viernes, noviembre 16, 2007

DESDE LA ESPECIFICIDAD DE LA VIDA RELIGIOSA

Por ALBERTO LINERO GÓMEZ *

Desde el 25 de enero 1876, en el que llegan a Barranquilla las primeras Hermanas de la Caridad para trabajar en el Hospital de la Caridad, nuestra Arquidiócesis ha sido bendecida por el Padre Dios a través del trabajo evangelizador de muchas comunidades religiosas. Por eso, es oportuno que en este Jubileo, tiempo de gracia y de bendición, reflexionemos sobre la manera cómo estos hermanos han colaborado en la tarea evangelizadora. Y sería bueno que comenzáramos comprendiendo lo que llamamos "vida religiosa".

Ese ha sido un regalo de Dios para su Iglesia, el Vaticano II se refiere así a la vida religiosa: "Ya desde los orígenes de la Iglesia hubo hombres y mujeres que se esforzaron por seguir con más libertad a Cristo por la práctica de los consejos evangélicos y, cada uno según su modo peculiar, llevaron una vida dedicada a Dios, muchos de los cuales bajo la inspiración del Espíritu Santo, o vivieron en la soledad o erigieron familias religiosas a las cuales la Iglesia, con su autoridad, acogió y aprobó de buen grado. De donde, por designios divinos, floreció aquella admirable variedad de familias religiosas que en tan gran manera contribuyó a que la Iglesia no sólo estuviera equipada para toda obra buena (Cf. Tim., 3,17) y preparada para la obra del ministerio en orden a la edificación del Cuerpo de Cristo, sino también a que, hermoseada con los diversos dones de sus hijos, se presente como esposa que se engalana para su Esposo, y por ella se ponga de manifiesto la multiforme sabiduría de Dios" (Perfectae Caritatis No. 1). Se destaca en esta presentación la total iniciativa de Dios, es Él, quien desde su libertad, elige y dispone llamar a estos hombres para su servicio sirviéndole a su pueblo. Señala la variedad de familias religiosas como un florecimiento, como una manifestación de la riqueza del Espíritu de Dios en la vida de su comunidad.

El señor Arzobispo de Barranquilla, en uno de sus diálogos semanales en El Heraldo, comprende la vida religiosa de la siguiente manera: " Por esto, desde los primeros momentos de la existencia de la Iglesia nació el deseo en algunos fieles de unirse en pequeños grupos o comunidades para poder seguir a Cristo en una forma más radical, buscando una configuración existencial más plena con Él. Es la "vida consagrada" que ha sido, como dice el Concilio, "un árbol en el campo de Dios, maravilloso y lleno de ramas a partir de una semilla puesta por el mismo Dios", ya que a lo largo de la historia de la Iglesia han existido múltiples formas de consagrarse enteramente al Señor. Como una especificación de esa radicalidad de la entrega nació la "vida religiosa" en la que se vive una profunda vida comunitaria con los votos de castidad perfecta, pobreza absoluta y obediencia incondicional”. Destaco en este comentario de nuestro Pastor el énfasis que resalta la vida religiosa como una experiencia específica, propia, que se realiza con toda radicalidad. Esa especificidad hace diferencia, mas no una diferencia que divide sino que enriquece en la unidad.

Todos los religiosos que han arado la tierra de esta Arquidiócesis lo han hecho tratando de responder al llamado personal que Dios le has hecho; pero también tratando de contribuir en el crecimiento de esta comunidad de discípulos, para que sean muchos los hermanos que cada día dejen que Jesús viva y reine en sus corazones. Esa tarea se ha realizado desde la vivencia de los votos evangélicos.

Todo esto desde el humilde reconocimiento de que no somos nada ante el Padre Dios y de que el único recurso verdadero y necesario es el amor de Dios. Por eso, se opta vivir en pobreza. Es decir, se decide tener una total relación de libertad con los bienes terrenos. Una libertad que permite desprendimiento y distancia. Quien confía en Dios, tiene allí su máxima riqueza y podrá tener ocupaciones distintas a las de los hombres de estos tiempos. Ese tipo de relación con lo material se expresa en una total disposición para evangelizar y donarse, en trabajo más allá de afán de lucro, por aquellos que tanto necesitan. Se trata de compartir todo lo que se tiene seguros de que lo importante en la vida no es el don sino el donante. No nos apegamos a los dones que Dios nos puede dar sino que nos apegamos a Él que lo es todo.

Desde la total libertad afectiva se sirve a todos los hermanos. Quien sabe amar, quien se deja amar en libertad, puede vivir el celibato. Es una opción, una decisión de un corazón maduro y libre. No es una imposición. No se trata de una debilidad, sino de una fortaleza del corazón que no se quiere amarrar amando a una sola persona en exclusiva, sino que quiere amar a todos los que Dios le presente. No se trata de cercenar la afectividad, sino de orientarla en función de una misión. Se trata de vivir en libertad todo le amor que Dios ha puesto en el corazón de este hermano. Se renuncia a la genitalidad para encontrar en las caricias existenciales de la amistad y del compartir fraterno una fuente de realización integral.

Teniendo a Jesucristo como modelo se realiza la misión en total obediencia. Los que hemos conquistado la libertad desde nuestras propias luchas existencias, por amor al Señor y por creer plenamente en Él, entregamos nuestra obediencia como un don al hermano superior. No se trata de incapacidad de auto-gobernabilidad, sino de una renuncia a los egoísmos que caracterizan nuestra humanidad. Es disponerse a que la fuerza de Dios lo conduzca a otros más allá de la propia voluntad.

Estos ejes existenciales son los que permiten la obra de las comunidades religiosas en nuestra Arquidiócesis. Son obras, misiones, apostolados que realizan las familias religiosas con la seguridad que a través de ellas contribuyen para que el Reino de Dios se establezca entre nosotros.

No soy religioso -ya que los padres Eudistas somos una sociedad de vida apostólica, esto es somos hermanos que vivimos juntos pero que no realizamos los votos evangélicos, sino que luchamos por vivir en plenitud los que el bautismo nos permite tener- pero nuestra vida en comunidad y el seguimiento de un carisma congregacional nos hace vivir en la dinámica de las familias religiosas.

Nosotros, los Eudistas, hemos podido colaborar en la realización de la misión desde nuestro carisma de formadores-evangelizadores en tres obras fundamentalmente: En la dirección del seminario Menor y mayor de la Arquidiócesis, en la conducción de la parroquia del Espíritu Santo y en la evangelización a través de las ondas hertzianas en la Emisora Minuto de Dios. Se trata de entregar todo lo que somos, de darnos plenamente por hacer lo que hemos descubierto como voluntad de Dios. Lo hemos realizado en comunión con nuestros pastores.

* Sacerdote Eudista – Director de la Emisora Minuto de Dios.

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