jueves, octubre 23, 2008

La alegría de servirle a Dios


Hace unas semanas el Arzobispo Rubén Salazar Gómez ordenó como diácono de nuestra Arquidiócesis a Johan Acendra, un joven entusiasta, alegre, amigable y, sobre todo, comprometido con la labor que Dios le encarga a diario para la gloria de su Nombre.

Para algunas personas esta palabra es muy rara o, en muchas ocasiones, no saben a ciencia cierta cuál es la diferencia de la ordenación diaconal con la sacerdotal. Precisamente, en este artículo trataremos ese tema para dejarlo un poco más claro.

El diácono en la Iglesia
El diácono es un hombre que ha recibido el primer grado del sacramento del Orden Sacerdotal por la imposición de las manos del obispo de alguna diócesis. Conforme al Catecismo de la Iglesia Católica, los diáconos no son sacerdotes, a pesar de pertenecer al orden sagrado. La función de éste es asistir y ayudar a los obispos y pueden servir a sacerdotes por ordenes de aquel en la predicación. Igualmente, pueden administrar los sacramentos del bautismo y el matrimonio, así como dirigir la administración de las parroquias y otros servicios.

En la ordenación al diaconado, sólo el obispo impone las manos, significando así que el diácono está especialmente vinculado al obispo en las tareas de su 'diaconía'.

Johan Acendra: su nueva vida en el amor de Dios
KAIRÓS tuvo la oportunidad de hablar con Johan Acendra, el nuevo diácono de la Arquidiócesis de Barranquilla, y le hizo varias preguntas de sobre esta etapa que comienza en su ministerio en la Iglesia:

KAIRÓS: ¿Cómo te sientes luego de tu ordenación como diácono?
Johan Acendra:
Contento, muy feliz. Igualmente ha sido una experiencia muy hermosa; ya la gente me ve de una manera distinta, entonces uno se dirige a la gente de otra forma. Pero el gozo que uno siente por el don recibido es estupendo, muy genial, por eso me siento muy feliz.

K.: ¿Qué sientes ahora después de ser ordenado? ¿Has reconfirmado algo?
J.A.:
Más que reconfirmar es comprometerme mucho más con la respuesta al llamado que Dios me ha hecho. Él me ha llamado por amor y por amor le respondo, y es por eso que tengo más compromiso con el don recibido.

K.: Con referente al tiempo que te hace falta para terminar el diaconado y, precisamente, para ser sacerdote, ¿Qué expectativas tienes para el futuro?
J.A.:
Siempre uno piensa en lo que va a pasar mañana, pero igual a mi me gusta mucho más vivir el presente y trabajar en él. Para el futuro es trabajar en una parroquia, en una comisión, en un trabajo distinto; pero vivo el presente y me esfuerzo alma, vida y corazón en la responsabilidad que en este momento tengo.

K.: ¿Cuál es el trabajo pastoral que cumples en la Sagrada Familia?
J.A.: Desde que llegué estoy a cargo de la Pastoral Juvenil. Igual hago parte de la Comisión de la Pastoral Juvenil Arquidiocesana. Trabajo en la parte de la Pastoral Familiar y apoyo el trabajo de todos los comités y de todos los grupos a nivel de la comunidad parroquial; principalmente toda la parte de los colegios y los encuentros con los jóvenes.

K.: Actualmente son muchos los jóvenes que pertenecen a los Círculos Vocacionales Arquidiocesanos. Varios de ellos ya recibieron la respuesta como ‘preseleccionados’ para entrar al Seminario Mayor Juan XXIII, ¿qué consejos le das a esos futuros seminaristas?
J.A.: Que hay que tener apertura al proceso y a la acción del Espíritu, estar totalmente abierto al proceso sabiendo que uno no entra ‘acabado’ al Seminario, por eso es un proceso de formación. Además, hay que tener docilidad y, especialmente, docilidad al Espíritu; porque la entrada al Seminario no garantiza que ya seamos sacerdotes, es para discernir la voluntad de Dios; pero uno tiene que estar en ese proceso de estar cada día convencido de que Dios lo ha llamado y que la respuesta a ese llamado tiene que ser con amor. Ésta puede ser siendo sacerdote o dejando a un lado el ser sacerdote para esforzarse por responder a Dios desde la vida laical o comprometida como un casado.

K.: ¿Qué es lo que más te gusta de ser diácono?
J.A.: El considerarme instrumento del amor de Dios, que Él actúa a través de mi. Todo lo que Dios hace a través de uno es genial. Que los jóvenes confíen en uno, que después de la predicación la gente quede movida y tocada, que Dios a través de uno se acerque a los niños, a las parejas y a las familias. Es la alegría de ser sembrador de esperanza y de ser un constructor de paz.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Que el señor lo bendiga y lo ilumine en su labor de guia espiritual.