Por Alexi Javier Mattos Gutiérrez, Pbro*
Se habla de muchos aspectos, se dialoga sobre temas de interés del momento, pero: ¿se habla de lo que soy, de lo que debo ser? En el mundo actual nos encontramos que se habla muy poco de lo fundamental y esencial para la vida, y hasta en ocasiones, se obvia tocar el tema. En los ambientes familiares se habla del programa de la televisión, del dinero para la ropa, pero nos encontramos que del tema sobre el sentido de la vida y del proyecto de vida casi nada se habla; en el ámbito estudiantil se toca el tema muy someramente y si se logra hacer algo, es enfocado exclusivamente a una carrera universitaria que al fin y al cabo necesita estar enmarcada en una vocación; si es en nuestros ambientes parroquiales se ha escuchado hablar muy tímidamente de vocación. Por lo tanto, se hace urgente en este tiempo actual, hablar de vocación, del llamado que Dios hace a todos a ser felices desde el don que cada uno tenga.
La vocación y la profesión aunque son dos realidades diferentes se enriquecen: la profesión hace parte de una realidad funcional, en la que cumplo horarios, hago parte de una empresa y es hasta cambiable si es el caso de estudiar otra; en cambio la vocación es una realidad existencial porque hace parte del ser de cada uno. Es necesario puntualizar que vocación y profesión no se contradicen, se enriquecen. Nos encontramos con la vocación de ser padres de familias en la que los esposos tienen una profesión que enriquece la vida familiar, por su parte, en el caso de muchos sacerdotes existen aquellos que a demás de tener la vocación sacerdotal se han formado profesionalmente.
¿Quién no desearía ser auténticamente feliz?, pero, ¿Dónde se encuentra la felicidad? No vengo con un portafolio para ser feliz, porque ésta no se haya en cosas ni en situaciones, sino en la persona de Jesucristo que en si mismo contiene el sentido de la vida porque Él es el camino, la verdad y la vida. Cuando sucede la experiencia de encontrarse con Cristo de manera personal descubriéndolo como la razón de ser, puedo de esa misma manera encontrarme conmigo mismo, autodescubriéndome y a la vez descubrir a mi prójimo. Si nos damos cuenta es una cadena de vida: Cristo me da la vida, para darme en servicio y fraternidad. Toda la experiencia con Jesucristo desemboca en la vocación que nos da, la cual hay que despertarla y enriquecerla para llegar a ser lo que Dios quiere y el mundo necesita.
como Iglesia que camina en el departamento del Atlántico, estamos empeñados en Hablar de Vocación, pero a medida que hemos venido avanzando, tomamos conciencia que el trabajo de hablar de manera especial de la vida sacerdotal es un compromiso de todos, por lo tanto, quiero invitarte para que hables de Cristo, quien es el que sigue llamando a muchas personas (niños y jóvenes) a ser sacerdotes para siempre y además nos anuncia que vale la pena entregarle la vida a Dios, pues no nos quita nada, lo da todo.
* Delegado Arquidiocesano para la Pastoral Vocacional
Se habla de muchos aspectos, se dialoga sobre temas de interés del momento, pero: ¿se habla de lo que soy, de lo que debo ser? En el mundo actual nos encontramos que se habla muy poco de lo fundamental y esencial para la vida, y hasta en ocasiones, se obvia tocar el tema. En los ambientes familiares se habla del programa de la televisión, del dinero para la ropa, pero nos encontramos que del tema sobre el sentido de la vida y del proyecto de vida casi nada se habla; en el ámbito estudiantil se toca el tema muy someramente y si se logra hacer algo, es enfocado exclusivamente a una carrera universitaria que al fin y al cabo necesita estar enmarcada en una vocación; si es en nuestros ambientes parroquiales se ha escuchado hablar muy tímidamente de vocación. Por lo tanto, se hace urgente en este tiempo actual, hablar de vocación, del llamado que Dios hace a todos a ser felices desde el don que cada uno tenga.
La vocación y la profesión aunque son dos realidades diferentes se enriquecen: la profesión hace parte de una realidad funcional, en la que cumplo horarios, hago parte de una empresa y es hasta cambiable si es el caso de estudiar otra; en cambio la vocación es una realidad existencial porque hace parte del ser de cada uno. Es necesario puntualizar que vocación y profesión no se contradicen, se enriquecen. Nos encontramos con la vocación de ser padres de familias en la que los esposos tienen una profesión que enriquece la vida familiar, por su parte, en el caso de muchos sacerdotes existen aquellos que a demás de tener la vocación sacerdotal se han formado profesionalmente.
¿Quién no desearía ser auténticamente feliz?, pero, ¿Dónde se encuentra la felicidad? No vengo con un portafolio para ser feliz, porque ésta no se haya en cosas ni en situaciones, sino en la persona de Jesucristo que en si mismo contiene el sentido de la vida porque Él es el camino, la verdad y la vida. Cuando sucede la experiencia de encontrarse con Cristo de manera personal descubriéndolo como la razón de ser, puedo de esa misma manera encontrarme conmigo mismo, autodescubriéndome y a la vez descubrir a mi prójimo. Si nos damos cuenta es una cadena de vida: Cristo me da la vida, para darme en servicio y fraternidad. Toda la experiencia con Jesucristo desemboca en la vocación que nos da, la cual hay que despertarla y enriquecerla para llegar a ser lo que Dios quiere y el mundo necesita.
como Iglesia que camina en el departamento del Atlántico, estamos empeñados en Hablar de Vocación, pero a medida que hemos venido avanzando, tomamos conciencia que el trabajo de hablar de manera especial de la vida sacerdotal es un compromiso de todos, por lo tanto, quiero invitarte para que hables de Cristo, quien es el que sigue llamando a muchas personas (niños y jóvenes) a ser sacerdotes para siempre y además nos anuncia que vale la pena entregarle la vida a Dios, pues no nos quita nada, lo da todo.
* Delegado Arquidiocesano para la Pastoral Vocacional
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