Los institutos seculares, “primavera de la Iglesia”
Por Elvira Barceló Bolívar*
Pertenecer a un instituto secular es una gracia recibida del Espíritu Santo, es la respuesta plena al llamamiento del Señor que nos dice: “Sígueme”, y también es la ocasión para agradecer a Dios por el don de la vida consagrada, con todos los carismas que ha suscitado en ella, “Pues del mismo modo que el cuerpo es uno, aunque tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo no obstante su pluralidad, no forman más que un solo cuerpo, así también en Cristo. Porque en un solo Espíritu hemos sido todos bautizados, para no formar más que un cuerpo… Y todos hemos bebido de un solo Espíritu” (1ª Corintios 12, 12-13).
Son muchas las ocasiones en que, como miembros de un instituto secular, nos damos cuenta del poco conocimiento que hay acerca de esta forma de vida consagrada, que por don del Espíritu Santo nace en la Iglesia y que recibe su configuración teológico-jurídica en la Constitución Apostólica de Pío XII ‘Provida Mater Ecclesia’, el 2 de febrero de 1947 y que ha sido llamada por el Papa Pablo VI “primavera de la Iglesia” abriendo un nuevo camino a todos los bautizados. La gracia de esta vocación, explica el Decreto Perfectae Caritatis en su numeral 11, consiste esencialmente en consagrarse totalmente a Dios y a las almas sin sustraerse del ambiente personal de vida: “Los institutos seculares, aunque no son institutos religiosos, llevan, sin embargo, consigo una verdadera y completa profesión de los consejos evangélicos en el mundo, reconocida por la Iglesia”. Profesión que consagra a hombres y mujeres, laicos y clérigos que viven en el mundo. Luego el Magisterio de la Iglesia continuará aportando nuevas luces y criterios para afianzar esta forma de consagración. Estas enseñanzas sobre el papel de los laicos en la misión de la Iglesia en el mundo, en virtud del bautismo, han delineado también una mayor comprensión de los institutos seculares.
Recordamos las palabras de Pablo VI a los miembros de los institutos seculares que pretende describir esta aventura del Espíritu: “Camináis por el borde de un plano inclinado que intenta el paso a la facilidad del descenso que estimula la fatiga de la subida. Es un camino difícil, de alpinista del espíritu. Más en este vuestro atrevido programa, recordad tres cosas: vuestra consagración no será sólo un compromiso, será una ayuda, un sostén, un amor, una dicha, a donde podréis recurrir siempre; una plenitud que compensará toda renuncia y que os dispondrá para aquella maravillosa paradoja de la caridad: dar, dar a los otros, dar al prójimo, para poseer en Cristo”. “Estáis en el mundo, pero nos sois del mundo, sino para el mundo”… “Pertenecéis a la Iglesia con un título especial, vuestro título de consagrados seculares…”[1]
Juan Pablo II, en la exhortación post sinodal Vida Consagrada, nos dice: “El Espíritu Santo, admirable artífice de la variedad de los carismas, ha suscitado en nuestro tiempo nuevas formas de vida consagrada, como queriendo corresponder, según un providencial designio, a las nuevas necesidades que la Iglesia encuentra hoy al realizar su misión en el mundo. Pienso en primer lugar en los Institutos seculares, cuyos miembros quieren vivir la consagración a Dios en el mundo, mediante la profesión de los consejos evangélicos en el contexto de las estructuras temporales, para ser así levadura de sabiduría y testigos de gracia dentro de la vida cultural, económica y política. Mediante la síntesis, propia de ellos, de secularidad y consagración, tratan de introducir en la sociedad las energías nuevas del Reino de Cristo, buscando transfigurar el mundo desde dentro con la fuerza de las Bienaventuranzas”[2].
Y más recientemente nuestro actual Pontífice Benedicto XVI se ha dirigido también a los seglares consagrados con motivo del Simposio de los Institutos Seculares: éste es el tiempo para nosotros, realizado en Roma en febrero 2 del año 2007 para celebrar el 60 aniversario de la Constitución Apostólica Provida Mater Ecclesia: “Vuestro celo nace de haber descubierto la belleza de Cristo, de su modo único de amar, encontrar, sanar la vida, alegrarla, confortarla. Y esta belleza es la que vuestra vida quiere cantar, para que vuestro estar en el mundo sea signo de vuestro estar en Cristo. … Vuestra consagración pone de manifiesto, por un lado, la gracia particular que os viene del Espíritu para la realización de la vocación; y, por otro, os compromete a una docilidad total de mente, de corazón y de voluntad, al proyecto de Dios Padre revelado en Cristo Jesús, a cuyo seguimiento estáis llamados (…) El carácter de vuestra consagración, por un lado, pone de relieve los medios con los que os esforzáis por realizarla, es decir los medios propios de todo hombre y mujer que viven en condiciones ordinarias en el mundo; y, por otro, la forma de su desarrollo, es decir, la de una relación profunda con los signos de los tiempos que estáis llamados a discernir, personal y comunitariamente, a la luz del Evangelio”[3].
La experiencia de vivir esta consagración secular es hermosa. Es sentirnos amados por Dios, amar apasionadamente a Cristo, dejarse guiar por el Espíritu Santo, amar el mundo e impregnarlo del amor de Dios a los hombres, hacer vida nuestra consagración bautismal de un modo radical. Compromete toda nuestra existencia, se sostiene por la ayuda de la gracia, en la oración y la meditación de la Palabra de Dios y en la Eucaristía, en el amor y la comunión con los hermanos que, convocados por el Maestro y unidos a la Santísima Virgen María, vivimos la fraternidad y la experiencia de un carisma fundacional específico, en las condiciones comunes y cotidianas de nuestra vida. Damos gracias al Señor porque ha estado grande con nosotros y estamos alegres, y le pedimos que: “enraizados en la acción gratuita y eficaz del Espíritu Santo” podamos responder a la invitación que se nos hace: “SED SEMILLA DE SANTIDAD ARROJADA A MANOS LLENAS EN LOS SURCOS DE LA HISTORIA… escribiendo con vuestra vida y vuestro testimonio parábolas de esperanza, escribiéndolas con las obras sugeridas por la “creatividad de la caridad”[4]
*Consagrada Instituto Secular Fieles Siervas de Jesús. Centro Santa Catalina-Barranquilla. elvibarcelo@gmail.com
[1] PABLO VI, Discurso a los participantes en el Encuentro Internacional de los Institutos Seculares, septiembre 26 de 1970.
[2] JUAN PABLO II, Exhortación apostólica La Vida Consagrada, marzo 25 de 1996.
[3] BENEDICTO XVI, Discurso a los participantes al Simposio de Institutos Seculares, febrero 3 de 2007.
[4] BENEDICTO XVI, ibid.
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