viernes, noviembre 16, 2007

ACONTECIMIENTOS PASTORALES

Son muchas las historias que se pueden vivir a lo largo de la vida de una diócesis. En la historia de la Iglesia del Atlántico se encuentran un sin fin de datos poco conocidos en cuanto a obispos, sacerdotes y evangelización de nuestro pueblo caribeño.

Por ONIX NEDEL CORREA GARCÍA *

Para recordar algunos interesantes pasajes de la vida arquidiocesana, hablamos con Monseñor Carlos José Ruiseco Vieira, Arzobispo emérito de Cartagena y gran conocedor de la historia pastoral del pueblo atlanticense pues es barranquillero de nacimiento y aquí se desempeñó como Obispo auxiliar de Barranquilla (1972 – 1977) y más recientemente, Arzobispo de Cartagena (1983-2005). Él, con su gran simpatía, alegría y amabilidad, quiso compartir con Kairós algunos de esos detalles que hacen de la Arquidiócesis de Barranquilla una Iglesia pujante, interesante y llena de vida.

Monseñor Ruiseco nos recibió en su actual residencia, la Casa Sacerdotal de nuestra Arquidiócesis y, uno a uno, detalle a detalle, nos contó algunos de los hechos eclesiales que, en su opinión, se destacan de estas tierras costeñas.

Kairós: Monseñor, ¿cómo era el Atlántico antes de que se creara la Diócesis de Barranquilla?
Monseñor Ruiseco: Para responder a esta buena pregunta nos remontaremos al siglo XVI: ya había entonces obispos en Cartagena y Santa Marta, pero Barranquilla no existía. La evangelización comenzaba ya, pero no sólidamente. Durante el tiempo del dominio español tuvimos, inclusive, un gran santo entre nosotros: san Luis Beltrán, quien misionó en Tubará. Pero, a pesar de todo lo que hicieron él y sus compañeros, la obra misionera no se continuó por la escasez de sacerdotes. Los pueblos yacían en notable abandono espiritual. Interesante es el "Acta de Visita Pastoral" del Obispo Díaz Delamadrid, año 1780; dedica al actual Atlántico 60 días (con sus noches) y recorre, en su orden: Palmar de Candelaria, Piojó, Usiacurí, Sabanalarga, Baranoa, Tubará, Galapa, Barranquilla, Soledad, Malambo, Sabanagrande, Santo Tomás, Ponedera, Candelaria y Real (Campo) De la Cruz; confirmó en total 7.979 personas. De Barranquilla dice: "Al hallarse esta población sin iglesia, di cien pesos de limosna para este fin y entre los principales sujetos se recogieron mil pesos más en aquella misma tarde". Sería la primera "Catedratón" de la historia. Al llegar al momento de la Independencia, la iglesia española dejó de existir tanto en Cartagena como en toda la provincia que comprendía lo que hoy son los departamentos de Atlántico, Bolívar, Sucre y Córdoba, y por este motivo, Simón Bolívar tuvo que recurrir al Papa para pedirle el nombramiento de obispos colombianos. Durante todo el siglo XIX hubo varias guerras civiles en Colombia y los obispos eran expulsados de sus diócesis ya que no se sometían a las exigencias injustas del poder civil. Esto trajo como consecuencia una evangelización muy superficial; además, por el cierre de los seminarios, no había formación de nuevo clero. Llegose a la necesidad de nombrar a un laico como rector; fue nadie menos que el papá de Monseñor Carlos Valiente, como lo explica el padre Jorge Becerra en su libro "Historia de la Arquidiócesis de Barranquilla".

K: ¿En qué momento vuelven los obispos a evangelizar con más tranquilidad?
MR: Comenzó a respirar la paz en la Iglesia colombiana con el Concordato que se realizó en los años ochenta, del Siglo XIX, precisamente con la gestión de un gran cartagenero, el señor Rafael Núñez. Entonces, llegó a Cartagena como obispo un gran santo que fue monseñor Eugenio Biffi. Cuando él vino se dio cuenta que, ante todo, necesitaba la formación de nuevos sacerdotes, porque los que había no eran capaces de mantener el ritmo de la evangelización y la santificación. Así, en Cartagena, se fundó el seminario en el año 1883.

