viernes, noviembre 02, 2007

NO ES LO MISMO MUERTE DIGNA QUE EUTANASIA

En días pasados, la Conferencia Episcopal de Colombia se pronunció, a través de su presidente, el Arzobispo Luis Augusto Castro Quiroga, sobre el proyecto de ley estatutaria o5 de 2007 que pretende la legalización de la eutanasia y el suicidio asistido. Trascribimos a continuación el texto del comunicado.

1. VIVIR DIGNAMENTE Y MORIR DIGNAMENTE
La vida humana es un bien superior y un derecho inalienable que no puede estar al arbitrio de la decisión de otros, ni de la de uno mismo. Todo ser humano tiene derecho a una vida digna que le permita realizarse como tal y buscar su propia felicidad. El sentido de la dignidad humana implica la búsqueda y el desarrollo de las condiciones físicas, psicológicas, espirituales y morales propias de la persona humana. La muerte es el destino inevitable de todo ser humano, una etapa en la vida de todos los seres vivos que -quiérase o no, guste o no- constituye el horizonte natural del proceso vital. Morir dignamente no puede entenderse como el derecho de terminar con la vida de acuerdo a condiciones propicias creadas artificialmente por los servicios médicos o por un equivocado sentimiento de misericordia con el enfermo. El verdadero sentido de la muerte digna está en la conclusión natural del proceso vital en condiciones humanas de asistencia médica, familiar y espiritual.

2. VALOR HUMANO DEL SUFRIMIENTO Y DEL DOLOR
Muchos creen que la dignidad humana se degrada por el hecho del sufrimiento y del dolor. Esta es una manera parcial de mirar a la persona que sabe que el dolor y el sufrimiento son parte integrante de su existencia, del cual no puede huir sino asumirlo y vivirlo como un valor fundamental. El dolor y el sufrimiento no son obstáculos para la vida del ser humano, por el contrario, la experiencia de todos los seres humanos nos dice que esta realidad es parte integrante de la persona considerada en su integridad y totalidad. Tener dolor no significa sin más carecer de dignidad, es la gran oportunidad de reconocer la fragilidad humana y el natural desafío a superarla. La dignidad de un ser humano no entra en conflicto con la propia naturaleza, de tal manera que, envejecer, padecer y morir no son fenómenos que degraden la dignidad de un ser humano.
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Lee el final de este artículo en la edición 172 de Kairós.

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