sábado, febrero 09, 2008

UN COMPROMISO CON LA VERDAD... ¿UN COMPROMISO CON DIOS?

Por HEBERTO AMOR BELTRÁN *

Cuando se habla de preservar los valores cristianos, una doble misión está encomendada en esta vida a los periodistas: decir la verdad y vivir para la verdad. Es la experiencia que desde este modesto artículo pudiera yo compartir con los lectores, para hacer un recuento de lo que puede ser el trasegar por una profesión a la que muchos consideran un apostolado.

Sea esta la ocasión para reconocer el vuelco que se le ha dado a la concepción pastoral de la Iglesia Católica en el Atlántico, bajo la orientación del Arzobispo Rubén Salazar, quien mantiene una relación directa y estrecha con los medios de comunicación a través del trabajo arquidiocesano. Creo que todos los periodistas de Barranquilla y el Atlántico, estamos de acuerdo en que hoy miramos el oficio de los sacerdotes con mucho cariño por la cercanía que representa el trabajar unidos por los principios cristianos, pero, ante todo, por una sociedad que cada día busca ser mejor.

Yo soy casado hace 18 años con una comunicadora social, Belisa Castilla Gregori, tenemos un hogar con dos hijas adolescentes, Marianela de 16 años y Valerie de 14, contrajimos nupcias un primero de septiembre de 1990 en la capilla del Barrio Hipódromo y hemos convivido todo este tiempo en medio de dificultades y superando adversidades juntos. Aunque nunca nos hemos separado ha habido momentos tristes y difíciles en la relación, pero agradezco a Dios porque la mujer que me dio tiene una fe sólida, a toda prueba, y un carácter de luchadora incansable. Los valores religiosos, especialmente en el mundo actual, han variado en cuanto a la forma de analizar el comportamiento humano, pero en esencia la clave sigue siendo el amor representado en la verdad.

Esa verdad que los periodistas reclamamos para la comunidad y que muchas veces nos negamos a nosotros mismos, debe ser el compromiso que inspire a cualquier ser humano, pero especialmente a un periodista, cuando se trate de evaluar lo que ha sido su transitar por el mundo.

Quien estas letras escribe no es perfecto y ante todo se reconoce pecador, católico de toda la vida por tradición y convicción, porque desde niño mi madre me enseñó a acercarme a Dios y a respetar el valor intrínseco que tiene la Iglesia Católica, como doctrina escogida por una gran mayoría de los seres humanos que habitan la tierra para acercarse al Creador. Debo reconocer que no siempre he seguido al pie de la letra las enseñanzas de familia y que estamos expuestos a cometer errores, pero en todo caso se mantiene el convencimiento pleno de que solos no podemos seguir andando por la vida y que vamos a necesitar a Dios para siempre.

La misión que se nos ha encomendado a los periodistas es fundamental para que este mundo pueda encontrar razones para mantener la esperanza de salvación. Ante un mundo en conflicto, cada día azotado por las mezquindades de gobernantes y ciudadanos que se olvidan del prójimo, obliga a prepararse bien para cumplir la tarea. En 20 años de ejercicio profesional he visto a muchos transgredir las normas, con la complicidad de quienes por intereses particulares han contribuido a matar la verdad y manipular los hechos. Hemos reclamado justicia terrenal bajo la premisa del respeto por la vida, la honra y bienes de los ciudadanos, con un eje central que se sustente en la verdad.

Hoy quiero hacer un llamado a la ciudadanía, a las comunidades religiosas, a las organizaciones sociales y a los colombianos en general, para que firmemos un compromiso que busque defender por siempre la verdad.

Es posible que cualquier persona trate de justificar una mentira amparándose en que muchas veces la verdad hace daño. He aprendido en esta vida que una palabra manipulada, una mentira construida con intenciones de dañar, es mucho más peligrosa que un arma de fuego. La mentira se activa a sí misma y se alimenta en sí misma con otras mentiras, la verdad cuando muere se lleva por delante todo lo que existe y condena a los hombres al castigo permanente.

Tal vez alguien puede causar daño físico a otro sin intención, en un hecho accidental o en un momento de trastorno mental involuntario. Ese daño físico que se produce se localiza en una persona o en un pequeño núcleo que padece el sufrimiento y que puede estar dispuesto a perdonar. Pero la mentira es un mal que carcome la sociedad y que va minando en silencio el alma de quienes la sufren, afecta a otros que nada tienen que ver con el problema y derriba los sustentos morales.

Amigo lector, te invito a revisar los conceptos éticos y las concepciones morales que hemos vivido todo este tiempo para determinar qué lugar debe ocupar la verdad en la gama de valores que el mundo moderno ha diseñado para los siglos venideros. Invito a la Iglesia, los medios de comunicación, los periodistas y los ciudadanos en su totalidad, a firmar un compromiso inquebrantable con la verdad para encontrar el camino que nos lleve a los brazos del Señor.

Que Dios bendiga a la Iglesia y sus pastores, que Dios proteja a la sociedad para que ésta preserve los valores cristianos, especialmente ‘la verdad’. La verdad es el camino a la libertad, y el único sentido que tiene la vida es vivirla a plenitud bajo el amparo de Dios y en libertad.

* Autor invitado. Comunicador Social y Periodista – Premio Simón Bolívar 2004 y 2006 – Premio Mario Ceballos Araujo 2005 - heberto.amor@gmail.com

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