Al hablar de la defensa de la vida se nos viene a la mente el aborto y la eutanasia, el desplazamiento, el secuestro, el homicidio y hasta el suicidio.
Sin embargo, muchos otros hechos muestran que la falta de disciplina, los excesos y el poco manejo de ciertas situaciones, incluso la misma vanidad, se pueden convertir en un atentado contra la vida.
Desde el punto de vista de la diversión, clasifican allí el licor y el trasnocho. En el orden laboral, el exceso de trabajo y las demasiadas preocupaciones van generando debilitamiento físico y mental. En cuanto a la alimentación, el poco control de harinas, dulces y grasas, también se convierte en enemigo silencioso que ataca en los momentos inesperados. El querer tener una figura esbelta, liposucciones y cirugías en el busto y otras partes del cuerpo, se suman a esta gran cadena de enemigos de la vida.
No se trata de ser fatalistas, sino de generar un análisis de todo lo que significa la vida, empezar a mejorar los hábitos y corregir comportamientos para no maltratar ese regalo maravilloso que Dios nos ha dado.
“Vengan a mí los que están cansados y agobiados”, dice el Señor. Con esta frase del Evangelio comprendemos claramente que el acercamiento al Señor contribuye a un mejor vivir. Poder desahogar tristezas, problemas y preocupaciones y sentir que, ante todo, el encuentro con Él nos enseña a saber vivir y también valorar la vida en sus diversas manifestaciones: prójimo, fauna, flora y todo lo que Dios nos ha encomendado.
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