viernes, febrero 18, 2011

El valor de la puntualidad

Por José Miguel Díaz Moreno*

El tiempo es un recurso no renovable, de allí su extremo valor. Por tal motivo, la puntualidad es cortesía, educación y respeto. La impuntualidad es una muestra de falta de cultura, es no apreciar el tiempo de los otros ni el propio.

El valor de la puntualidad es la disciplina de estar a tiempo para cumplir los compromisos que han sido adquiridos previamente: una cita del trabajo, una reunión de amigos, un compromiso de la oficina, un trabajo pendiente por entregar, una cita médica, entre otros.

La puntualidad es necesaria para dotar a nuestra personalidad de carácter, orden y eficacia, pues al vivir este valor en plenitud estamos en condiciones de realizar más actividades, desempeñar mejor nuestro trabajo y ser merecedores de confianza.

“En el gremio se comenta que ya están aburridos con tanta impuntualidad. Es que los periodistas también tienen el tiempo limitado” (El Heraldo, domingo 10 de octubre de 2010, página 4c). La anterior nota se refiere a como los periodistas muestran su inconformidad debido a la impuntualidad de las dos autoridades del departamento y el distrito. Como diría un colega: el ejemplo es el principal medio de una buena educación.

Son muchos los hechos que a través de mi carrera como docente me han llevado a tener este valor como uno de los más importantes en la vida de cualquier persona y aún más de un docente que debe responder por la integridad de los niños y jóvenes de una sociedad.

La falta de puntualidad denota desorden, mal manejo del tiempo, falta de planeación en nuestras actividades y por supuesto, carencia de una agenda. Pero, ¿Qué hay detrás de todo esto?

El interés, el deseo y los gustos están muy asociados con la impuntualidad. Es decir, cuando tenemos un total interés en algo, como por ejemplo, una cita para aplicar a un empleo, seguramente estaremos antes de la hora acordada y tomaremos todas las medidas para cumplir con este compromiso. Al contrario de la cita donde el odontólogo la cual nos causa molestia y buscamos aplazarla hasta el último minuto.

Obviamente, hay actividades que nos generan un mayor interés y atracción, por eso para algunas personas, el valor del tiempo varía dependiendo de la situación. El resultado de vivir de acuerdo a nuestros gustos es la pérdida de formalidad en nuestro actuar y poco a poco se reafirma el vicio de llegar tarde.

Hay otro factor que también influye en el valor de la puntualidad, el orden. Cuando no tenemos claridad de ideas, ni prioridades, tampoco una lista de pendientes y menos un mapa de actividades que nos guía, lo más coherente es que el tiempo se pierda fácilmente. La pereza, el olvido, la falta de concentración, también son motivos que afectan este valor.

Además de lo anterior, la falta de puntualidad tiene un cierto grado de egocentrismo. Es decir, partir de la base que el tiempo de los otros es menos valioso que el propio, así que no importa llegar tarde porque la otra persona no es tan “importante” como lo soy yo. Además de ser una actitud egoísta es totalmente irrespetuosa. No nos volvemos puntuales de la noche a la mañana. Para querer corregir este error se necesita voluntad, disciplina, determinación, compromiso y responsabilidad como en todos los propósitos.

Antes de empezar a poner alarmas, llenar agendas, programar recordatorios, etc., se tendrá que hacer un cambio de mentalidad. Debemos ser conscientes que toda persona, evento, reunión, actividad o cita tiene un grado particular de importancia. Nuestra palabra deberá ser el sinónimo de garantía para contar con nuestra presencia en el momento preciso y necesario.

Seguido de esto, se tendrá que encontrar la causa que provoca nuestra impuntualidad (mencionadas anteriormente: interés, importancia, orden, egocentrismo, pereza, olvido, falta de concentración). Allí encontrará muchas respuestas y también las soluciones para desterrar este mal hábito.

Establecer un orden y delimitar prioridades es básico. Asimismo, concentrarse en la actividad que estamos realizando, procurando mantener nuestra atención para no divagar y aprovechar mejor el tiempo. Para corregir esto, se tendrá que echar mano de algunas ayudas, como son las alarmas del computador, agenda electrónica, celular, pedirle a un familiar o compañero que nos recuerde la hora (sólo algunas veces para no ser molesto y dependiente).

Por último, habrá que hacer algunos ajustes en nuestro nuevo estilo de vida enmarcado en la puntualidad. Quizás levantarse un poco más temprano, adelantar el reloj unos minutos, establecer un horario, entre otros.

*Licenciado en Matemáticas y Física. Docente de la Escuela Normal Superior La Hacienda. Feligrés Unidad pastoral San Felipe. jodimo422@hotmail.com

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