Por Jaynes Hernández Natera*
“Quien cree en Dios, nunca está solo”, Benedicto XVI pronunció esta frase felizmente en el año 2006, en una homilía en Baviera. Feliz la leí y me dije: “Es cierto, Dios no abandona a quienes confiamos en Su providencia, en Su capacitación, pues soy la primera en aprender algo nuevo con cada artículo de la sección de mujer a mujer”.
La Gracia de Dios siempre acompaña a las mujeres que creemos con fe, con la seguridad que Dios no nos abandona, por eso y con gozosa docilidad escribimos, hablamos, cantamos, oramos, predicamos y evangelizamos como laicas comprometidas, muchas formamos parte de grupos apostólicos, pastorales, voluntariados y otras consagramos nuestras vidas al servicio en los colegios, hospitales, cárceles y en las misiones.
¿Cómo te identificas?
Amigas, somos hijas de Dios, cuando creemos en la paternidad divina; cuando somos discípulas de Jesús; al tener un encuentro con Jesús vivo, le escuchamos, le creemos y seguimos en la vocación a la vida cristiana; también somos hijas de Dios, cuando hemos respondido a la vocación a la cual fuimos llamadas por Él y a través de esta, vamos a su encuentro representado en el prójimo.
Nuestra alma al estar enamorada de la misión evangelizadora de Jesús, nos convierte en misioneras que siguen siendo discípulas, pero además tienen una vocación al servicio, son totalmente desprendidas del yo, conscientes que es Él quien vive en nosotras, vacías de lo inútil, llenas de Su Amor, fortalecidas en la virtud de la generosidad y la humildad, viviendo feliz el apostolado. Recordemos: “Aunque pase por quebradas muy oscuras no temo ningún mal, porque tú estás conmigo, tu bastón y tu vara me protegen” (Salmo 23,4).
Te has preguntado: ¿Por qué sí creo en Dios, no siento la seguridad de ser discípula de Cristo?
Amigas, es que toda discípula cree que Cristo es el Señor, su salvador, que la sana, bendice y libera, pero no todas las mujeres que creen, se atreven a dar un paso adelante ni están dispuestas a aportar ideas que solucionen las dificultades de su entorno, de la parroquia o no se preocupan por hacer actividades evangelizadoras en sus hogares, es decir, creen por simple costumbre pero no son capaces de vivir la fe en plenitud.
La mujer creyente y discípula del Señor
Para ser discípula de Cristo sólo se necesita la disponibilidad, humildad, fidelidad, obediencia, sobriedad, liberarse de apegos, conocer las debilidades y las fortalezas, hacer el esfuerzo de conversión permanente, vida de oración, servicio y gratitud.
Siempre muchas mujeres tienen alguna excusa ante el tiempo para dedicarle a Dios. Muchas no le brindan el espacio que se merece porque se encuentran desmotivadas al no tener un trabajo, por estar enfermas, otras por la edad, algunas dicen que cuando enviude, cuando los hijos crezcan o cuando estén pensionadas y muchas otras excusas.
Yo les recomiendo, que piensen que en realidad Dios se merece el mejor espacio, cuidado y ser el principal pensamiento en nuestras vidas. Yo las invito a que escuchen dos emisoras católicas y canales de televisión de nuestro país que a través de la música y programas espirituales permiten un encuentro con nuestro Padre. También pueden asistir a las asambleas familiares, los cursos bíblicos gratuitos que existen en diferentes unidades pastorales, y lo principal que por supuesto está nuestro alcance, el Espíritu Santo, Él sólo espera que lo invoquemos para venir a nosotras. Muchas veces en vez de pedirle al Espíritu Santo, preferimos vivir en el mundo de la moda y la sociedad de consumo, que promocionan frases como: “Siéntete segura cuando caminas, si usas este producto ó Disfruta un fin de semana segura si.., entre otras.
También nosotras hemos fallado
Las que creemos y le seguimos de una u otra manera hemos fallado. No sólo la sociedad de consumo tiene la culpa en la influencia que ejerce en el público al promocionar la seguridad en lo externo, sino también nosotras, ya que poco o nada promovemos que quien cree en Cristo lo tiene todo y quien es feliz porque cree en Cristo está seguro de amar a través del amor sin límites que nuestro Señor nos da; tengamos presente que el auxilio de María nos ayuda a ser discípulas, que Jesús está presente en los sacramentos, que ser adoradores eucarísticos nos capacita para entender lo que Dios quiere de nosotras y debemos ser el testimonio vivo de estar siempre seguras con Cristo en todo momento. Estamos en estado de misión y todas las mujeres somos necesarias para la Iglesia que Dios quiere, por eso, demos a conocer la noticia a nuestras amigas.
Aún estamos a tiempo de reparar las omisiones por no haber sido oportunas al hablar del primer llamado que nos hace Dios a la vida, al amor, a ser Mujer, a ser mujer de Iglesia, a ser discípula-misionera. Anota la fecha en que tomes la decisión, y para las amigas que ya han tomado esta decisión, es el tiempo de celebrar y alabar a Dios por la Gracia concedida para perseverar.
Si te preguntan: ¿Cómo adquirir seguridad al creer en Cristo?
Responde que la seguridad está contenida en la fe, la fe es un don y hay que tener buena disposición para recibirla en la oración y transmitirla en la familia desde la Palabra de Dios y con testimonio coherente entre lo que se cree y se vive, hay que orar para creer, para que lo que se cree sea a la luz de Dios; identificar en que creemos, porque católicas creyendo en elementos de la nueva era, es inconcebible, así como lo es el no creer en la Gracia de los sacramentos. Creamos totalmente en Dios que nos ama. “En el amor no cabe el temor y el amor desaloja el temor” (1 Juan 4,18).