Monseñor Pedro Adán Brioschi, sucesor de Eugenio Biffi, conciente de la gran inmensidad de la diócesis, pidió a la Santa Sede que fuera desmembrada la diócesis para que la evangelización fuera más efectiva. Fue así como consiguió que, a comienzos del Siglo XX, se creara la Prefectura de San Andrés y Providencia, separándose de Cartagena. En el año 1924, la Misión del Río San Jorge y, con el mismo objetivo, en el año 1932 se creó la Diócesis de Barranquilla.

K: ¿Cómo fueron esos primeros años de la Diócesis?
MR: Gracias a esta división que hace el Obispo Brioschi comienza a entrar un nuevo aire de renovación en Barranquilla, porque ya con un obispo propio la Iglesia tendría manera de sobrevivir. Se puede decir que en Barranquilla creció demasiado rápido la parte humana de la ciudad y la parte religiosa no pudo alcanzar a esa parte humana, porque las estructuras religiosas no daban para estar al ritmo de la gran inmigración que hubo en esta ciudad y de la organización del comercio y la industria, en la última década del Siglo XIX y los primeros decenios del Siglo XX.

Antes del año 1932 –creación de la Diócesis de Barranquilla- la evangelización estaba a cargo de religiosos a diferencia de otras partes del interior del país. Éstos venían haciendo el trabajo de evangelización y santificación con mucho empeño y éxito. Los Agustinos, en la parroquia de San Nicolás y en parroquias rurales a la orilla del río Magdalena; los Capuchinos, en un sector específico de Barranquilla; en la Iglesia de San Roque, los padres Salesianos y, también, en la parroquia de Chiquinquirá, los padres Claretianos; todos estos se encargaban, en su momento, de la evangelización. Entonces, en el año en que se creó la Diócesis, se encontraban en Barranquilla un gran número de religiosos y sólo cinco o seis sacerdotes seculares; esto era absolutamente atípico, ya que era un número pequeño para que se creara una diócesis.

K: ¿Qué diferencia existe entre la Diócesis de aquella época y la Arquidiócesis de ahora?
MR: En el tiempo en que yo fui Obispo auxiliar nos tocó aplicar el Concilio Vaticano II en la recién establecida Diócesis de Barranquilla. Especialmente hubo algunos cambios que llamaron mucho la atención a las personas, pero que no eran muy importantes, por ejemplo que si los sacerdotes se iban a vestir de sotana o de clerigman. Pero sí hubo cambios más fundamentales, como era el caso de la diferencia de lengua en la liturgia, ya que durante muchos años se venía celebrando la misa en latín. Luego se insistió mucho en la catequesis y, en ese entonces, yo era el encargado. Posteriormente, se comenzaron a crear las pequeñas comunidades o las comunidades de base; todas estas cosas empezaron a crecer en esta época. También es muy importante saber que fue en estos tiempos cuando se creó el Seminario Mayor en el año 1966, y fue de esta manera como la Diócesis recibió durante mucho tiempo alumnos de toda la Costa Atlántica.

La Arquidiócesis de ahora la veo con varios adjetivos. En primer lugar, aparece, en lo más visible, una gran organización y ésta se debe al señor Arzobispo, Monseñor Rubén Salazar Gómez, que con gran tino y mucho temple de su parte le imprime a nuestra Arquidiócesis esta cualidad. Pero detrás de esta organización hay un movimiento doble de evangelización y santificación; siempre ha habido la evangelización, pero cuando esta es más organizada naturalmente tiene más efecto, y la santificación –que tiene que ver con todo lo que se hace con los sacramentos en las parroquias- ha crecido muchísimo. Se muestra la Arquidiócesis de Barranquilla, en este momento, como una de las más pujantes, más positivas, en el concierto de las diócesis colombianas.

* Asisten de redacción de Kairós – Comunicador Social y Periodista en formación – Universidad Autónoma del Caribe.

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