miércoles, febrero 27, 2008

PARROQUIAS: AYER Y HOY DE LA FE


UNIDAD PASTORAL CRISTO REY
EL INGENIO DE QUIENES AMAN A DIOS

Por JULIO GIRALDO *

A un lado de la Calle 30, vía al aeropuerto y muy cerca del terminal aéreo, se encuentra un pedestal de cemento en donde se posa un pequeño avión y un aviso indicativo de que estamos en la ‘Urbanización El Concorde’. Precisamente en ese sitio comenzó en al año 1981 la primera etapa de una serie de mil viviendas construidas por los hermanos Enrique, Salomón y José Melamed, asociados con Jairo Del Valle y Luís Rodríguez; para la época, la urbanización fue un modelo a nivel nacional pues era un proyecto de vivienda popular con infraestructura bien organizada y amplia, además que fueron terminadas completamente sus vías y se contó desde el principio con alcantarillado, agua potable y redes de energía; por estar tan cerca al aeropuerto, y muy de moda el avión concorde, los urbanizadores bautizaron el nuevo barrio con el nombre del avión de moda.

Muy pronto comenzaron a llegar las familias que habitarían las nuevas viviendas, procedentes de distintos barrios de Barranquilla de estratos 2 y 3, en su mayoría empleados de distintas empresas, comerciantes, inclusive empleados del gobierno, y todos financiaban sus casitas por intermedio de los bancos de la ciudad, que para la época también hicieron su agosto, pues se dice que tales financiaciones fueron bien altas. Comenzó entonces la organización del barrio en todo sentido. Aparecieron las primeras tiendas, como siempre de santandereanos, los vecinos se fueron conociendo, se integraban y compartían diariamente el ensordecedor ruido de los aviones a lo cual se fueron acostumbrando. Inclusive, para los primeros habitantes de la urbanización, era todo un entretenimiento el alzar su mirada hacia el espacio y recrearse mirando la barriga de los aviones que por el sector volaban tan bajo, que parecía que se iban a caer en sus patios.

Construida la primera etapa de la urbanización, los padres Francisco Álvarez y Guillermo Robles visitaban frecuentemente el sector, y celebraban misa dominical en cualquier esquina, cancha de fútbol o anden de alguna vivienda. Estos dos sacerdotes impulsaron el trabajo de evangelización en una comunidad que debía organizarse eclesialmente, era gente católica que requería asistencia espiritual y todos se dispusieron a nombrar la primera junta que trabajaría por la construcción de un templo; fueron escogidas las personas más prestantes del barrio pero, sobre todo, los más comprometidos con la iglesia. La junta inició su trabajo y, por gracia de Dios, todo se facilitó ya que los hermanos Melamed generosamente sorprendieron a la comunidad donando una pequeña pero muy confortable capilla, con una enorme torre para un campanario signo de la vos de Dios, que llamaría a su feligresía diariamente a los oficios religiosos; estas campanas dejaron de tañir hace ya 2 años, porque los ladrones se llevaron hasta los lazos que sostenían los badajos.

En estas condiciones, la junta parroquial inició el trabajo de embellecimiento y dotación de su pequeña capilla, ornamentos, vasos sagrados, imágenes, lámparas, abanicos y todo lo que una iglesia requiere, pero también la junta debió atender la necesidad de vivienda del sacerdote, ya que los urbanizadores donaron la capilla, pero sin casa parroquial. Fue entonces todo un trabajo conjunto para lograr conseguir la también pequeña casa casi a tres cuadras de la iglesia que hoy sirve de vivienda y despacho parroquial. Como siempre, la venta de frituras, los bazares, las verbenas y los festivales, sirvieron para la dotación completa del templo y la compra de la casa.

Hacia el año 1985, transcurridos ya cuatro años desde el inició de la urbanización, las construcciones siguieron su marcha y más familias llegaron. Mientras esto ocurría, ya existía una comunidad eclesial bien organizada con capilla y todo lo que se requería para que el señor Arzobispo la declarara parroquia. En efecto, el decreto se dio el 24 de abril de 1985 y se designó como su patrono nada más ni nada menos que a Cristo Rey cuya fiesta se celebra el último domingo del tiempo ordinario. Comenzó así una nueva etapa para la feligresía de El Concorde con su primer párroco, el padre Augusto José Ovalle, sacerdote guajiro que recién había llegado a la Arquidiócesis y estuvo por dos años en esa parroquia. Luego vendrían como párrocos los sacerdotes Álvaro López, Arturo de Jesús Barros Ortegón, Estanislao Ciochón, Jaime Enrique Barrios Mercado y Álvaro de Jesús Berdejo Romero; en la actualidad trabaja como párroco el padre Jaime Rafael Mercado Rodríguez.

LA PARROQUIA HOY

Próxima a cumplir 23 años, esta unidad pastoral se proyecta como una comunidad de mucha madurez en su fe, muy comprometida con el nuevo plan de evangelización y diariamente da un paso adelante en la búsqueda de la verdad, la fraternidad y el amor a Dios.

De la mano de su párroco, el padre Jaime Rafael Mercado Rodríguez, quien ha sido muy bien recibido por la feligresía y cuenta con el cariño y el apoyo de todos, su vida parroquial transcurre en medio de la normalidad: misas diarias, visitas a los enfermos, asambleas familiares, catequesis para los niños, reuniones con los jóvenes y trabajo especial con los adultos mayores que son el fuerte de la parroquia; se administran sacramentos diariamente, y los domingos son verdaderos días del Señor, pues la comunidad asiste en familia a cada eucaristía, oran y cantan con el coro que está integrado por una joven pareja matrimonial de músicos. Cumplen con su precepto dominical, dialogan con su párroco y se integran a través de un desayuno que prestantes y piadosas damas del barrio venden a la entrada de la iglesia, cuyas ganancias son invertidas en el sostenimiento del culto. Su iglesia luce impecable, capilla del Santísimo sobriamente decorada, imágenes sagradas que bien podrían ser obras de arte, buena iluminación, inclusive con lámparas a gas para momentos de emergencia, y una buena ventilación no sólo por el estilo de la iglesia si no porque a cada metro se encuentra un abanico, lo que hace que la gente esté siempre muy cómoda. Pero como muy bien se dice, nada es perfecto en la vida, resulta que esta bella capilla ya es insuficiente para albergar la cantidad de fieles que dominicalmente asisten al templo, hasta el punto que en Semana Santa las ceremonias hay que hacerlas al aire libre, como única manera de que toda la feligresía pueda participar. Para solucionar este problema se han dado varios pasos, pero todos infructuosos ya que los urbanizadores piden sumas astronómicas por el único terreno disponible que serviría para ampliar la iglesia; en estas condiciones no se descarta que llegará el día en el que la iglesia deberá ser trasladada a otro lugar en donde se pueda construir con toda la amplitud y capacidad que se requiere para el presente y futuro de tan extensa comunidad.

Por el momento, y muy a pesar de esta limitante, el padre Jaime Mercado se encuentra muy feliz y le da gracias a Dios de poder trabajar con una comunidad tan especial, donde ha podido realizarse plenamente como sacerdote, buscando siempre con toda su comunidad eclesial encuentre caminos que conduzcan al reino de Dios.

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