sábado, enero 31, 2009


Mi Primera Comunión

Por Julio Balza*

”El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo lo resucitaré en el día último”. Juan 6, 54.

La experiencia de la primera comunión es inolvidable. Es toda una jornada ardua en la que como niños dejamos correr nuestra fantasía alrededor de este gran acontecimiento que nos acompañará en el sendero de la vida. Para los padres y familiares de los niños es un momento emocionante, no solo porque con nostalgia recuerdan ese día en el que por vez primera recibieron a Cristo, sino porque se sienten orgullosos de la elegancia de sus hijos y porque para ellos empieza la mejor etapa de sus vidas en compañía de Jesús Sacramentado.
Para los presbíteros y catequistas es un momento de alegría en el cual, por así decirlo, apenas empieza la formación permanente para que estos niños continúen el proceso de cercanía a Jesús Eucaristía. Por tal motivo, después de una catequesis adecuada en donde se le da la oportunidad a los niños y niñas de recibir la Primera Comunión, comienza apenas el compromiso de continuar ofreciendo más catequesis y más experiencias de Jesucristo Sacramentado para que los niños y niñas logren madurar en la fe y convertirse en unos Cristianos Católicos al servicio del Reino de Dios. Este trabajo de "formación permanente" debe realizarse por parte de los presbíteros, catequistas y en compañía de los padres de familia, quienes deben ser los primeros en enseñar a sus hijos el valor de la Eucaristía, especialmente el día domingo, el Día del Señor.

Con estas palabras quiero invitarlos a todos a que le demos importancia al Sacramento de la Eucaristía. Por eso quiero, desde los lineamentos de la Iglesia, utilizando los métodos Ver, Juzgar y Actuar, mirar la realidad de este acontecimiento único en la vida de un verdadero cristiano, como es el de recibir por primera vez el cuerpo de Jesús.

VER
¿Qué podemos ver hoy en día en nuestra Iglesia? ¿Cuál es la realidad que gira en tomo a la primera Comunión? Los niños y niñas bien vestidos, elegantes y alegres reciben a Jesús Sacramentado. De ellos, solo unos pocos continúan después de su proceso catequético y formativo de crecimiento en la fe. Para muchos es su primera y ultima comunión y, de este modo, no hay verdadera experiencia creyente en ellos. En muchas familias no se vive la fe como seguimiento de Jesucristo, con repercusión en la vida concreta y como transformación en los ambientes en que viven. Otra realidad que va en contra del sacramento es un evidente negocio montado en torno a las primeras comuniones (fotógrafos que nunca van a misa, alquiler de vestidos, el acto social, entre otros), y a lo que corresponde a la Iglesia no se le tiene en cuenta para una donación que sirva para el mantenimiento del Templo. Esto dista mucho del mensaje evangélico y de sus exigencias.
JUZGAR
Ante semejante sacramento, todo debería basarse en la Palabra de Dios (Hechos2, 42-47), que nos invita a formar una verdadera comunidad. Por lo tanto, el protagonismo de los laicos y de los niños en ese momento debe ser una experiencia que parta de una vivencia en comunidad. La comunidad es vital para la celebración de los sacramentos y el crecimiento en la fe. Esto nos debe llevar a todos a un compromiso serio con las cosas de Dios.

ACTUAR
Es necesario promover en las parroquias espacios de formación sobre la celebración de los Sacramentos, que ofrezcan pasos continuados de crecimiento en la fe y en el seguimiento de Cristo.

Invito a las familias a tomarse en serio la fe. Si no creen, si las exigencias del Evangelio no tienen nada que decir en sus vidas cotidianas, deben plantearse si su hijos "hacen" la primera comunión. Si creen, deben exigir una forma de incorporación de los niños a la Eucaristía de la comunidad que sea coherente con su verdadero significado; en este sentido, es cada vez más necesaria, la institución de una catequesis de padre, de carácter obligatorio y complementaria con la catequesis que reciben sus hijos.

Los niños y las niñas tienen que ser capaces de ser protagonistas sobre estos asuntos. Deben tener clara conciencia -en la medida de sus edades- de lo que significa recibir y celebrar la comunión. Los animadores de la misión, los catequistas, presbíteros, diáconos... deben rechazar y denunciar el entramado "negocio" de las primeras comuniones. Es contrario al Evangelio de Jesús y al deber de solidaridad en medio de un mundo tan injusto como el nuestro. Es tarea de todos los cristianos devolver a esta celebración su autenticidad, creando para ello formas diferentes y alternativas de celebrar la incorporación de nuevos miembros a la Eucaristía.
Así que ¡MANOS A LA OBRA! Dios necesita de ti. Ama la Eucaristía para que, desde ese ejemplo, nuestros hijos amen a Jesús y nunca se alejen de Él. No olvidemos el amor primero. Dios nos ama. Nosotros debemos amarlo con toda el alma, con nuestras fuerzas y con nuestro corazón. Padres de familias: sus niños y niñas reciben su primera comunión, no se les olvide que hay que acompañarlos todos los Domingos a la Misa. ¡FELICITACIONES! ¡QUE VIVA LA PRIMERA COMUNIÓN!
*Presbítero, párroco de la unidad pastoral Mariano De Jesús Eusse. Delegado de la Comisión Arquidiocesana de Pastoral Infantil.

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