miércoles, octubre 21, 2009

Democracia y Miseria
Por William Romero Bernal*

Mientras las cifras de pobreza absoluta en Colombia son tan escalofriantes, nuestros más grandes dirigentes se preocupan fundamentalmente por el tema de la reelección y todo el proceso del referendo; naturalmente esto demuestra las intenciones de las personas en nuestra sociedad, la preocupación tan desenfrenada por el dinero, el dominio y monopolio de las cosas, debe ser que las persona hemos caído en el indiferentismo total, donde lo único importante es mi propia realidad; será que cada vez más se hace realidad el pensamiento de alguno de nuestros ilustres pensadores: “Yo soy yo y mis circunstancias”, en la cual cada persona le preocupa lo propio, la individualidad. Sin dudarlo, esa es la triste realidad de nuestras sociedad, precisamente la guerra fratricida que nos ha rodeado por varias décadas ha imposibilitado el trabajo conjunto y el establecimiento de verdaderos sentimientos de hermandad y cooperación entre las personas.

Es muy triste que la gran preocupación sea de vigilancia, de un despliegue armamentista, de cuidado de las fronteras territoriales, de soberanía nacional, de simple preocupación por los intereses de unos pocos, se nota claramente que los verdaderos sentimientos que deben orientar a las personas que dirigen a los pueblos hace mucho tiempo han sido cambiados por los deseos de poder, que van unidos naturalmente a la corrupción, al clientelismo y por lo tanto al oportunismo y aprovechamiento de la ocasión para lucrarse y beneficiar a quienes han sido cómplices en las diferentes actividades.

Las páginas del Evangelio han desaparecido no sólo de las letras constitucionales, sino del corazón de tantas personas y de la realidad social de nuestro país, estamos obrando como Caín y Abel en pleno siglo XXI; el respeto por la vida y la dignidad de las personas han sido erradicadas casi de manera obligatoria, no sólo se atenta contra los derechos fundamentales, sino que se ha vuelto una costumbre permisiva legislar en contra de la persona. Las normas no favorecen la sociedad, sino que son puestas al servicio de quienes las promulgan, se ha caído en el sinsentido en todos los aspectos, en el caos y la anarquía total, bajo el pretexto y la demagogia de una democracia participativa, que promueve la seguridad nacional.

Tanta inversión en la guerra y en la compra de armamentos, tantos falsos positivos, tantas equivocaciones en las políticas de seguridad, mientras se caen progresivamente las escuelas, las vías de comunicación son lugares de verdadero peligro para quienes se arriesgan a transitar, de la sensación que nuestras tierras se han convertido en campos donde se puede practicar cualquier deporte extremo, porque tiene todos los peligros: desde las condiciones más deplorables hasta las minas antipersonas o la inseguridad que ronda en todos los lugares, porque ante la miseria extrema de más de la mitad de la población, sobrevivir se convirtió poco a poco en lo cotidiano y normal.

Como se aprovechan los poderosos de la necesidad de los demás, claro es que en verdad mientras más pobreza haya, es más fácil gobernar, mientras más miseria haya es mucho más fácil dominar las personas y los pueblos, empobrecer los pueblos se convierte cada vez más en una estrategia política, es una condición postmoderna de esclavitud.

Estamos en un estado donde tenemos derecho a todo: educación, vivienda, alimentación, bienes, vida digna, entre otros, lo grave está en como conseguir esos derechos, cuando lo más importante no es la persona, sino los bienes materiales. Nuestra democracia, ha perdido la credibilidad, ha perdido la verdadera esencia, ya no es el pueblo quien gobierna, pues las elecciones siempre estarán controladas por quienes tienen en sus manos el poder.

Este debe ser un momento propicio para la reflexión, para revisar las actitudes, mirar los parámetros de juicio que se tienen a la hora de acudir a las urnas, urge cada vez más formar verdaderos líderes que se preocupen por el crecimiento y el progreso de los ciudadanos, por ayudar a que las personas tenga los bienes necesarios para vivir, es la hora de compartir, dejar las guerras fratricidas y unirnos de tal manera que compartiendo los bienes y servicios tengamos una sociedad solidaria, donde todas las personas puedan satisfacer las necesidad básicas, en la cual sus gobernantes tengan la preocupación de servir y no de servirse, una sociedad donde quitemos las guerras y las cambiemos por empresas, empleos y medios para que todos los productos puedan tener una comercialización adecuada, no pretendamos quitar la delincuencia, si antes no se les suministra a las personas los medios necesarios para vivir. Que los gobernantes se preocupen por los problemas sociales y no por su bienestar y su conveniencia, que los recursos económicos sean distribuidos e invertidos en las comunidades de acuerdo a sus necesidades, que no sean un medio para comprar o vender poderes de acuerdo a los intereses particulares. Que diferente sería una sociedad donde se velara por la dignidad de todas las personas y no tanto por los intereses de unos pocos o de grupos minoritarios que controlan el estado. Diferente sería nuestra sociedad si pensáramos en la realidad trascendente, en la seguridad absoluta de la vida que es la muerte, en la imposibilidad de perpetuar la vida terrena, en la continuidad de nuestra vida después de la muerte, sólo así todas las cosas pasarían a un segundo lugar y las preocupaciones desaparecerían para dar inicio a una vida solidaria y caritativa donde Dios sería el director de la historia y la sociedad.

*Párroco unidad pastoral Cristo Sacerdote

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