martes, mayo 22, 2007

LOS MEDIOS DE COMUNICACION Y VALORES HUMANOS

El padre franciscano capuchino Raniero Cantalamesa, predicador del Papa y comunicador en medios italianos, concedió una entrevista a fray Gilberto Hernández, colaborador de Kairós en México, sobre los medios de comunicación, sus riesgos y posibilidades.

Por FRAY GILBERTO HERNÁNDEZ GARCÍA, OFM
alvinxxi@yahoo.com.mx


Los medios de comunicación se encuentran, paradójicamente —porque deberían ser sólo medios, nunca fines en sí mismos—, en primer plano en lo que toca a la formación de las nuevas generaciones. Esta situación se torna en un desafío para la Iglesia, que debe hacer presencia en estos modernos areópagos para llevar la Palabra que da Vida en el contexto de la cultura de la muerte.

El padre Raniero Cantalamesa, fraile franciscano capuchino y predicador de la Casa Pontificia, nos ofrece algunas reflexiones en torno a esta oportunidad que la Iglesia tiene en los medios de comunicación social.

Usted es predicador y en su ministerio se ha valido de todos los instrumentos posibles para hacer llegar el evangelio a la gente; sin embargo, sus oyentes, sus destinatarios reciben otras propuestas de vida a través de los modernos medios de comunicación. ¿Cómo percibe a los medios hoy en día?
La característica de nuestra época, su realización y éxito más grandioso es la informática, es decir, la comunicación de masa: prensa, cine, televisión, Internet, celular. Los así llamados medios de comunicación son los grandes protagonistas del momento. Cada individuo, puede, en cualquier momento del día y de la noche, ser informado sobre aquello que sucede en el mundo y meterse en contacto directo con otra persona en cualquier punto del planeta. Toda esta realidad es signo de un grande progreso del cual debemos estar agradecidos a Dios y a la técnica que lo ha hecho posible. Hay, sin embrago, graves peligros y aspectos negativos en la comunicación social de hoy.

¿Cuál es el talante de esta comunicación a la que se refiere?
Es una comunicación consumista, en el sentido que empuja al consumo y que se consume y acaba en sí misma: es una comunicación exclusivamente horizontal. Los hombres, en este caso, se intercambian sus noticias y como ellos son efímeros, pasajeros, también sus noticias son efímeras. Una cancela a la otra. Cuanto más crece la comunicación, más se experimenta la incomunicabilidad. De este sentido de vacío, se han derivado una serie de expresiones literarias significativas; una es el así llamado teatro del absurdo, (Ionesco, Beckett) donde las personas hablan, hablan, pero no dicen nada. Las comunicaciones se reducen a sonidos, a rumores. El rumor nos asegura que no estamos solos; pero falta una comunicación vertical, creativa, falta el totalmente otro. Toda su comunicación se convierte en un espejo que refleja la imagen de la propia miseria y el eco del propio vacío. En suma, la comunicación moderna es una comunicación de tristeza. Los medios dan mucho más relieve a lo que hay de mal y de trágico en el mundo que a lo que hay de bien y de positivo.

¿Qué otros riesgos ve usted en los medios de masa?
Los medios de comunicación nos ponen ante los ojos, en cada momento, lo que podríamos ser y no somos, lo que otros hacen y nosotros no hacemos. Nace de ahí una sensación de resignada frustración y aceptación pasiva de la propia suerte, o bien, al contrario, una necesidad obsesiva de salir del anonimato e imponerse a la atención de los demás. Otro rasgo negativo en la comunicación de masa, especialmente en los espectáculos, es la explotación de la mujer, el abuso que se hace de su cuerpo y, en general, la visión muy negativa de la relación entre los sexos.

¿Cuáles serían las características de una comunicación en clave cristiana que pudieran hacer frente a las formas y contenidos de la comunicación actual?
Creo que el evangelio puede ayudarnos a cambiar este estado de cosas. Él es la “buena nueva” del amor de Dios para los hombres. Dios nos conoce perfectamente, pero no usa este conocimiento para juzgarnos, pues su corrección es amor. Yo puedo decir, como franciscano, que tenemos que contribuir a difundir esperanza y alegría. Francisco es el hombre de la alegría perfecta, el juglar de Dios. No se trata de una alegría ilusoria, si no de una alegría fundada en la esperanza. Tenemos que insistir sobre esta raíz de fe: la unión profunda a Cristo y en particular a la cruz de Cristo.

La fe en Cristo nos libera de la necesidad de abrirnos paso, de evadir a cualquier costo nuestro límite para ser alguien; nos libera también de la envidia de los grandes, nos reconcilia con nosotros mismos y con el lugar que ocupamos en el mundo, nos da la posibilidad de ser felices y de estar plenamente realizados allí donde nos encontremos.

Entonces, si queremos evangelizar a través de los medios de comunicación social, el secreto es sencillo: estar enamorados de Cristo.

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