Olvido de la ética y moral familiar
El aborto y la dignidad de la persona humana Para los que defienden el aborto, el ser no nacido no es considerado persona
Por Richard Sánchez Anillo, Pbro*
En esta oportunidad quiero hablarles del respeto a la vida humana desde la concepción, un principio ético fundamental.
Para la sociedad moderna y las leyes, el derecho a la vida sólo es amparado desde el momento en que se nace, dejando atrás las bases filosóficas y antropológicas, con el fin de masacrar la dignidad del otro aún no nacido, argumentando problemas sociales de violencia, precariedad económica, abandono de la mujer y un sin número de obstáculos rebuscados y poco razonables que sólo se convierten en rendijas válidas para aquellos que las crean y convencerse así mismos que existen motivos para ‘solucionar o buscar salida a la situación’, quitándole la vida al no nacido.
Con el aborto se desconoce que la vida es un derecho inviolable desde el momento de la gestación y no se acepta el compromiso de respetarla, pues se quita la categoría de persona, ya que ese ser aún no ha nacido o porque se llega a practicar bajo la justificación que es una salida ante una enfermedad que le puede impedir todas las facultades inherentes al ser humano si llega a nacer.
La sociedad frente a la problemática del aborto arroja miradas antropológicas, filosóficas, desde el ámbito de la salud, justificaciones políticas, derechos humanos y jurídicos, todos buscan un mismo objetivo, pero olvidan anteponer la dignidad de un ser que desde su concepción posee noción; este valor para algunos hombres de ciencia está en duda al utilizar el término de preembión, término errado y lejos de la embriología, para salvaguardar la polémica generada por las implicaciones éticas que trae el aborto y la manipulación de embriones.
En una sociedad tan abierta, libre de opinión y contrariedades con relación a la legalización o despenalización del aborto nos sumergimos entre tensiones de un lado y otro que emerge nuevas dudas. Grupos que defienden y apoyan el aborto, muestran como se hace este acto abrupto en su mayoría en mujeres maduras, con garantías laborales y “uniones estables” dejando a la luz la pendiente resbaladiza que ello trae consigo, contaminando la moralidad del núcleo familiar.
Después de la concepción, lo único que el nuevo ser exige a su madre es un ambiente propicio, por lo cual, es humanamente incomprensible que sea la madre quien prive a su hijo del derecho a vivir o que permita que otros lo hagan, pues a esta problemática se le suma la gravedad de querer elevar el aborto a la categoría de acto médico.
Algunas voces que pedimos el respeto a la persona humana desde su concepción somos consideradas por la sociedad actual como seres con ideas dogmáticas o fundamentalistas, por lo tanto, es hora que el diálogo sea razonado, que involucre a todos los actores, permitiendo buscar soluciones que a conciencia comprometan a la sociedad y estén acordes con la dignidad humana.
Para bien o para mal, son los encargados de las leyes, quienes tienen la decisión en sus manos de legalizar el aborto; mas allá de la norma, se requiere el análisis justo y honesto, teniendo al frente el rostro de la persona humana, no olvidando sus cualidades intrínsecas, su inteligencia, su racionalidad, su libertad y su derecho a nacer que va mas allá del ser aceptado o no por sus progenitores, este ser desde su concepción posee un código genético completamente diferente a quienes lo conciben, es irrepetible con una estructura fundamental denominada Zubiri personeidad, única e inalterable por ningún factor externo o interno hasta su fallecimiento. Por tal motivo, es un ser que se debe acoger amorosamente en la comunidad, con todas las facultades y vicisitudes que los otros seres humanos les podemos generar.
*Licenciado en Teología y Filosofía. Especialista en Bioética. Párroco unidad pastoral San Luis Beltrán (Manatí). rsanchezanillo@yahoo.es
El aborto y la dignidad de la persona humana Para los que defienden el aborto, el ser no nacido no es considerado persona
Por Richard Sánchez Anillo, Pbro*
En esta oportunidad quiero hablarles del respeto a la vida humana desde la concepción, un principio ético fundamental.
Para la sociedad moderna y las leyes, el derecho a la vida sólo es amparado desde el momento en que se nace, dejando atrás las bases filosóficas y antropológicas, con el fin de masacrar la dignidad del otro aún no nacido, argumentando problemas sociales de violencia, precariedad económica, abandono de la mujer y un sin número de obstáculos rebuscados y poco razonables que sólo se convierten en rendijas válidas para aquellos que las crean y convencerse así mismos que existen motivos para ‘solucionar o buscar salida a la situación’, quitándole la vida al no nacido.
Con el aborto se desconoce que la vida es un derecho inviolable desde el momento de la gestación y no se acepta el compromiso de respetarla, pues se quita la categoría de persona, ya que ese ser aún no ha nacido o porque se llega a practicar bajo la justificación que es una salida ante una enfermedad que le puede impedir todas las facultades inherentes al ser humano si llega a nacer.
La sociedad frente a la problemática del aborto arroja miradas antropológicas, filosóficas, desde el ámbito de la salud, justificaciones políticas, derechos humanos y jurídicos, todos buscan un mismo objetivo, pero olvidan anteponer la dignidad de un ser que desde su concepción posee noción; este valor para algunos hombres de ciencia está en duda al utilizar el término de preembión, término errado y lejos de la embriología, para salvaguardar la polémica generada por las implicaciones éticas que trae el aborto y la manipulación de embriones.
En una sociedad tan abierta, libre de opinión y contrariedades con relación a la legalización o despenalización del aborto nos sumergimos entre tensiones de un lado y otro que emerge nuevas dudas. Grupos que defienden y apoyan el aborto, muestran como se hace este acto abrupto en su mayoría en mujeres maduras, con garantías laborales y “uniones estables” dejando a la luz la pendiente resbaladiza que ello trae consigo, contaminando la moralidad del núcleo familiar.
Después de la concepción, lo único que el nuevo ser exige a su madre es un ambiente propicio, por lo cual, es humanamente incomprensible que sea la madre quien prive a su hijo del derecho a vivir o que permita que otros lo hagan, pues a esta problemática se le suma la gravedad de querer elevar el aborto a la categoría de acto médico.
Algunas voces que pedimos el respeto a la persona humana desde su concepción somos consideradas por la sociedad actual como seres con ideas dogmáticas o fundamentalistas, por lo tanto, es hora que el diálogo sea razonado, que involucre a todos los actores, permitiendo buscar soluciones que a conciencia comprometan a la sociedad y estén acordes con la dignidad humana.
Para bien o para mal, son los encargados de las leyes, quienes tienen la decisión en sus manos de legalizar el aborto; mas allá de la norma, se requiere el análisis justo y honesto, teniendo al frente el rostro de la persona humana, no olvidando sus cualidades intrínsecas, su inteligencia, su racionalidad, su libertad y su derecho a nacer que va mas allá del ser aceptado o no por sus progenitores, este ser desde su concepción posee un código genético completamente diferente a quienes lo conciben, es irrepetible con una estructura fundamental denominada Zubiri personeidad, única e inalterable por ningún factor externo o interno hasta su fallecimiento. Por tal motivo, es un ser que se debe acoger amorosamente en la comunidad, con todas las facultades y vicisitudes que los otros seres humanos les podemos generar.
*Licenciado en Teología y Filosofía. Especialista en Bioética. Párroco unidad pastoral San Luis Beltrán (Manatí). rsanchezanillo@yahoo.es
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