización y promoción humana de la comunidad; uno de los primeros grupos en llegar es el de la Congregación de Madres Católicas, integrado por distinguidas matronas barranquilleras con amplia y casi centenaria trayectoria de apostolado en la Iglesia, de ayuda social y de promoción humana en los sectores marginados de la ciudad.

Como era apenas de esperar, las Madres Católicas en su trabajo con la comunidad hacen énfasis en la parte espiritual y religiosa, hacen catequesis con los niños, los preparan para la primera comunión y realizan también un trabajo pastoral con las familias y muchas parejas que no eran casadas, que voluntariamente y por convicción, luego de haber recibido los consejos de las Madres Católicas, recibieron el sacramento del matrimonio; de esta manera surge entonces la necesidad de construir un templo católico y es, precisamente, el mismo doctor Pedro Martín Leyes quien llama a la doctora Miriam Llinás y Gloria Martínez, presidente y vicepresidente de las Madres Católicas, para ofrecerles sin ninguna contraprestación un lote de terreno de mil metro cuadrados para que construyan la iglesia, casa cural y algún salón amplio para cursos de capacitación. Las Madres Católicas, cuya sede es la parroquia de la Inmaculada Concepción, aceptan con alegría el terreno y discuten entre ellas cuál sería el modelo de iglesia a construir, su financiación y el nombre que llevaría la nueva parroquia; la mayoría se inclinaba por un templo de los antiguos, con altas torres y amplias naves; no se ponen de acuerdo y acuden a su párroco, que para la época era el padre Jorge Becerra Jiménez. Él sin titubeos, con la prudencia y sabiduría que siempre lo acompañan, descartó el tradicional templo que ellas querían por el gran costo que este tendría, casi imposible de construir para la época, y les recomendó un templo amplio, versátil, con mucha ventilación y moderno, y en cuanto al nombre, escogieron el de santa Mónica, por ser esta santa la primera madre evangelizadora después de María y también porque las Madres Católicas están consagradas a la Virgen de los Dolores, bajo la protección de Santa Mónica.

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