Por Jaime Alberto Marenco Martínez *
No soy deportista ni seguidor de un equipo o disciplina deportiva en particular pero, por esas estratégicas jugadas de Dios, hoy me corresponde coordinar el comité de recreación y deporte en mi Seminario Mayor Juan XXIII.
El deporte y los temas afines a éste, que poco me interesaron en mis años mozos de colegio y universidad, ahora, a mis cuarenta años de edad, han tomado relevancia en mi formación hacia el sacerdocio. Como solía decir mi abuelo Julio cuando estaba entre nosotros: “A quien no quiere caldo, se le dan dos tasas”.
Pero la experiencia de coordinar la recreación y el deporte en el Seminario ha resultado interesante. No sólo me he sentido muy motivado a ejercitar mi cuerpo para fortalecer esa formación equilibrada que necesita todo ser humano, especialmente si aspira ser sacerdote, sino también porque he aprendido muchas cosas al cumplir con esta misión que desempeño junto con el profesor de deportes Omar Olivera y mis hermanos seminaristas Breiner Gordón, Jorge Caro, Maximiliano Rodríguez, Javier Jiménez y Michael Campo.
Tan cautivante me ha resultado el asunto, que me di a la tarea de investigar qué tanto interés tiene nuestra Iglesia Católica por el deporte. Y, ¡oh sorpresa! Hasta una sección denominada “Iglesia y Deporte” existe en el Vaticano, la cual hace parte del Pontificio Consejo para los Laicos. Ésta se creó poco antes de la inauguración de los Juegos Olímpicos de Atenas en 2004, despertando un vivo interés en todo el mundo. Esta sección no sólo analiza y propone lineamientos para la pastoral deportiva, sino que promueve la discusión de cuestiones éticas muy importantes como la excesiva comercialización de los deportes profesionales, que tiende a menoscabar la verdadera imagen del deporte generando graves desviaciones como el dopaje y la violencia en los estadios.
Y, ¿qué decir del ‘decálogo del deporte’ que nació de la visita que una delegación de jóvenes le hizo al Papa Benedicto XVI cuando se desarrolló en Roma un campeonato mundial de natación? Se demuestra así la relevancia que el deporte tiene para la Iglesia. Este mensaje de Benedicto XVI se suma a los más de 200 discursos papales sobre el tema del deporte que recoge la historia vaticana a partir de 1905 cuando Pío X se dirigió a un grupo de deportistas católicos que lo visitó.
Así, con total seriedad y en procura siempre de exaltar la dignidad humana, ha insistido la Iglesia en la importancia del deporte buscando trascender el simple nivel de la salud física, como bien lo dijo Pío XII en 1952 cuando, en un congreso italiano sobre educación física, delineó cuatro fines del deporte: “1) un fin próximo, el de educar, desarrollar y fortalecer el cuerpo; 2) un fin remoto, porque el deporte sirve para predisponer el cuerpo al servicio del alma y de la persona; 3) un fin más profundo todavía, el de contribuir a la perfección del hombre; y 4) un fin último, el de acercar el hombre a Dios.”
En el caso particular de nuestra Arquidiócesis, desde hace tres años se ha venido fortaleciendo la Pastoral de los deportistas bajo la coordinación de una dinámica comisión que lidera el padre Jhon Jairo Betancourt. Así, según la planificación de la fase que estamos viviendo en el proceso de evangelización arquidiocesano, este año se está motivando la conformación de los comités parroquiales de deporte y se brindará capacitación a los delegados deportivos de cada unidad pastoral.
Juegos Deportivos y de Mesa…
Es, pues, este el marco que nos anima en el Seminario para la práctica deportiva y, de manera especial, para la preparación de los próximos Juegos Deportivos y de Mesa ‘San Juan María Vianney’ que estaremos realizando en la primera quincena de mayo en la disciplinas de: fútbol, voleibol, natación, atletismo, tenis de mesa y ajedrez, entre otras. Será una excelente oportunidad para que los futuros sacerdotes aprovechemos la potencialidad formativa de las actividades deportivas.