“Quien cree en Dios, nunca está solo”, Benedicto XVI pronunció esta frase felizmente en el año 2006, en una homilía en Baviera. Feliz la leí y me dije: “Es cierto, Dios no abandona a quienes confiamos en Su providencia, en Su capacitación, pues soy la primera en aprender algo nuevo con cada artículo de la sección de mujer a mujer”.
La Gracia de Dios siempre acompaña a las mujeres que creemos con fe, con la seguridad que Dios no nos abandona, por eso y con gozosa docilidad escribimos, hablamos, cantamos, oramos, predicamos y evangelizamos como laicas comprometidas, muchas formamos parte de grupos apostólicos, pastorales, voluntariados y otras consagramos nuestras vidas al servicio en los colegios, hospitales, cárceles y en las misiones.
¿Cómo te identificas?
Amigas, somos hijas de Dios, cuando creemos en la paternidad divina; cuando somos discípulas de Jesús; al tener un encuentro con Jesús vivo, le escuchamos, le creemos y seguimos en la vocación a la vida cristiana; también somos hijas de Dios, cuando hemos respondido a la vocación a la cual fuimos llamadas por Él y a través de esta, vamos a su encuentro representado en el prójimo.
Nuestra alma al estar enamorada de la misión evangelizadora de Jesús, nos convierte en misioneras que siguen siendo discípulas, pero además tienen una vocación al servicio, son totalmente desprendidas del yo, conscientes que es Él quien vive en nosotras, vacías de lo inútil, llenas de Su Amor, fortalecidas en la virtud de la generosidad y la humildad, viviendo feliz el apostolado. Recordemos: “Aunque pase por quebradas muy oscuras no temo ningún mal, porque tú estás conmigo, tu bastón y tu vara me protegen” (Salmo 23,4).
Te has preguntado: ¿Por qué sí creo en Dios, no siento la seguridad de ser discípula de Cristo?
Amigas, es que toda discípula cree que Cristo es el Señor, su salvador, que la sana, bendice y libera, pero no todas las mujeres que creen, se atreven a dar un paso adelante ni están dispuestas a aportar ideas que solucionen las dificultades de su entorno, de la parroquia o no se preocupan por hacer actividades evangelizadoras en sus hogares, es decir, creen por simple costumbre pero no son capaces de vivir la fe en plenitud.
La mujer creyente y discípula del Señor
Para ser discípula de Cristo sólo se necesita la disponibilidad, humildad, fidelidad, obediencia, sobriedad, liberarse de apegos, conocer las debilidades y las fortalezas, hacer el esfuerzo de conversión permanente, vida de oración, servicio y gratitud.
Siempre muchas mujeres tienen alguna excusa ante el tiempo para dedicarle a Dios. Muchas no le brindan el espacio que se merece porque se encuentran desmotivadas al no tener un trabajo, por estar enfermas, otras por la edad, algunas dicen que cuando enviude, cuando los hijos crezcan o cuando estén pensionadas y muchas otras excusas.
Yo les recomiendo, que piensen que en realidad Dios se merece el mejor espacio, cuidado y ser el principal pensamiento en nuestras vidas. Yo las invito a que escuchen dos emisoras católicas y canales de televisión de nuestro país que a través de la música y programas espirituales permiten un encuentro con nuestro Padre. También pueden asistir a las asambleas familiares, los cursos bíblicos gratuitos que existen en diferentes unidades pastorales, y lo principal que por supuesto está nuestro alcance, el Espíritu Santo, Él sólo espera que lo invoquemos para venir a nosotras. Muchas veces en vez de pedirle al Espíritu Santo, preferimos vivir en el mundo de la moda y la sociedad de consumo, que promocionan frases como: “Siéntete segura cuando caminas, si usas este producto ó Disfruta un fin de semana segura si.., entre otras.
También nosotras hemos fallado
Las que creemos y le seguimos de una u otra manera hemos fallado. No sólo la sociedad de consumo tiene la culpa en la influencia que ejerce en el público al promocionar la seguridad en lo externo, sino también nosotras, ya que poco o nada promovemos que quien cree en Cristo lo tiene todo y quien es feliz porque cree en Cristo está seguro de amar a través del amor sin límites que nuestro Señor nos da; tengamos presente que el auxilio de María nos ayuda a ser discípulas, que Jesús está presente en los sacramentos, que ser adoradores eucarísticos nos capacita para entender lo que Dios quiere de nosotras y debemos ser el testimonio vivo de estar siempre seguras con Cristo en todo momento. Estamos en estado de misión y todas las mujeres somos necesarias para la Iglesia que Dios quiere, por eso, demos a conocer la noticia a nuestras amigas.
Aún estamos a tiempo de reparar las omisiones por no haber sido oportunas al hablar del primer llamado que nos hace Dios a la vida, al amor, a ser Mujer, a ser mujer de Iglesia, a ser discípula-misionera. Anota la fecha en que tomes la decisión, y para las amigas que ya han tomado esta decisión, es el tiempo de celebrar y alabar a Dios por la Gracia concedida para perseverar.
Si te preguntan: ¿Cómo adquirir seguridad al creer en Cristo?
Responde que la seguridad está contenida en la fe, la fe es un don y hay que tener buena disposición para recibirla en la oración y transmitirla en la familia desde la Palabra de Dios y con testimonio coherente entre lo que se cree y se vive, hay que orar para creer, para que lo que se cree sea a la luz de Dios; identificar en que creemos, porque católicas creyendo en elementos de la nueva era, es inconcebible, así como lo es el no creer en la Gracia de los sacramentos. Creamos totalmente en Dios que nos ama. “En el amor no cabe el temor y el amor desaloja el temor” (1 Juan 4,18).
*Integrante de la Comisión de Pastoral Vocacional. jaynesher@hotmail.com
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