"Si para recobrar lo recobrado, tuve que haber perdido lo perdido; si para conseguir lo conseguido, tuve que soportar lo soportado; si para estar ahora enamorado, fue menester haber estado herido; tengo por bien sufrido, lo sufrido; tengo por bien llorado, lo llorado. Porque después de todo he comprendido, que no se goza bien de lo gozado sino después de haberlo padecido. Porque después de todo he comprobado, que lo que tiene el árbol de florido, vive de lo que tiene sepultado". (Francisco Luis Bernárdez, poeta argentina).
La razón por la que Dios permite el sufrimiento en la vida de los seres humanos es una cuestión inquietante. En nuestra vida, el sufrimiento nos visita con frecuencia, más de lo que quisiéramos: una enfermedad, la pérdida de un ser amado, una crisis económica; circunstancias muy comunes, muy cotidianas; aún así, no importa cuántas veces los hayamos, en cada ocasión de sufrimiento, conscientemente o no, siempre terminamos preguntándonos "¿por qué?"
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Termina de leer este artículo en la edición 142 de Kairós.
La razón por la que Dios permite el sufrimiento en la vida de los seres humanos es una cuestión inquietante. En nuestra vida, el sufrimiento nos visita con frecuencia, más de lo que quisiéramos: una enfermedad, la pérdida de un ser amado, una crisis económica; circunstancias muy comunes, muy cotidianas; aún así, no importa cuántas veces los hayamos, en cada ocasión de sufrimiento, conscientemente o no, siempre terminamos preguntándonos "¿por qué?"
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