¡Qué ah!”
Por Jaime Alberto Marenco Martínez*
Cuando por una u otra circunstancia aparece en nuestra vida la palabra ‘ejercicios’, inmediatamente la asociamos a una rutina de esfuerzos físicos que, en determinado tiempo, nos ayudará a adelgazar, a lograr un buen estado de salud o, simplemente, a mantener una figura que responda a los patrones de ‘hombre y mujer modernos’ que nos vende la publicidad.
Hoy, verse físicamente bella o bello, es quizá el mayor reto o anhelo de muchos que se dejan obnubilar por la imagen de modelos ‘perfectos’ que aparece en avisos publicitarios. El hombre de hoy tiende a sentirse capaz de conquistar el mundo gracias a la armonía estética que proyecta, desvalorando las otras dimensiones del ser. Podríamos asegurar que a estas personas en particular y a todos en general, nos falta ejercitarnos espiritualmente para proyectarnos en amor y servicio a nuestra familia y a la sociedad como verdaderos hijos de Dios.
“¿Ejercicios espirituales? ¡Qué ah!”, puede ser la respuesta despectiva de cualquier desprevenido que cree sentirse bien y no necesitar espacios que lo saquen de su rutina para lograr un encuentro con Dios que le sea útil para su progreso espiritual y proyecto de vida.
“Una experiencia de ejercicios espirituales o retiro puede lograr que una persona rompa esquemas mentales, cambie paradigmas y hasta se decida a dejar atrás malos hábitos”, afirma el sacerdote y psicólogo Edwuard Utria Londoño, párroco de la unidad pastoral Divino Niño de la Arquidiócesis de Barranquilla. Y es que realmente una persona que asiste a una experiencia de estas, se sensibiliza mucho y sale impactada, no tanto por la doctrina recibida, sino por el acercamiento a un Cristo de experiencias, a un Cristo cercano que ama al ser humano tal cual es y que sólo desea su salvación.
Ejercicios Ignacianos, Cursillos de Cristiandad, Emaús, Bodas de Cana, así como los retiros que periódicamente se ofrecen a los agentes de pastoral de nuestra Arquidiócesis, entre otros, son espacios propicios, cada uno con su metodología, para renovar fuerzas y hallar en medio del solaz de la oración la voluntad de Dios para nuestra vida.
La próxima vez que reciba una invitación para participar en una experiencia de esta naturaleza, piense bien su respuesta, porque se trata de una oportunidad única para que usted se esfuerce en ordenar su propia vida según el proyecto de Dios.
* Seminarista de I de Teología – Seminario Regional Juan XXIII – marencomar@hotmail.com
Cuando por una u otra circunstancia aparece en nuestra vida la palabra ‘ejercicios’, inmediatamente la asociamos a una rutina de esfuerzos físicos que, en determinado tiempo, nos ayudará a adelgazar, a lograr un buen estado de salud o, simplemente, a mantener una figura que responda a los patrones de ‘hombre y mujer modernos’ que nos vende la publicidad.
Hoy, verse físicamente bella o bello, es quizá el mayor reto o anhelo de muchos que se dejan obnubilar por la imagen de modelos ‘perfectos’ que aparece en avisos publicitarios. El hombre de hoy tiende a sentirse capaz de conquistar el mundo gracias a la armonía estética que proyecta, desvalorando las otras dimensiones del ser. Podríamos asegurar que a estas personas en particular y a todos en general, nos falta ejercitarnos espiritualmente para proyectarnos en amor y servicio a nuestra familia y a la sociedad como verdaderos hijos de Dios.
“¿Ejercicios espirituales? ¡Qué ah!”, puede ser la respuesta despectiva de cualquier desprevenido que cree sentirse bien y no necesitar espacios que lo saquen de su rutina para lograr un encuentro con Dios que le sea útil para su progreso espiritual y proyecto de vida.
“Una experiencia de ejercicios espirituales o retiro puede lograr que una persona rompa esquemas mentales, cambie paradigmas y hasta se decida a dejar atrás malos hábitos”, afirma el sacerdote y psicólogo Edwuard Utria Londoño, párroco de la unidad pastoral Divino Niño de la Arquidiócesis de Barranquilla. Y es que realmente una persona que asiste a una experiencia de estas, se sensibiliza mucho y sale impactada, no tanto por la doctrina recibida, sino por el acercamiento a un Cristo de experiencias, a un Cristo cercano que ama al ser humano tal cual es y que sólo desea su salvación.
Ejercicios Ignacianos, Cursillos de Cristiandad, Emaús, Bodas de Cana, así como los retiros que periódicamente se ofrecen a los agentes de pastoral de nuestra Arquidiócesis, entre otros, son espacios propicios, cada uno con su metodología, para renovar fuerzas y hallar en medio del solaz de la oración la voluntad de Dios para nuestra vida.
La próxima vez que reciba una invitación para participar en una experiencia de esta naturaleza, piense bien su respuesta, porque se trata de una oportunidad única para que usted se esfuerce en ordenar su propia vida según el proyecto de Dios.
* Seminarista de I de Teología – Seminario Regional Juan XXIII – marencomar@hotmail.com
No hay comentarios.:
Publicar un comentario