*Seminarista de I de Teología – Seminario Regional Juan XXIII. Comunicador Social y Periodista – marencomar@hotmail.com
No soy deportista ni seguidor de un equipo o disciplina deportiva en particular pero, por esas estratégicas jugadas de Dios, hoy me corresponde coordinar el comité de recreación y deporte en mi Seminario Mayor Juan XXIII.
El deporte y los temas afines a éste, que poco me interesaron en mis años mozos de colegio y universidad, ahora, a mis cuarenta años de edad, han tomado relevancia en mi formación hacia el sacerdocio. Como solía decir mi abuelo Julio cuando estaba entre nosotros: “A quien no quiere caldo, se le dan dos tasas”.
Pero la experiencia de coordinar la recreación y el deporte en el Seminario ha resultado interesante. No sólo me he sentido muy motivado a ejercitar mi cuerpo para fortalecer esa formación equilibrada que necesita todo ser humano, especialmente si aspira ser sacerdote, sino también porque he aprendido muchas cosas al cumplir con esta misión que desempeño junto con el profesor de deportes Omar Olivera y mis hermanos seminaristas Breiner Gordón, Jorge Caro, Maximiliano Rodríguez, Javier Jiménez y Michael Campo.
Tan cautivante me ha resultado el asunto, que me di a la tarea de investigar qué tanto interés tiene nuestra Iglesia Católica por el deporte. Y, ¡oh sorpresa! Hasta una sección denominada “Iglesia y Deporte” existe en el Vaticano, la cual hace parte del Pontificio Consejo para los Laicos. Ésta se creó poco antes de la inauguración de los Juegos Olímpicos de Atenas en 2004, despertando un vivo interés en todo el mundo. Esta sección no sólo analiza y propone lineamientos para la pastoral deportiva, sino que promueve la discusión de cuestiones éticas muy importantes como la excesiva comercialización de los deportes profesionales, que tiende a menoscabar la verdadera imagen del deporte generando graves desviaciones como el dopaje y la violencia en los estadios.
Y, ¿qué decir del ‘decálogo del deporte’ que nació de la visita que una delegación de jóvenes le hizo al Papa Benedicto XVI cuando se desarrolló en Roma un campeonato mundial de natación? Se demuestra así la relevancia que el deporte tiene para la Iglesia. Este mensaje de Benedicto XVI se suma a los más de 200 discursos papales sobre el tema del deporte que recoge la historia vaticana a partir de 1905 cuando Pío X se dirigió a un grupo de deportistas católicos que lo visitó.
Así, con total seriedad y en procura siempre de exaltar la dignidad humana, ha insistido la Iglesia en la importancia del deporte buscando trascender el simple nivel de la salud física, como bien lo dijo Pío XII en 1952 cuando, en un congreso italiano sobre educación física, delineó cuatro fines del deporte: “1) un fin próximo, el de educar, desarrollar y fortalecer el cuerpo; 2) un fin remoto, porque el deporte sirve para predisponer el cuerpo al servicio del alma y de la persona; 3) un fin más profundo todavía, el de contribuir a la perfección del hombre; y 4) un fin último, el de acercar el hombre a Dios.”
En el caso particular de nuestra Arquidiócesis, desde hace tres años se ha venido fortaleciendo la Pastoral de los deportistas bajo la coordinación de una dinámica comisión que lidera el padre Jhon Jairo Betancourt. Así, según la planificación de la fase que estamos viviendo en el proceso de evangelización arquidiocesano, este año se está motivando la conformación de los comités parroquiales de deporte y se brindará capacitación a los delegados deportivos de cada unidad pastoral.
Juegos Deportivos y de Mesa…
Es, pues, este el marco que nos anima en el Seminario para la práctica deportiva y, de manera especial, para la preparación de los próximos Juegos Deportivos y de Mesa ‘San Juan María Vianney’ que estaremos realizando en la primera quincena de mayo en la disciplinas de: fútbol, voleibol, natación, atletismo, tenis de mesa y ajedrez, entre otras. Será una excelente oportunidad para que los futuros sacerdotes aprovechemos la potencialidad formativa de las actividades deportivas.
*Seminarista de I de Teología – Seminario Regional Juan XXIII. Comunicador Social y Periodista – marencomar@hotmail.com
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