viernes, noviembre 16, 2007

PARROQUIAS: AYER Y HOY DE LA FE

Uno de los pueblos del Atlántico que conserva sus tradiciones ancestrales, culturales y religiosas, es el bello municipio de Tubará, que enclavado en la montaña evoca siglos de historia.

Por JULIO GIRALDO *

La mayoría de los habitantes de Tubará conserva los rasgos de sus antepasados, los indios Mocaná; rasgos que llevan con orgullo y por eso han tratado de no degenerar su raza. Estar en Tubará es encontrarse con la naturaleza, disfrutar del aire puro, escuchar el canto de las aves y mirar hacía el pasado…

Son muchos siglos de historia y ha corrido mucha agua por debajo de los puentes desde que procedente de Cartagena, después de un largo viaje desde España, llegó a Tubará el gran misionero fray Luís Beltrán, de la orden de Santo domingo de Guzmán; llegada que prácticamente marca el inició de la historia religiosa del lugar. Era un 28 de septiembre del año 1562, y Tubará era bendecido por Dios con la llegada de tan especial “santo misionero”. No había tenido tiempo de desempacar su humilde maleta de cuero, cuando presuroso llega un indígena pagano con su hijo moribundo y le dice al misionero: “Un espíritu bueno me reveló su llegada y me ha dicho que mi hijo se salvará si usted derrama el agua sobre su frente”. Fray Luís lo bautiza y el niño al día siguiente estaba totalmente curado. ¿De cuántas bendiciones, gracias espirituales y perdones no se harían acreedores los indígenas de Tubará con un santo misionero como el padre Luís Beltrán que les envió el prior del convento de Cartagena?

Instalado a medias en su pobre residencia, dedicó parte de su humilde bohío para que le sirviera de capilla y parte para su habitación particular; de muebles le servían algunos troncos de madera, y de lecho un cañizo o barbacos sin esteras, almohadas y frazadas de las que no tenía necesidad; cocina, comedor, despensa y fogón no había, porque el padre se alimentaba con lo poco que de su comida le daban los indios, pero como la mayor parte del día casi todos se ausentaban del poblado yéndose a cultivar sus sementeras, a la cacería y a la pesca, solamente por la mañana o por la tarde el santo conseguía qué comer. Los indios, al partir, le dejaban algunas provisiones que él las distribuía entre los ancianos y los niños que permanecían en el pueblo; por la tarde o por la noche, los instruía en las verdades de la fe.

Son 500 años de historia, imposible de contar en una página, razón por la cual me limito a extraer apenas algunos pequeños trozos de los libros que narran esta historia. Se cuenta que el 4 de agosto de 1610, ya se hacía el primer inventario por parte de un emisario del Rey sobre la capilla y ornamentos que existían en Tubará; el inventario que hace el oidor Juan de Villabona es el siguiente: “Una iglesia de bahareque y techo de paja, con sus tres puertas y sacristía grande y cumplida. El altar mayor con sus gradas de madera y sus colaterales a los lados. Un frontal de damasco de la china y raso blanco con su frontalera del mismo damasco, nuevo con su flocadura. Un retablo del nacimiento de Nuestro Señor, en tabla de óleo. Una tabla de manteles alemaniscos. Una casulla de raso blanco de la china, con estola y manípulo de lo mismo, con su flocadura. Otra casulla de damasco carmesí y amarillo, con zanefa de damasco amarillo, forrada en lienzo amarillo, con estola y manípulo, alba de ruan y sus faldones. Amito y cíngulo. Un cáliz y patena de plata con su funda de ruan…” Es un inventario bastante extenso en donde se detalla hasta lo más mínimo que se encuentra en la pequeña capilla. Parece ser que en la actualidad lo único que se conserva de esa época, es el cáliz de plata, y un Retablo de Arte Barroco que data aproximadamente de 1740 con policromías en oro, rojo y verde oscuro, colores naturales de la época, lo demás los coleccionistas de antigüedades lo trasladaron hacía otros lugares.

Es importante saber, que San Luís Beltrán no alcanzo a construir la nueva iglesia, porque en el año 1569 fue llamado por sus superiores para que ocupara el cargo de prior del convento de Santafé de Bogotá, cargo que sólo ocupa por un año ya que se enfermó y debió viajar a Valencia, España, en donde murió el 9 de octubre de 1581. Trescientos treinta y cinco años después fue construida la nueva iglesia con tejas traídas de Italia (Tortona) y baldosas traídas de Barcelona España. Su construcción duró un año (1897-1898). Los archivos parroquiales se conservan desde 1820, razón por la cual no existe ningún libro firmado por San Luís Beltrán. Existe una lista interminable de párrocos que han pasado haciendo el bien con su trabajo evangelizador, pero su feligresía recuerda con amor y agradecimiento al padre José Feliciano Hernández, quien por mucho tiempo fue su pastor, guía y padre espiritual.

LA PARROQUIA HOY

Hoy después de 500 años de historia, la pequeña iglesia sigue en pie con algunas restauraciones, conservando siempre su antiguo estilo y evocando todo un peregrinar de la Iglesia atlanticense que al culminar la celebración de su gran jubileo con motivo de sus 75 años, fija su mirada hacía el pasado para evaluar el presente y proyectar el futuro. En Tubará no sólo se conserva su iglesia material, sino que también se conserva la fe de sus moradores que como buenos católicos cumplen con los preceptos de su Iglesia, participan de la Eucaristía dominical, celebran sus tradicionales fiestas como la de su santo patrono San José el 19 de marzo y la de San Luís Beltrán el 9 de octubre; son feligreses muy comprometidos que trabajan de la mano de su párroco padre Dimas Fernández, siguiendo las directrices de la Misión Arquidiocesana.

El padre Dimas, joven sacerdote de origen campesino, ancestro que él ostenta con orgullo, lleva 2 años como párroco de este municipio, y se encuentra feliz de poder trabajar pastoralmente con gente humilde, sencilla y acogedora como son los habitantes de Tubará. Pero, lo que más lo motiva es el trabajo y contacto diario con los campesinos de la región con los cuales puede hablar el mismo idioma; una de sus preocupaciones en el campo pastoral es el trabajo con niños y jóvenes que son el presente y futuro de la iglesia, con ellos se reúne semanalmente, los instruye y aconseja y poco a poco estos se van integrando a las actividades de la parroquia.

* Periodista especialista en temas relacionados con la Arquidiócesis de Barranquilla.

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