
Al ponernos frente a nuestras parroquias, y la Arquidiócesis en general, con esta visión, podemos apreciar vientos nuevos, de renovación, de ardor y de creatividad; grandes signos de crecimiento reflejados en ambiente de alegría, en las oportunidades que se están creando para acercar a tantos católicos que antes estaban alejados.
La participación, el compromiso, la disponibilidad, la identidad diocesana en comunión con los pastores, las estructuras existentes, la programación y organización general de la pastoral, la sensibilización frente a la misión, el conocimiento de la Palabra, el crecimiento espiritual, la motivación permanente y un sinnúmero de manifestaciones, reflejan una Iglesia viva en comunión, participación y misión; que da importancia a cada ambiente, a cada persona; que está en sintonía especial con el Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo y las directrices planteadas por la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano y del Caribe.
Realmente estos 75 años han sido de una cosecha abundante que, con seguridad, se multiplicará para gloria de Dios y bendición de todos los atlanticenses.
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