miércoles, febrero 27, 2008

LA NO-VIOLENCIA: CAMINO DEL AMOR ACTIVO DE JESÚS


Por Fray GILBERTO HERNÁNDEZ GARCÍA, O.F.M.*

Es evidente que vivimos en un mundo donde campea la violencia, tanto en el exterior –violencia física, emocional, psicológica, institucional y estructural– como dentro de nosotros mismos. Por los medios de comunicación y por la experiencia de todos los días nos enteramos de la explotación económica, la destrucción cultural, el racismo, el sexismo y la devastación ecológica, entre otras, que son formas sistemáticas de violencia e injusticia que ponen en peligro no sólo nuestra supervivencia como familia humana, sino también la profunda necesidad de integridad que tenemos como personas.

Esta violencia cotidiana nos deshumaniza, degrada o destruye, a nosotros mismos o a los demás. Las profundas estructuras de violencia que enfrentamos hunden sus raíces en impulsos profundamente arraigados de miedo, odio y codicia, que a menudo alimentan la separación y crean una brecha aparentemente insalvable entre "nosotros" y "ellos". Así, con frecuencia, proyectamos nuestra propia violencia en los demás; por eso no es raro que lleguemos a considerar que los que se oponen a nosotros son “malos”. Del mismo modo se suelen justificar sistemas económicos y culturales que menosprecian a otros seres y a menudo se desarrollan instrumentos de guerra verbal, emocional o física para protegernos a nosotros mismos y llevar a cabo lo que pensamos que es justicia.

Por desgracia la violencia tiende a ser respondida con violencia, generando un círculo vicioso, que, sin embargo, no tiene por qué eternizarse. En este tenor, estamos llamados a hacer conciencia de que es posible construir relaciones justas, basadas en el respeto, la igualdad y la búsqueda de la armonía. Inspirados por Jesucristo, que invita a establecer nuevas maneras de relación, muchos hombres y mujeres han encontrado en la mística de la no-violencia un camino para erradicar este mal.

La no-violencia no es sólo ausencia de violencia, es, ante todo una determinación —por tanto no es una “pasividad”— que busca un cambio global y radical, tanto de las estructuras como de los valores que significan y producen injusticia a los hombres; esta actitud involucra como recurso el amor, mediante métodos que, por supuesto, no impliquen violencia en su sentido estricto. Mahatma Gandhi —cuyo 60 aniversario de su muerte celebramos este año y en cuyo honor el 31 de enero de cada año es “Día Internacional de la No-violencia—, la definía como la "fuerza de la verdad", mientras que Martín Luther King, hablaba de ella como la “energía del amor”. De ahí que la no-violencia activa no es una omisión ante los desafíos que el odio, la injusticia y la mentira plantean; al contrario, mueve a asumir el reto de reconocer y vencer la violencia que está en nosotros mismos y aprender estrategias para enfrentar los numerosos conflictos que existen y surgen en nuestras sociedades.

La estrategia de la no-violencia no es ajena al espíritu y praxis cristianas: En su práctica liberadora, Jesús no era pasivo: él combatió, e incluso se enfrentó, a los que eran violentos y opresores. Según una rama contemporánea del conocimiento bíblico, la no-violencia como se presenta como el "tercer camino" del amor activo de Jesús: un camino que no es ni pasivo ni violento, y sugiere la exhortación de Jesús de "no oponerse al malvado", significa "no oponerse violentamente". Así, se interpreta el llamado de Jesús a "poner la otra mejilla", "despojarse no sólo del manto, sino también de la ropa" y "llevar la carga el doble más lejos", como respuestas creativas y poderosas a la injusticia, que ponen de manifiesto la violencia de los opresores, crean dilemas al opresor y le exigen ver a aquéllos a quienes está atropellando como seres humanos. En suma, Jesús nos llama a enfrentar al adversario de una manera que desafíe las actitudes y estructuras injustas y que, al mismo tiempo, brinde a ambas partes la oportunidad de salvarse del ciclo de la opresión.

* Colaborador residenciado en México - alvinxxi@yahoo.com.mx

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